El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) presentó un plan para generar energía eléctrica a partir de energía geotérmica en África Oriental.
Durante la reunión celebrada en Nairobi (Kenia) expertos del gobierno, científicos, ingenieros y representantes del sector privado de diez países de la región establecieron un “objetivo realizable pero que supone un desafío”: desarrollar 1000 megavatios de energía geotermal en África Oriental, el equivalente a las necesidades de electricidad de varios millones de personas en la región en este año 2020.
Según un informe del PNUMA, la energía geotérmica es una “prometedora fuente de energía renovable, cuyo potencial hasta el momento ha permanecido en gran medida sin ser explotado”, y prácticamente desconocido.
La energía geotérmica trata de aprovechar el calor desprendido por la tierra para obtener energía eléctrica con la ventaja de que es una fuente “limpia, fiable, renovable, disponible y casi ilimitada”. Y a diferencia de la energía hidroeléctrica o de los combustibles fósiles, no es vulnerable a las sequías, propensa a las fluctuaciones impredecibles de los precios del mercado ni contribuye al efecto invernadero.
La capacidad mundial de generación de energía eléctrica a partir de fuentes de energía geotérmica alcanzó a los 14.369 megavatios en el año 2018. De los cuales 676 megavatios corresponden a Kenia.
Este dato es especialmente relevante si tenemos en cuenta que en algunas regiones del planeta la geotérmica ofrece la posibilidad de cubrir las crecientes necesidades energéticas de países en desarrollo y además de una manera compatible con el medioambiente.
Según explica Burkhard Sanner, geólogo de la Universidad de Giessen y presidente de la Asociación Geotérmica Alemana, «muchos países en desarrollo están en zonas geotérmicamente muy activas y mediante plantas termoeléctricas especiales se puede aprovechar este calor para la producción de electricidad».
Por eso el caso de Kenia, por sus características geotérmicas, es especialmente representativo. Este país africano, pionero de la energía geotérmica en la región, sólo genera electricidad a partir de esta fuente, según el PNUMA. En cambio, aproximadamente el 50% de su energía provenía de cinco plantas hidroeléctricas situadas sobre el curso del río Tana.
En el año 2000, después de dos años de sequía, Kenia sufrió continuas restricciones de energía y los apagones fueron frecuentes. Las reservas acuíferas del país se habían visto seriamente afectadas y con ello la capacidad para producir energía. Resultó claro que Kenia necesitaba diversificar sus fuentes de energía para reducir los efectos que la sequía tiene sobre el suministro de energía a medio y largo plazo. Kenia y África necesitan energía. Y en este punto, la energía geotérmica se presenta como la alternativa ideal en esta región.
Según el PNUMA, la energía geotérmica en África permanece subdesarrollada a pesar de su ingente potencial, principalmente por el alto costo inicial requerido para evaluar la viabilidad comercial de la fuente geotermal y el proyecto e implementación de la planta. El coste inicial ronda entre los 2500 y 6000 dólares por kilovatio que se quiera producir, por lo que la inversión a realizar queda casi siempre muy lejos de las posibilidades de estos países que son los que más necesidad y mejor aprovechamiento podrían efectuar.
Ahí radica el problema fundamental. Según John Garrison, miembro del Consejo para la Energía Sostenible, “las naciones africanas son percibidas como de alto riesgo por la comunidad financiera internacional”. Las empresas del Norte tienen miedo de que invertir en África no sea rentable. Al fin y al cabo ‘sólo’ estarían ayudando a 450 millones de personas.
Con la llegada del presidente Mwai Kibaki elegido en diciembre de 2002, la situación económica comenzó a mejorar. Se comprometió a luchar contra la pobreza y la corrupción y sus promesas electorales comenzaron a dar sus frutos.
Naciones Unidas extendió su presencia en el país con más inversiones y el Fondo Monetario Internacional, después de retirar sus ayudas al país en 2001 como consecuencia de la pasividad del antiguo gobierno en la lucha contra la corrupción, se ha comprometió nuevamente con Kenia.
Kenia y África necesitan explotar una nueva fuente de energía que por lo menos cubra sus necesidades y que sea sostenible, ecológica y a medio plazo barata, sobre todo, barata. Aunque todos estos esfuerzos serán baldíos si no van acompañados de medidas que reparen la expoliación que durante décadas ha sufrido el continente a manos de los países ricos.