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Una corona de espinas para el coral

Corona de espinas

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Los arrecifes de coral son las construcciones naturales más asombrosas que se puedan apreciar en nuestro planeta, pero también las más delicadas. Constituidas por minúsculos pólipos de coral que se depositan sobre el esqueleto del pólipo anterior generando su propio esqueleto que será la base del próximo pólipo. La mayoría de los corales crece a la inusitada velocidad de un centímetro al año. Con el correr de los siglos se formaron arrecifes enormes que hoy pueden ser vistos desde la luna. Pero el crecimiento es tan lento y los pólipos tan delicados que cualquier cosa que los ataque pone en peligro la vida del arrecife. Sin los pólipos vivos que cubren su superficie, los corales son quebradizos y frágiles, quedan entonces expuestos a la acción de las olas que los convierte en arena.

En los años 60 apareció en los arrecifes australianos una amenaza en forma de estrella de mar. La Corona de Espinas debe su nombre a las púas, penetrantes como agujas, que cubren su cuerpo de 16 brazos. La estrella se aferra a la masa coralina con docenas de pies ambulacrales, expulsa su estómago por la boca y cubre el tejido vivo del coral con sus fuertes jugos gástricos. Así deja, a medida que se desplaza, un rastro de esqueletos coralinos blancos y desnudos.

Antes de 1960 la Corona de Espinas era una especie muy rara pero en 1965 se advirtió una explosión en sus poblaciones. En 1969 la agresiva estrella había arrasado 350 kilómetros de coral australiano y se expandía hacia el Pacífico. Es posible que el aumento de su población esté relacionado con la conducta humana: Envenenamiento con pesticidas de los organismos planctónicos que se comían los huevos y las larvas de la estrella o recolección sin restricciones, por parte de los buzos del Tritón Gigante un caracol de gran tamaño (en la foto junto a la estrella) que es el mayor depredador de estrellas adultas.

Hoy, en busca de soluciones para detener la destrucción, se envían a grupos de buceadores a recoger estrellas o simplemente matarlas con inyecciones de formol. Mientras tanto, algunos científicos se inclinan por generar verdaderos ejércitos de Tritones que ataquen a las estrellas. Pero la experiencia nos dice que cuando el ser humano salió a buscar la solución de un problema natural que él mismo había generado se encontró, invariablemente con un nuevo problema de solución más difícil aún.

Tal vez la solución más viable sería comenzar por enseñar a los turistas a respetar todas las formas de vida y luchar para evitar los fertilizantes y los venenos en el mar; dejar de agredir a la vida marina y darle tiempo a los arrecifes para que generen ellos mismos sus propios anticuerpos que le permitan encontrar el equilibrio perdido. En el camino tal vez podamos aprender de ellos alguna cosa.

«No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce»