OREJAS
Y COLAS
Si tenemos en cuenta
que el agua absorbe el calor 25 veces
más rápido que el aire
(de hecho utilizamos agua para enfriar
nuestros motores) llegaremos a la
conclusión de que las ballenas,
por el hecho de ser un mamífero
de sangre caliente que se alimenta
en la Antártida, debe contar
con una protección térmica
realmente eficiente.
Para evitar la pérdida
de calor el cuerpo de las ballenas
está envuelto por una espesa
cubierta de materia grasa subcutánea,
de una gran efectividad aislante.
Asimismo, la irrigación sanguínea
a nivel de la piel es verdaderamente
pobre lo que disminuye aún
más la pérdida de calor.
Se podría decir entonces que
las ballenas están verdaderamente
aisladas y protegidas de la pérdida
de calor incluso en el ambiente gélido
en el que suelen encontrarse.
Pero un gran aislamiento
térmico encierra otro grave
problema, cuando el animal necesita
realizar un esfuerzo físico
violento, por ejemplo los típicos
saltos fuera del agua, la actividad
de sus músculos origina una
gran cantidad de calor del que el
organismo necesita desprenderse para
evitar sofocamientos. La solución
utilizada por las ballenas es en extremo
ingeniosa. La cola de la ballena posee
un recubrimiento aislante mucho menor
que el resto del cuerpo y un sistema
de irrigación sanguínea
regulable.
Si el animal necesita
perder calor corporal, la circulación
se hace muy intensa en la superficie
de la aleta caudal y esto provoca
que, rápidamente, la sangre
que discurre por ellas se enfríe.
Pero si el animal se encuentra quieto
y apacible la circulación por
esta área es mínima.
Cuando las ballenas francas del sur,
emigran desde la Antártida
hacia el norte en busca de aguas cálidas
donde parir a sus crías se
encuentran nuevamente con este problema.
Entonces es común verlas por
tiempos prolongados con el cuerpo
en posición vertical y la cola
fuera del agua expuesta al viento
que está más frío
que el agua circundante.
Las ballenas utilizan
su cola como un gigantesco radiador
que les permite termo regularse. Los
elefantes africanos hacen exactamente
lo mismo con sus grandes orejas a
las que utilizan también como
compensadores de la homeostasis térmica.
No son lo único que tienen
en común, las ballenas y los
elefantes presentan tantas similitudes
en sus formas de vida que se podría
conjeturar sobre una misma rama evolutiva.
Elefantes y ballenas
tan separados y tan unidos, tan lejanos
y tan cercanos, tan hermanados en
el camino de la vida. Con tanto en
común y con tanto que perder.
Gigantes buenos perseguidos y acechados,
acorralados en sus cada vez más
pequeños hábitats, cercados
por la civilización que crece
inexorablemente. Un mundo sin ballenas
y elefantes no sería el mismo
mundo, los hombres caminaríamos
por las playas ahogándonos
en la soledad del culpable. Si los
seres humanos no podemos salvar a
los gigantes buenos, no hay nada en
este mundo que pueda ser salvado por
nosotros.
"No
se puede defender lo que no se ama
y no se puede amar lo que no se conoce"
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