La ballena franca
austral conserva vanos misterios.
Por ejemplo, no se sabe con certeza
qué ruta sigue después
de mayo, cuando se alejan de la costa
patagónica argentina para alimentase.
El nombre científico
de esta especie -declarada Monumento
Natural Nacional en la Argentina-
es eubalaena australis y que la hembra
es más grande que el macho:
mientras que las primeras miden unos
13,5 metros y pesan alrededor de 35
mil kilos, los machos adultos llegan
-a -los
12,5 y a un peso de 30 mil.
Llevada
al borde de la extinción por
los cazadores, en los últimos
años, sin embargo, la especie
tuvo una lenta recuperación.
En la zona de Península Valdés,
las hembras adultas tienen una cría
cada tres años. Y aunque no
se pueda confirmar si alguna vez se
ha visto el nacimiento de una ballena
franca, sí se tiene alguna
idea sobre el ciclo reproductivo de
este animalito.
Por
ejemplo, que varios machos compiten
por una misma hembra y así
es prácticamente imposible
determinar cuál de ellos engendró
el ballenato. El período de
gestación es de unos 12 meses
y la mayor cantidad de alumbramientos
se da entre julio y setiembre. Los
ballenatos son capaces de nadar a
poco de nacer, pero para alimentarse
deben sumergirse debajo de su madre.
Durante
la primera etapa de su vida, los ballenatos
son celosamente cuidados por sus madres.
Con la madurez, comienzan a alejarse
cada vez con más frecuencia
y a distancias más considerables,
aunque el contacto no se pierde hasta
que la cría llega a la categoría
de subadulto.
Otra
de las exclusividades de la ballena
franca son las callosidades. Su distribución
es distinta en cada ejemplar y se
utilizan en la identificación
de cada individuo. Casi una huella
digital, los ballenatos nacen con
las callosidades perfectamente definidas.
Estas callosidades son, en realidad,
enormes cantidades de ciámidos,
unos diminutos crustáceos de
la misma clase de los cangrejos y
camarones, de hasta un centímetro.
Estas formaciones les dan una tonalidad
blanca, anaranjada, amarilla o rosada.
Es
interesante disfrutar en los mares
del sur, de los juegos de la ballena
franca, de sus saltos y golpeteos
en el agua y de esa extraña
acrobacia que consiste en mantener
sus aletas caudales fuera del agua
para perder calor, posición
en la que pueden estar durante más
de diez minutos. Sus pieles son elásticas
y lisas, negras o pardas, según
la ocasión, y guardan una gruesa
capa de grasa.
La
ballena franca se alimenta principalmente
de plancton, pequeños invertebrados
marinos. Y no tiene dientes sino barbas,
unas placas rígidas insertadas
en cada mandíbula superior
que se disponen como si fueran peines
sobre cada lado.
El
hombre es el único responsable
de haber llevado a la ballena franca
al borde de la extinción. Pero
también se sabe que la reproducción
espaciada y un alto índice
de mortalidad perinatal contribuyen
poco y nada a la conservación
de la especie.
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