Teniendo en cuenta que en el mar la lucha por la supervivencia es permanente y que la ley de: «el pez grande se come al chico» se cumple indefectiblemente, es lógico pensar que serán menos los animales que lleguen a adultos en cualquier especie. Si nos basamos en que los ejemplares adultos serán los más aptos para la reproducción, llegaremos a la conclusión que la supervivencia corre peligro amenazando la extinción de la especie.
Los meros han encontrado una solución a este dilema. Esta especie posee hermafroditismo sucesivo, esto significa que cambiará su sexo a medida que el animal vaya creciendo. Todos los meros al nacer son hembras funcionales y lo serán hasta los tres años de edad. De los tres a los cinco años permanecerán asexuados y de los cinco años en adelante se convertirán en machos funcionales. Teniendo en cuenta que se requiere menos cantidad de machos para fecundar los huevos de una mayor cantidad de hembras el círculo de la reproducción cierra perfectamente por lo que en una determinada zona vivirán más machos que hembras ya que serán menos los ejemplares que lleguen a adultos. Estos machos adultos llegan a alcanzar los dos metros de longitud.
Los meros no se desplazan en cardúmenes sino que viven solitariamente y se refugian en cuevas en el coral para evitar el ataque de los depredadores. Durante años estos mansos y amistosos animales fueron acosados por los cazadores submarinos que, al llegar al fondo los encontraban dentro de sus cuevas lo que los convertía en presas fáciles. En esta era, en que los buzos prefieren sacar fotos a arponear peces, los meros se convierten en los grandes amigos del fondo, se acercan a los buceadores a quienes acompañan en sus visitas y reciben con agrado la comida que ellos depositen en sus grandes bocas.
«No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce»