Pocos grupos de animales marinos están tan estrechamente ligados entre si como lo están los delfines. Ellos viven en manadas con una gran cohesión donde, al parecer, la vida social representa una necesidad imperiosa. Quien haya estado en el agua junto a un grupo de delfines salvajes habrá notado que siempre se están tocando y rozando como si necesitaran sentir el contacto cercano de sus congéneres.
El célebre Cousteau, relataba en sus libros, que los especímenes aislados parecen ser individuos anormales o que se separaron accidentalmente de su tribu. Y que la segregación social ocasiona la muerte de los solitarios. Pero, lo más sorprendente es que la muerte no es causada por una deficiencia física (como podría ser no conseguir alimento) ya que un delfín es capaz de bastarse a sí mismo, sino que se debe a estrés o a causas emocionales ya que las autopsias reflejan que literalmente se dejaron morir.
Entre las variadas actividades cooperativas que desarrollan a diario, la más sorprendente es la ayuda a compañeros en apuros. Cuando un delfín está enfermo o herido y no puede respirar por si mismo es asistido por dos compañeros de la manada que, colocándose debajo de él lo llevan hacia la superficie donde logra respirar. Muchos autores aseguran que este es un trabajo muy duro para los dos socorristas que tienen que levantar el cuerpo de la víctima sobre todo teniendo en cuenta que mientras el herido respira ellos no pueden hacerlo. Este tan duro esfuerzo, aseguran, que sólo puede llevarse adelante por el hecho de que los miembros de la manada van rotando en esta función.
Personalmente no creo que la rotación de los delfines socorristas se deba al cansancio ya que si aplicamos el Principio de Arquímedes descubriremos que un delfín adulto tiene un peso, en el agua, que no supera los 2 kg. lo que no representaría un gran esfuerzo para los auxiliadores, así como tampoco sería un problema el corto tiempo sin respirar para un animal que puede estar varios minutos sin hacerlo. Personalmente creo que la rotación de los delfines auxiliadores se debe a un contacto social más que a un descanso. Tal vez todos los delfines de la manada sientan una necesidad social de participar en el auxilio de un congénere.
Esta actitud de solidaridad suele ser transmitida a los seres humanos. Son cientos los relatos de personas en problemas en el mar que fueron asistidas por delfines salvajes. Es fácil que animales tan inteligentes se hayan dado cuenta de que los humanos requerimos respirar aire de la superficie al igual que ellos.
Tal vez, es por eso que cuando los buzos nos acercamos con nuestros tanques a un grupo de delfines salvajes se los note muy excitados y hasta asustados. Para ellos, largar tantas burbujas bajo el agua es sinónimo de problemas. En tanto, un buzo con un esnorkel será siempre bienvenido, como un compañero de juegos, como un componente de la misma manada.
«No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce»