EL
"RADAR" ELÉCTRICO
Se podría
decir que las rayas son una rama de
la familia de los tiburones que adaptó
su vida al fondo marino. En el largo
camino de la evolución aplanaron
su cuerpo haciéndolo más
apto para buscar el alimento en los
fondos de arena.
Pero sus largas y estáticas
permanencias en el fondo la hacían
muy vulnerable a los ataques de los
depredadores. Para protegerse de estos
ataques, algunas especies de raya
desarrollaron un aguijón venenoso
unido a la base de su cola. En caso
de ser atacada, o creer que está
siendo atacada, puede esgrimir su
cola afilada como un látigo
en todas direcciones clavando el afilado
aguijón con una precisión
increíble. La duda obvia era
cómo consigue la raya tanta
precisión si los ojos están
situados delante de la cara, los orificios
nasales con gran poder olfativo están
en la parte inferior de su cuerpo
y la mayoría de las veces habita
en fondos de arena o fango de escasa
visibilidad.
Hace no muchos años se descubrió
que en la base de la cola, las rayas
de aguijón portan un órgano
electrógeno de baja potencia
-alrededor de cuatro voltios- que
le permite generar una pequeña
pero rápida descarga eléctrica.
Se cree que la raya utiliza esta pequeña
descarga como una especie de sonar.
Una vez producida la descarga el animal
capta, mediante receptores especializados
no el rebote de un eco si no la deformación
del campo eléctrico que provoca
el cuerpo del atacante y de esta manera
puede dirigir, en centésimas
de segundo, la punta del aguijón
hacia él.
Si bien el veneno que se inyecta por
medio del aguijón es poderoso,
rara vez podría matar a una
persona si se aplicara en los brazos
o piernas pero sería seguramente
letal aplicado en abdomen o tórax.
Generalmente al clavar el aguijón,
la raya pierde en el ataque las glándulas
venenosas, es por eso que a algunas
personas que sufrieron la herida del
aguijón de una raya no les
fue inyectado el veneno.
Las rayas de aguijón son conocidas
por el hombre desde tiempos muy remotos.
Los samurai japoneses utilizaban el
aguijón para fabricar puntas
de flecha y con la áspera piel
del animal cubrían los mangos
de las espadas para evitar que éstas
se deslizaran. Aristóteles
describió a las rayas como
seres peligrosos y los antiguos griegos
descubrieron que el veneno perduraba
en el aguijón mucho tiempo
después de muerto el animal.
Tal era el poder que se le atribuía
al aguijón que se creía
capaz de marchitar y hacer morir a
las plantas si con él se frotaba
su corteza. También se utilizaban
aguijones pulverizados para obtener
un anestésico dental. Se creía
además, que si se extraía
el aguijón de una raya viva
y se enganchaba inmediatamente al
ombligo de una mujer embarazada, facilitaba
el parto.
El verdadero riesgo consiste en caminar
descalzo por fondos de arena de escasa
profundidad donde existe la posibilidad
de pisar una raya. El aguijón
es un simple mecanismo de defensa
para evitar sorpresas desagradables,
es algo así como la reacción
a un ataque. Pero las rayas son incapaces
de utilizar ese sistema para agredir
a un ser humano, lejos de esto se
presentan curiosas ante la aparición
de un buzo. Maravillosos anfitriones
del fondo marino que nos enseñan
a volar como un ave, pero debajo del
agua.
"No
se puede defender lo que no se ama
y no se puede amar lo que no se conoce"
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