La sola mención de la palabra «piraña» nos da una imagen de salvaje crueldad, vértigo y sangre. Nos brinda la idea de un conjunto de pequeños peces que pueden dar cuenta, en pocos minutos, de una vaca que tuviera la desgracia de caer al agua .
Se creería que las pirañas son animales sumamente voraces, que no tienen límites a la hora de comer y tragan todo lo que tienen a su alcance. Pero esto no es así. Si una piraña, ante la posibilidad de la superabundancia alimenticia, se lanzara en un banquete desenfrenado hasta hincharse de comer y engordar sin límite, quedaría falta de reacción, sumamente lenta y expuesta a ser atrapada por otros depredadores, incluso por otras pirañas. La razón por la que acaban rápidamente con un animal de tamaño considerable se debe a la gran cantidad de pirañas que habitan en la misma zona, no a lo que coma cada ejemplar por sí mismo.
Pero en los ríos donde ellas habitan, la abundancia de alimento no suele ser una constante; por el contrario, el alimento baja por el río en oleadas. A un día con gran abundancia de peces le pueden seguir varios días de hambruna en los que sólo podrán alimentarse las pirañas más aptas. El dilema parece ser: Si comen mucho quedan expuestas, si comen poco tal vez no tengan reservas para superar la hambruna del día siguiente.
Estos singulares depredadores resuelven este problema de una forma tan ingeniosa como aterradora. Ante la abundancia de peces, la piraña atacará a un solo ejemplar por vez comiéndole sólo la cola y las aletas, atacando luego a otro pez y a otro de la misma manera. Los peces que sean víctimas del ataque, que permanecerán vivos por varios días, serán depositados uno al lado del otro , indefensos, en el fondo del río sin posibilidad de escapar o esconderse. La piraña montará una guardia permanente defendiendo su «despensa viviente» de la que cada día irá tomando un ejemplar para su sustento. Lo necesario para subsistir sin perder su agilidad, su poder de reacción ni extinguir a sus presas.
En estos momentos, en un río templado, una piraña vigila celosamente a un grupo de peces sin aletas que, convertidos en reserva viviente, esperan su destino. No es crueldad innecesaria ni abuso de fuerzas, es simplemente una piraña intentando sobrevivir. Tal vez como nosotros, tal vez diferente. Carente de inteligencia pero dueña de aquello a lo que los humanos solemos llamar «sentido común».
«No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce»