Desde el Big Bang, o gran estallido que, según las más modernas teorías fue el origen del universo, el Sol ha expandido unas 200 veces su masa de hidrógeno. Alguna vez, sin embargo, comenzará a contraerse, estallará en forma de supernova, y se convertirá en una estrella de neutrones.
Hace unos 4600 millones de años se conformó el sistema solar, siendo el sol su centro, formando parte de la galaxia Vía Láctea. Está constituido en uno 82 % por hidrógeno y en un 17% por helio (dos gases livianos), el 1% que resta se compone de elementos químicos en estado gaseoso (hierro aluminio, magnesio, calcio, oxígeno, nitrógeno y carbono).
El sol tiene un diámetro de 1.391.000 km., unas 109 veces mayor que el de la Tierra; su temperatura es de unos 5700º C en la superficie, y de diez a quince millones de grados en el núcleo; rodeado por 3 capas (fotosfera, cromosfera y corona) que conforman su atmósfera.
El Sol se traslada por el espacio junto con todo el sistema solar a la vez que gira sobre si mismo, cumpliendo una vuelta completa alrededor del eje de la Vía Láctea en 220 millones de años. La rotación alrededor de su eje se completa en 25 días, dándose en el mismo sentido que la Tierra, o sea de Oeste a Este (desde la Tierra se observa el movimiento opuesto).
Que el Sol se perciba como una estrella amarilla se debe a que la atmósfera de la Tierra absorbe la luz azul del espectro cromático, llegando a la Tierra (especialmente al atardecer) las radiaciones rojizas o amarillas.
Alrededor de 150 millones de Km. es la distancia media entre el Sol y la Tierra.
Las actividades del Sol inciden directamente sobre ciertos fenómenos físicos de la Tierra: aparición de manchas solares o regiones más oscuras en la fotosfera; el viento solar y las erupciones de gas incandescente proyectadas al espacio exterior desde la superficie del sol. En nuestro planeta eso se refleja con tempestades magnéticas: se perturba el magnetismo terrestre afectando los instrumentos y las comunicaciones. La radiación ultra violeta y de rayos X del Sol dota de carga eléctrica (ioniza) los átomos de la parte superior de nuestra atmósfera.
La atmósfera solar
La fotosfera es la capa más interna de la atmósfera solar con 400 km. de profanidad. Pueden distinguirse en ellas unas regiones oscuras, las manchas solares, cuyo aspecto se debe a que se hallan a menor temperatura que el resto. Estas manchas son perturbaciones periódicas de la fotosfera, apareciendo siempre en las mismas áreas cada doce años.
La cromosfera es la siguiente capa, es transparente con un espesor de 10.000 a 16.000 km. Luego está la corona, con 1.000.000 de km. de profundidad, apareciendo durante los eclipses como un halo blancuzco.
El sol se haya en actividad constante. Que la intensidad del brillo varíe se debe a diferencias de temperatura causadas por la convección de las capas más externas de la atmósfera solar. Se llama convección al movimiento de grandes masas de gases ocasionado por la diferente densidad que da por resultado un aumento del calor.
Desde la cromosfera o zona fría, de color rojizo debido a la emisión de hidrógeno, asciende a la corona enormes chorros de gases incandescentes; su trayectoria se modifica a impulso de las líneas magnéticas de fuerza solar, asumiendo forma de serpentinas, arcos o espirales. La corona, siendo la capa más superficial de la atmósfera solar está en permanente movimiento, se activa por ondas de choque que empiezan en la fotosfera y atraviesan la cromosfera. Cuando la corona se expande en el espacio da lugar al viento solar, fenómeno que es consecuencia de la mezcla de electrones de movimiento rápido, protones, núcleos de helio y otros iones-átomos. Todos ellos poseen carga eléctrica que se irradia al conjunto del sistema solar e incluso más allá. Tres o cuatro días tarda el viento solar en cubrir la distancia que separa el Sol de la Tierra, a una velocidad de 500 km. por segundo.
El núcleo
La actividad más importante del sol se halla en el centro. Allí la temperatura alcanza unos 15.000.000 de grados centígrados. Dicho calor reduce los átomos de hidrógeno a su núcleo, provocando que el interior del Sol sea un mar de protones. Los protones son partículas que constituyen por sí solas el núcleo de todo átomo de hidrógeno, formando parte también de los núcleos atómicos de todos los elementos; normalmente se rechazan entre sí, pero a niveles de temperatura y presión elevadas, se unen (fusión nuclear).
La fusión consiste en una cadena continua de fenómenos a cuyo término los núcleos atómicos de hidrógeno se convierten en átomos de helio. Durante este proceso, se libera gran cantidad de energía, canalizada en forma de radiación gamma de onda corta y de ondas hertzianas (rayos x). Esa radiación se absorbe por el núcleo del Sol y parte de ella es remitida al exterior.
Para llegar a la superficie la energía que se genera en el centro solar tarda decenas de miles de años. Luego de recorrer unos 600.000 km. desde el centro, comienzan a formarse los verdaderos átomos de hidrógeno y helio, irradiando energía en forma de luz y calor.
Estabilidad garantizada
A pesar de todos estos fenómenos, el Sol tiene determinada estabilidad. Sus cambios más significativos han influenciado sobre la Tierra como en la aparición de períodos de glaciación, debido a menor cantidad de radiación solar.
Como sucede con todas las estrellas, el Sol morirá al cumplir su ciclo natural; esto marcará el fin de la vida sobre la Tierra, pero pasará inadvertido para el resto del universo. De todas maneras su existencia recién comienza y al Sol le quedan aún 11.000 millones de años de energía.