En la actualidad más del 50% de los ataques de tiburones están destinados a los surfistas. Pero esto no se debe a una elección del animal sobre el tipo de presa sino a un lamentable error.
La mayoría de estos ataques se dan en aguas donde abundan las focas y, un surfista acostado sobre la tabla y visto desde abajo tiene una silueta similar a la de una foca nadando en superficie. Si se tiene en cuenta que un tiburón tigre de 300 kilogramos tiene un cerebro que podría entrar en una taza de café pequeña, habremos caído en la conclusión de que es un animal que ataca basado casi con exclusividad en su instinto y no en una elaborada elección de la presa.
El tiburón simplemente se encontraba en el límite de la rompiente en busca de una foca desprevenida y ve a un surfista recortado en la superficie, se asemeja al animal que está buscando y no duda en atacar.
Los ataques a los surfistas suelen ser muy parecidos a los ataques a las focas. El tiburón arremete desde el fondo por la parte posterior del animal, donde no puede ser visto. El primer ataque es generalmente al cuarto trasero de la víctima para invalidar la huída. Luego, el tiburón se retira a corta distancia esperando que la foca inhabilitada para escapar, se desangre y se debilite para iniciar entonces el ataque final. En el caso de los surfistas, rara vez este ataque final llega a producirse ya que el hombre herido suele ser rescatado y sacado del agua lo que, obviamente, desconcierta al depredador.
Los ataques de tiburón son siempre espectaculares y resultan en tapas de diario, pero apenas doce personas al año mueren en el mundo a causa de ellos. No resulta un número tan espectacular si se lo compara con las mil personas que cada año mueren aplastados o pateados por vacas. En la actualidad hay cuatro veces más probabilidad de ser alcanzado por un rayo que de ser atacado por un tiburón.
La mala fama de los tiburones, junto con alguna película que los presenta como animales terroríficos han logrado que el común de la gente les tema y los odie, a muy pocas personas le interesaría una campaña para su conservación. Sin duda no son tan populares como los delfines pero no son menos necesarios que éstos para el mar. Sin ellos el equilibrio marino se perdería y se rompería la cadena trófica. Conservar a los tiburones, también es conservar el mar. Aunque, tal vez, no podamos entenderlo o nos cueste creerlo.
«No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce»