La palabra «crustáceo» sugiere langostas, cangrejos y camarones. Pero el grupo es mucho más extenso. En la actualidad existen 25.000 tipos diferentes de crustáceos, desde seres microscópicos que forman parte del plancton marino hasta los más grandes, realmente provistos de «costra».
Los métodos de defensa y ataque de estos ingeniosos seres son tan variados como la cantidad de especies. Pero quizás el método más singular pertenezca al camarón pistola, habitante de las zonas de poca profundidad de los arrecifes de coral.
Este minúsculo animal genera un «disparo» que es en realidad el sonido producido por una de sus pinzas y es similar al que realizan los seres humanos al chasquear el dedo mayor sobre la palma de la mano. La pinza se cierra con tanta fuerza que produce un chasquido cuya onda de choque es capaz de aturdir a un pez pequeño que se haya acercado imprudentemente. Atontado y falto de reacción, el pequeño pez, es fácil presa de las pinzas que se encargarán rápidamente de desmenuzarlo y enviarlo a la boca del singular depredador.
El violento chasquido no sólo sirve para obtener una presa sino también para evitar que el camarón se convierta en una. Cuando un depredador se acerca a la guarida del camarón, éste emplea su «disparo» para asustarlo y alejarlo del lugar. Teniendo en cuenta que el agua transmite el sonido tres veces más rápido que el aire, es fácil imaginar lo letal de la onda de choque producida por este sonido. En ocasiones en que el camarón pistola se encuentra retenido en un acuario, es posible escuchar claramente su sonido en toda la habitación.
Se dice que los pescadores artesanales del Pacífico Sur, muchas veces al regresar a la costa, son sorprendidos por la noche. Sin puntos de referencia en tierra navegan en sus pequeñas canoas en la oscuridad total. Entonces se cuelgan de la borda y sumergiendo un oído en el agua, pueden escuchar los «disparos» de los camarones pistola lo que los alertan sobre la proximidad del arrecife y les permiten evitar aguas poco profundas. Pequeños faros biológicos que señalan el camino a casa.
«No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce»