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Con el coral en la piel

Catedral de La Habana

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Para muchas de las comunidades costeras de los mares cálidos los corales forman parte de sus tradiciones y su vida cotidiana. Es absolutamente común encontrar, en muchas de las ciudades más antiguas del Caribe, fortalezas coloniales construidas con bloques rocosos de origen coralino.

Estos bloques se obtenían de canteras de roca caliza coralina que no son más que arrecifes de coral fósiles compactados y emergidos tras el paso de los milenios. Es increíblemente notable que la Catedral de La Habana, en Cuba, fue construida con bloques de piedra formados por los esqueletos de diminutos animales que existieron hace unos 131.000 años.

En sus paredes se dibuja la historia del paso del tiempo. Cada columna es un vestigio, cada dintel conserva la memoria ancestral de los animales que nos precedieron muchos miles de años antes de que el primer hombre dejara su huella solitaria en la arena de una playa desierta.

Obviamente, el talento de los pueblos estará estrechamente ligado al material disponible. Así que resultó muy sencillo que la mundialmente famosa medicina reconstructiva cubana y el coral se encontraran en algún punto. Desde hace once años el Instituto de Oceanología de Cuba está produciendo un biomaterial conocido como Hidroxiapatita Porosa Coralina (HAP-200) que ha sido probado satisfactoriamente como soporte para la formación y crecimiento de nuevo tejido óseo y que ha tenido un éxito incuestionable en el tratamiento de secuelas óseas post traumatismos craneoencefálicos.

Incluso se ha probado en implantes oculares donde una esfera de este biomaterial coralino se utiliza para la inserción de los músculos oculares de la cavidad del ojo perdido ya que su porosidad permite que sea penetrada paulatinamente por los tejidos periféricos y vasos sanguíneos. Esto le brinda movilidad al ojo artificial con resultados estéticos muy satisfactorios. El indiscutible éxito de la utilización de material coralino radica en que su estructura, porosidad y composición química es increíblemente similar a la del tejido óseo humano. Es por eso que los índices de reacciones adversas son mínimos sin tener, hasta el momento, casos de rechazos.

Es posible que entre la fantástica hermosura del arrecife de coral duerma la solución a muchos de nuestros problemas. A primera vista puede parecer que entre estos pequeños animales de menos de un centímetro y nosotros no haya relación alguna. Pero, indiscutiblemente, estamos estrechamente hermanados desde lo más profundo de nuestros huesos.

Un motivo más para estudiarlos inteligentemente, para protegerlos y preservarlos para nosotros mismos y para las futuras generaciones. Puede que el mar, que es cuna de vida, sea también una fuente de respuestas a preguntas que aún estamos tratando de descifrar.

«No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce»