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Como la mona

gorila

Los monos tampoco están a salvo. Según prestigiosos especialistas en primates, en diez años, los 650 gorilas de montaña y los 25 mil orangutanes que sobreviven en el mundo podrían desaparecer. La ONU intenta protegerlos.

Para salvar las especies se necesita mucho dinero. LA ONU cedió un millón de dólares para proteger a gorilas y orangutanes de la extinción.

Los monos pequeños también están amenazados. Existe una red ilegal que los captura para venderlos como mascotas.

Para los orangutanes, el mayor peligro es la tala indiscriminada en las reservas de Borneo y Sumatra, en Indonesia.

Aunque cada vez son más las organizaciones internacionales que se ocupan de protegerlos, la cuenta regresiva comenzó. Sólo en Sumatra desaparecen mil orangutanes por año.

Desde que Dian Fossey se internó en el África para estudiar a los gorilas en la niebla, ninguna noticia sobre monos impactó tanto como ésta: en diez años tal vez ya no quede ninguno de ellos sobre la Tierra. ¿Lamentable? ¿Increíble? ¿Salvaje? Demasiado tarde para lágrimas.

A los monos les va como la mona porque a nadie se le ocurrió -hasta ahora- que la tala indiscriminada de árboles, el comercio ilegal de su carne y la caza furtiva los pondría a un paso de la extinción. Mientras quedaban árboles en pie siempre había una buena razón para voltearlos. Mientras quedaban millones de gorilas y orangutanes en montañas, llanuras o selvas, siempre había una buena razón para someterlos al ultraje de la captura y la decapitación para consumir su carne. Ahora, los resultados de tanta falta de previsión y sensibilidad se pueden palpar a grandes distancias. Según estadísticas de impacto ambiental, elaboradas por la UNESCO, sólo un tercio de los hábitats naturales se mantiene a salvo en nuestro planeta. Y de aquellos millones de grandes monos (así se denomina a los gorilas, orangutanes y chimpancés) sólo quedan miles. En el alarmante caso de los gorilas de montaña, menos que eso: son apenas 650. Al orangután rojizo peludo de Indonesia (el único gran mono antropoide de Asia) no le va mejor: en el año 900 había más de un millón de ejemplares; ahora resisten 25.000.

gorila

En la ONU, que por lo general no sé ocupa de estos temas, esas cifras cayeron muy mal y movilizaron a varios grupos de especialistas en todo el mundo. Uno de sus nuevos programas ambientales es el resultado de esta situación de emergencia. Se llama Great Apes Survival Project (Proyecto para la Supervivencia de los Grandes Monos) y pretende salvar a los monos amenazados. Al frente de semejante iniciativa está el director Klaus Toepfer, uno de los hombres más sensibilizados con el mal trance que atraviesan los grandes simios: "No podemos quedamos con los brazos cruzados mientras estas maravillosas criaturas -con las cuales tenemos en común un 98% de ADN- se están muriendo". Pero, se sabe, las buenas intenciones no son suficientes. Cuando se trata de salvar a las especies, los deseos de cambiar las cosas necesitan estar acompañados por grandes cantidades de dinero. Varios miles de dólares. Millones en otros casos.

Por el momento, la ONU ya cedió un millón de dólares para reforzar los programas de reservas ubicadas principalmente en África y en Asia, los continentes donde se distribuyen los hogares azotados de gorilas y orangutanes, los grandes monos sobre los que pesa la amenaza máxima. Y éste es sólo el comienzo; se calcula que en los próximos años, la suma podría triplicarse.

El dinero no solamente serviría para que los voluntarios que trabajan en las reservas cuenten con mayor apoyo logístico y tengan todo el material necesario a disposición. Según algunos jefes de organizaciones ambientalistas, los grandes monos precisan algo más que comida y atención. "Estamos en emergencia. Tener a salvo a los ejemplares que sobreviven es una de las prioridades, pero no la única. Lo que necesitamos es cambiar la mentalidad de las personas que viven en los lugares donde gorilas y orangutanes tienen su hábitat natural. En países del África y del Asia, las personas aceptan como algo natural el tema de la caza y comer su carne. Necesitamos dinero para iniciar planes que nos ayuden a cambiar los hábitos culturales de toda esa gente", advierte Klaus Toepfer. La tarea, que pareciera sencilla en tiempos de auge de conciencia ecológica, no es nada fácil "En esos rincones del mundo, como en muchos otros, la ecología todavía es considerada una disciplina snob que no ayuda a comer o a paliar enfermedades o guerrillas".

Con sus pelos oscuros, rebeldes y ásperos, el gorila de montaña es el primer candidato a proteger. Sólo quedan 650 y la mitad de ellos vive en las montañas de Virunga, en el norte de Ruanda, pleno corazón del África que no conocemos. Es una mole vegetariana que apareció varias veces en televisión. La conservacionista Dian Fossey, que falleció en 1985, fue una de las encargadas de difundir su imagen y lanzar uno de los mensajes más emotivos para ayudar a salvarlos. El libro y luego la película Gorilas en la niebla hicieron que el público comprendiera cuánto se parecen hombre y gorilas. Pero la buena de Dian, pese a sus enormes esfuerzos, no fue la pionera en intentar develar secretos de nuestros primos hermanos peludos. Ya en el siglo XIX Ios científicos George Schaller y Carl Aiken fueron los primeros en arriesgarse en los senderos africanos para encontrar al protagonista de infinidad de leyendas. Los antiguos habitantes de Ruanda vivían aterrados por la presencia de un "enorme ser peludo, sanguinario, capaz de descuartizar a los hombres miembro por miembro", según la transcripción de uno de los relatos. La fiereza pudo ser comprobada por Schaller y Aiken, quienes encontraron a estos irascibles animales y fueron los encargados de realizar las primeras descripciones serias de su anatomía y comportamiento.

Hasta la aparición de Dian Fossey, una investigadora que se propuso demostrarle al mundo lo inteligentes que eran sus amigos simiescos, las anécdotas que rodeaban a los gorilas sólo tenían relación con sus raptos de ira. Las fabulaciones llegaban tan lejos que hasta los hacían responsables de varios secuestros de niños. Ninguna de esas acusaciones pudo ser comprobada. Porque lo de Tarzán, se sabe, fue sólo fruto de la imaginación de Edgar Rice Burroughs y por lo qué cuenta en su difundida historia, los grandes simios trataron de maravillas al futuro Rey de los monos.

"Ya nadie duda de que los gorilas son criaturas nobles. Y que, además, se parecen mucho al hombre", comenta lan Redmond, presidente de la Asociación para la Defensa de los Monos. La aseveración es cierta inclusive en términos biológicos. Los orangutanes tienen el 96,4% de nuestro ADN y los gorilas, el 97,7%. Aunque, de todos modos, el que tiene más afinidad en cuanto al ADN es el chimpancé, con 98,4%. Pero es el gorila, sin dudas, el más inteligente de los tres. Y el más glotón: puede comer 30 kilos de comida por día. Además, se comprobó fehacientemente que tiene conciencia propia, que es inteligente y que puede comunicarse con señas y símbolos. Tal vez, uno de los ejemplos más abrumadores de esos atributos es la gorila Koko, la estrella de la organización The Gorilla Foundation, que se dedica a protegerlos. Durante 25 años fue entrenada para comprender más de 2.000 palabras en inglés y comunicarse a través del lenguaje de signos que utilizan los humanos. Muchos cibemautas todavía recuerdan cuando, hace tres años, su entrenadora Francine "Penny" Patterson la puso en contacto con miles de curiosos a través del chat. Koko no estuvo a la altura de las circunstancias pero se convirtió en la primera gorila online.

Con tantas virtudes, cuesta entender cómo puede ser posible que de los millones de gorilas que existían en la antigüedad ahora sólo queden 650 repartidos en Uganda, Zaire y Ruanda. La principal amenaza que enfrentan es la tala indiscriminada de los bosques de montaña, el lugar donde viven, y el comercio ilegal de su carne, que moviliza 900 millones de dólares al año. Las leyes de los países donde viven los gorilas son estrictas en cuanto a las penalizaciones para quienes violen sus santuarios, pero los cazadores furtivos encuentran en esas prohibiciones otra cuota de emoción para su salvajismo. Matan y decapitan a los gorilas para vender su carne a razón de 60 dólares el kilo o, haciendo una rebaja, cobrando 455 dólares por todo el cuerpo. Para algunos científicos este acto -teniendo en cuenta las similitudes que tiene ese animal con los humanos- sería un rapto de canibalismo. Con las manos del pobre animal también aumentan sus ganancias: fabrican ceniceros que cotizan en 120 dólares. Estos datos que erizan la piel fueron detonantes de muchas protestas. Una de ellas, encabezada por la prestigiosa conservacionista británica Jane Goodall, fue categórica. Condenó la liviandad de las autoridades africanas para enfrentar sus problemas de vacío legal y condenar así con todo el peso de la ley a los infractores y anunció otra fecha catastrófica. Dijo que si no se toman medidas inmediatas para proteger los grandes simios, en el 2010 será tarde. Es decir, coincide con la fecha apocalíptica que maneja la ONU como desaparición de gorilas y orangutanes.

Precisamente, para los orangutanes el futuro tampoco es feliz. Para ellos, el mayor peligro es la tala de árboles en los parques nacionales de Borneo y Sumatra, los lugares donde se asientan sus mayores reservas. Ellos también eran más de un millón hace dos siglos. Ahora, con suerte, quedan apenas 25.000. Pelo rojizo, largo y salvaje y cara de somnoliento, el orangután está más rodeado de leyendas que su primo el gorila. Su nombre, en el antiguo malayo, significa "hombre de los bosques" y no hace alusión sólo a ciertas características físicas. También algunas de sus costumbres tienen que ver con nosotros. Sus crías, por ejemplo, dependen absolutamente de los cuidados de sus padres hasta por lo menos los 7 años de edad. Solitario, huraño y prácticamente omnívoro (en cautiverio puede comer galletitas, tartas, yogur y hasta chupetines), comparte además otro rasgo con los humanos. Es el único de los grandes monos que tiene la misma cantidad de costillas que el tórax humano. Y también es capaz de refunfuñar con ganas cuando algo lo enoja.

orangután
Tantas coincidencias tienen un porqué. Hace seis millones de años, cuando hombres y monos todavía no habían compartido ni un solo amanecer, un ancestro común bajó de los árboles en la espesa selva africana y se puso en dos patas. A partir de ese crucial momento, toda su descendencia fue marcada a fuego para ocupar un lugar importante en la escala evolutiva. Lo primero que ocurrió fue que se separó en dos grandes ramas (no de árboles precisamente sino evolutivas). Una de ellas fue el comienzo de la gran familia de homínidos que desembocarían en el hombre actual hace aproximadamente 1 millón de años. La otra de las ramas también tuvo su lugar importante en la historia de la vida sobre la Tierra.

Fue el origen de lo que en la actualidad se denominan grandes monos. Es decir, los gorilas, orangutanes y los chimpancés actuales. Entonces, ninguna duda: son nuestros auténticos primos. Venimos del mismo antepasado y de la misma época. Este concepto, que los biólogos consideran sin reparos también fue aceptado, aunque de manera inconsciente, por el hombre antiguo. En los miles de kilómetros de selva tropical ubicada en Borneo y Sumatra, los hombres antiguos convivían con los orangutanes sin problemas. Es decir, no se reunían en las viviendas ni compartían salidas de fin de semana pero los respetaban. Los antiguos malayos sabían que unos kilómetros más allá, tal vez en el recodo de un riacho, vivía un clan de "hombres del bosque" y a nadie se le ocurría ir hasta allí para hostigarles o quitarles territorio. Vivían en armonía.

En los bosques de las montañas africanas ocurría algo similar. Pese a las leyendas que hacían referencia a los rasgos violentos del irascible gorila, el hombre primitivo lograba transformar ese temor en convivencia y nunca violaba las fronteras que separaban sus territorios. Pero los tiempos cambian y ahora las crónicas modernas hacen referencia a invasiones de territorio, a destrucción, a matanzas, a comercio ilegal de su carne. A la crueldad.

En 1993, en la reserva Leuser, al norte de Sumatra, en Indonesia, había 12.000 orangutanes. Era el lugar con mayor población de esta especie. Un verdadero paraíso. En estos últimos años las pérdidas fueron muy grandes. En 1998 y 1999 desaparecieron hasta 1.000 ejemplares por año. Ahora queda menos de la mitad de aquella cifra. Para quienes estudian este angustiante momento de los monos, los casos de los gorilas y orangutanes no son los únicos. "Yo no quisiera dar una opinión tan categórica sobre el peligro que corren", anticipa Gabriel Zunino, investigador del Museo Argentino de Ciencias Naturales. "Por otra parte, considero que existen prioridades de conservación que nos afectan más directamente y se refieren a la flora y fauna argentina. Entre los monos que viven en nuestro país, el aullador rojo se encuentra en situación crítica por causa de su distribución restringida y la desaparición continua de la selva misionera", comenta Zunino, un verdadero experto en el tema. La lista, según sus observaciones, no acaba allí: "El mirikiná y el caí también enfrentan la seria destrucción de su hábitat. El aullador negro, considerado como abundante y que vive a lo largo de las selvas del Paraná y el Paraguay también tiene su hábitat fragmentado por las obras de ingeniería ya realizadas, como la de Yacyretá, y por las previstas, como la del Paraná medio e Hidrovía. Estas especies no tienen el carisma de los grandes antropoides pero no por eso deberíamos sentamos a esperar que desaparezcan de la Argentina".

Bosques arrasados por incendios que podrían haberse evitado. Tala indiscriminada de árboles. Comercio ilegal de su carne. Caza furtiva. En definitiva, una feroz destrucción de su hábitat. A eso se enfrentan los pequeños y grandes monos. Cada vez son más las instituciones a nivel mundial que se ocupan de protegerlos. Pero esta vez la cuenta regresiva parece no dar tregua. La coincidencia es total. En diez años, los pelilargos orangutanes y los temerarios gorilas podrían dejar de enriquecer nuestros paisajes. Y sumarse a la angustiante lista de animales en peligro de extinción. Esa lista que ya no sorprende a nadie. La que nadie quiere integrar.

Alerta máxima
Los monos pequeños también están en peligro

por Shirley Mc Greal

mono pequeño

A menos que se produzcan cambios drásticos, creo que la totalidad de los monos silvestres ya no existirán dentro de 100 años. Sus hogares en la selva son destruidos principalmente por las corporaciones multinacionales. Los empleados de empresas de forestación suelen cazados o comprar su carne a los cazadores. Cuando estuve en un mercado junto a la estación de tren Yaounde, en Camerún, vi varios monos a la venta, algunos ahumados y otros intactos.

Los animales pequeños corren otros peligros: son atrapados para el comercio internacional. Son populares como mascotas porque sus crías son adorables. Los gibones, por ejemplo, viven muy alto en los árboles, son pequeños y ágiles, de modo que son más difíciles de cazar que los monos grandes. El cazador tiene que dispararle a la madre que vive en la copa de los árboles (a diferencia de los monos más pesados que viven más abajo). El objetivo del cazador es matar a la madre y esperar que el bebé se suelte y caiga al piso. Algunas madres y crías de gibones mueren por los disparos; otras por la caída, y algunos cuerpos quedan atascados en los árboles. Los pobres animales se hacen heridas horribles. Se estima que por lo menos 20 madres y crías mueren por cada bebé que termina en cautiverio. Lo triste es que los gibones son fáciles de localizar por la melodía de sus cantos.

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