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Hijas de la luna

Estrellas de mar

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Cuenta una leyenda de Benin que, en otros tiempos, el Sol y la Luna eran buenos amigos y tenían muchos hijos. Un día decidieron arrojarlos al mar para que éstos poblaran la Tierra. Así los hijos del Sol se convirtieron en peces y los de la Luna en estrellas de mar.

Hoy para muchas personas, una estrella de mar es un símbolo representativo de la vida marina ya que estos animales nunca se encuentran en el agua dulce ni en tierra firme.

Se podría decir, a simple vista, que un animal solitario que casi no tiene contacto con sus congéneres, sin oídos, ni ojos y que se mueve por el fondo marino con pequeños pies que apenas llegan a medir un par de milímetros, no podría llegar muy lejos. Sin embargo , desde los Polos hasta el Caribe, en fondos de arena o de roca, en las islas volcánicas o en los arrecifes de coral, las estrellas lo ocupan todo.

Un animal extraño que saca su estómago fuera del cuerpo a la hora de comer, que es capaz de regenerar un brazo amputado o, incluso dividirse: el mismo animal, en dos seres independientes. Poseedor de varios centenares de pies ambulacrales que le permiten no sólo desplazarse por el fondo sino adherirse con fuerza a las rocas en una impecable escalada. Un animal casi sin enemigos naturales más que las estrellas mismas, sin depredadores ni parásitos. Capaz de resistir la marea negra producida por un derrame de hidrocarburos o pasar largos períodos de tiempo sin alimentarse. Sin duda, un extraño animal .

Pero tal vez lo más extraño es que ni siquiera el hombre, que todo lo consume, ha podido encontrar la forma de utilizar a las estrellas de mar. Durante años a probado incluso convertirlas en alimento balanceado para las aves sin el menor éxito. Pero tal vez, justamente, por ser un símbolo representativo de la vida marina es que algunas personas sacan a las estrellas del agua y las dejan morir al sol para exponerlas, secas y descoloridas en una vitrina donde apenas podrán representar la sombra del que fue un gran animal y la amplia ignorancia del dueño de casa.

Las estrellas de mar sólo le pertenecen al océano y en él deben permanecer hasta el final de los tiempos. Mientras que la Luna las ilumine y los poetas las confundan con estrellas caídas.

«No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce»