La vida en los manglares suele ser sumamente competitiva, sobretodo a la hora de comer donde los animales tienen que aguzar el ingenio par lograr su sustento diario. El pez arquero posee, sin duda, una de las estrategias de caza más sofisticadas de este peculiar ambiente.
Estos pequeños peces, que casi nunca sobrepasan los 18 centímetros, patrullan la superficie en busca de pequeños insectos que pendan de las hojas de las plantas. Una vez ubicada la presa, el arquero toma posición y escupe unas cuantas gotas de agua que salen de su boca a gran velocidad impactando sobre la víctima que, al caer al agua es devorada.
El paladar de estos peces está provisto de una ranura longitudinal que al ser oprimida por la lengua del pez actúa como un pequeño cañón que le permite alcanzar con cierta precisión a distancias de hasta noventa centímetros. Sin embargo existen indudables diferencias entre la habilidad de los diversos individuos, incluso los ejemplares más viejos pueden disparar más seguido que los ejemplares más jóvenes que suelen ser mucho más torpes.
En el acuario de Steinhart llevaban a cabo una exhibición en una pecera con ciento cincuenta peces arquero. A la hora de alimentarlos bajaban el nivel del agua y pegaban en el vidrio interior pequeños trozos de salchicha. Los peces entonces comenzaban un bombardeo contra el vidrio que lograban que los 200 gramos de comestible cayeran al estanque en apenas quince minutos.
El sistema de caza suele ser comunitario. En ocasiones se han observado a varios ejemplares disparando sobre una misma presa, al caer ésta al agua será engullida por el pez que se encuentre más cerca aunque no haya sido éste el que dio en el blanco. De esta manera los ejemplares jóvenes más torpes para disparar pero más ágiles en sus movimientos se podrían ver compensados. Como un dato extra el pez arquero se adapta fácilmente al agua dulce o salobre.
«No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce»