El movimiento migratorio masivo de animales más grande del planeta no se produce en las planicies africanas ni en el cielo azul de las aves. Se produce cada día en el mar.
Los copépodos son pequeños crustáceos que componen el zooplancton; sus cuerpos transparentes de apenas 1,7 milímetros son prácticamente invisibles en la oscuridad. Es por eso que durante el día, se congregan en la franja existente entre los 200 y 400 metros de profundidad donde prácticamente no llega la luz solar.
Pero, durante el crepúsculo, ascienden hacia la superficie en busca de su alimento: las algas diatomeas que se encuentran realizando fotosíntesis en la zona superficial más iluminada. Después de pasar la noche consumiendo gran cantidad de micro algas, descienden lentamente hasta la oscura profundidad al llegar el amanecer. Este desplazamiento diario se conoce como «migración vertical» y constituye el mayor movimiento masivo de criaturas de este planeta. Teniendo en cuenta el tamaño corporal de un copépodo y la distancia que recorre cada día, es equivalente a nadar 400 kilómetros diarios si se tratara de un ser humano.
Los copépodos alcanzan en el mar difusión y número superiores a los de los insectos en tierra y tal vez sean las criaturas más numerosas del planeta, es normal hallar concentraciones de más de 100.000 individuos en un solo metro cúbico de agua de mar. Mediante la vibración de sus antenas crean corrientes que arrastran a las microscópicas diatomeas hacia su aparato bucal; un solo copépodo podría consumir hasta 120.000 diatomeas en un solo día. Los copépodos, a su vez, sirven de alimento a otras especies carnívoras como el krill que luego servirá de alimento a las grandes ballenas.
Para un animal tan liviano y pequeño el agua resulta pesada, viscosa y resistente ante cualquier movimiento. Es por eso que dejan una estela en la columna de agua que atraviesan y ésta permanece durante varios segundos después de su paso. Se sirve de estos rastros en el agua para favorecer la localización de parejas reproductoras. Pero, como el batir de sus antenas inferiores al comer genera un propio campo de vibraciones alrededor de sus cuerpos, se valen de dos antenas más desarrolladas que, saliendo de su propio campo, pueden detectar otros rastros de otros copépodos. Tal concentración de ejemplares facilita que se reproduzcan profusamente. Los machos fecundan la puesta transfiriendo esperma a la hembra que lleva durante varios días los huevos fecundados pegados a su abdomen hasta que los libera en el momento de la eclosión.
Cada noche, al caer el sol, una multitud silenciosa de fantasmagóricos crustáceos suben a la superficie en busca de alimento, su número es tal que resulta imposible de imaginar, una mano ahuecada podría contener miles. Su frágil anatomía constituye un elemento básico e indispensable para la subsistencia del planeta. Ellos están en todos lados, en todos los mares, en todas las olas. Ellos son el silencioso pulso del océano, ellos son la base misma de la vida.
«No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce»