Principio
y fin. Así, hasta que
alguien demuestre lo contrario,
se rigen las cosas. Pero dejar
de ser útil, diría
una lata vacía y aplastada
en la calle, no significa dejar
de existir. Eso le pasa a la
mayoría de los objetos
que a diario se encargan de
abultar las enormes bolsas de
basura domiciliaría.
Luego de ser usados debidamente,
empiezan un nuevo camino. Tal
vez menos feliz, pero sin dudas
más largo y lleno de
sorpresas.
Sólo
en Capital Federal y Gran Buenos
Aires, según datos del
Gobierno de la Ciudad y CEAMSE,
se recolectaron en el primer
semestre de este año
988.568 toneladas de residuos,
lo que da una cifra de 1,5 kg.
arrojados en un día por
cada habitante.
Latas y peines
usados, biromes que se quedaron
sin tinta, zapatillas que ya
no quieren caminar más,
vasos que cayeron en un descuido,
muñecas articuladas que
perdieron sus encantos: todos
celebran la última reunión
en el estrecho monoambiente
de una bolsa de plástico.
Y no están solos: se
mezclan con restos de comida,
papeles y cajitas varias y otros
desechos que nadie quisiera
tener cerca.
Para las
empresas que se encargan de
recolectarlos, la composición
de los residuos se puede llevar
a porcentajes. "Existe
en ellos, entonces, un 51,5
por ciento de desechos de alimentos;
2 de material de demolición;
2,7 de telas; 1,8 de maderas;
17,4 de papel; 14,5 de plástico;
3,1 de metales, y 6 de vidrio.
Esas cifras,
que pertenecen al ámbito
de la provincia de Buenos Aires,
no difieren mucho de las que
arrojan otras capitales del
mundo. Una vez tirados y embolsados,
son llevados a lugares donde
se los extiende y tritura y
luego se los recubre con tierra.
Ese método, que tiene
atacantes y defensores, es el
que permite que la basura siga
más o menos el mismo
camino: su degradación
bajo tierra.
Sin embargo,
el modo en que cada uno de los
objetos inicia su camino de
transformación no es
el mismo. Cada uno tiene oportunidad
de separarse en diferentes componentes
y tomarse el tiempo que le sea
necesario. La que empieza a
luchar a brazo partido, a partir
de ese momento, es la naturaleza
con su ejército de hongos
y bacterias. Y para ella, ese
trabajo no tiene nada de natural.
Todo lo contrario. Eso pasa
porque en su vocabulario, en
realidad, la palabra "residuo"
o "basura" no existe.
En cualquier
proceso biológico, todas
las sustancias se transforman
en alimento para otra especie.
Y para cumplir con esa misión
utilizan elementos simples como
el anhídrido carbónico,
las sales minerales y hasta
el calor del Sol. En esa transformación
no existe un ápice de
contaminación porque
es algo que viene ocurriendo
desde el principio de los tiempos
y a la naturaleza no le produce
ningún esfuerzo extra.
Fue recién
a partir del comienzo de la
actividad humana que las cosas
cambiaron. Desde entonces existen
desechos que no se pueden eliminar
(como las moléculas que
integran los plásticos
en general), y otros que lo
hacen tan lentamente (como las
latas) que se acumulan a un
ritmo vertiginoso. Y lo que
es peor: producen nuevos elementos
que finalmente no encuentran
ninguna vía de degradación
natural y además contaminan
el ambiente y amenazan con agotar
los recursos naturales.
En los años
70, a instancias del antropólogo
William Rathje, apareció
en escena la basurología,
disciplina encargada de analizar
sociológicamente los
restos de residuos de las ciudades.
El investigador utilizó
los laboratorios de la Universidad
de Arizona, en los Estados Unidos,
para saber qué cosas
se consumían más
y entender cómo se degradaban
diferentes objetos. Pese a las
investigaciones, las cifras
de cuánto tardarían
los objetos en comenzar un proceso
de formación, en muchos
casos, todavía son estimaciones.
Hay muchos
elementos que existen desde
hace menos de 40 años,
como el caso de algunos materiales
sintéticos, de los que
es difícil saber si estarán
presentes sin transformarse
durante 100, 200 o 500 años:
nadie estará allí
para contarlo. De lo que se
tiene certeza es de cómo
trabaja la naturaleza para descomponer
cada objeto. Para hacerlo cuenta
con hongos y bacterias del suelo
que están presentes por
millones en cada gramo de suelo.
Producen enzimas que fragmentan
los desechos orgánicos
en pequeñísimas
unidades que reciben el nombre
de monómeros. El tiempo
que tarda en destruir cada desecho
varía de acuerdo con
diversos factores. El clima
es uno de los más importantes.
Pero también lo es el
lugar donde fue arrojado el
residuo. No es lo mismo una
playa que un bosque espeso con
escasa luz. La temperatura también
es vital. El frío frena
los procesos de degradación
y el calor los acelera. Y a
veces, si la basura está
comparada y enterrada, es difícil
que le llegue el oxígeno,
un agente importante para transformarla.
Así de duro es el fin
de las cosas.
Cada cual
atiende su juego
Por
Antonio Elio Brailovsky
Ecologista. Defensor del Pueblo
adjunto de la ciudad de Buenos
Aires.
Las empresas
deberían ocuparse del
destino final de los envases
de sus productos.
Estamos tan
acostumbrados ala cultura del
"úselo y tírelo"
que nos cuesta acceder a la
simple idea de que en la naturaleza
no hay basura. Todo lo que un
organismo vivo descarta es utilizado
inmediatamente por otro. Respiramos
oxígeno, que es un producto
de desecho de la respiración
de las plantas. Y las plantas
construyen sus tejidps con el
dióxido de carbono que
nosotros expulsamos.
¿De
qué manera podemos imitar
a la naturaleza y volver más
sustentables las ciudades? Lo
primero es dejar de echarle
la culpa a la víctima.
La gente común está
todo el tiempo preguntando cómo
hacer para reciclar. Tanto que
son muchos los municipios (no
sólo en países
del Sur) que piden a la gente
que tire la basura en forma
discriminada, mientras ellos
la vuelven a juntar cuando nadie
los ve. Tenemos que establecer
la responsabilidad de las empresas
sobre el destino final de los
envases en los que vienen muchos
de los productos que consumimos.
En los países de la Unión
Europea, los envoltorios de
los productos electrónicos
se los lleva la empresa que
los vende, en vez de que queden
tirados junto a un árbol.
Y las empresas que tienen una
organización capaz de
dejamos una botella llena de
algo en la esquina de nuestras
casas tienen que ser obligadas
a llevarse de vuelta esa misma
botella cuando esté vacía.
¿Cuanto
tiempo demora la naturaleza
en transformar...?
|