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Páramo.
Don Luis Lígori,
encargado del puesto La
Obligación, recorrió
ayer la zona incendiada,
a poca distancia de su vivienda. |
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Un
vehículo de Guarda-parques
inspecciona el pedemonte. |
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A don Luis Lígori todavía
le quedan ganas de hacer chistes. El
puesto donde vive, La Obligación,
fue uno de los más comprometidos
en los incendios que comenzaron el lunes
por la tarde, pero así y todo,
habla como si nada hubiese ocurrido.
Yo no sé por qué
hicieron un fuego tan grande si sólo
querían comer un asadito,
bromeó, mientras daba la bienvenida
a su casa a periodistas y a dos guardaparques.
Con los incendios controlados en
todos sus focos -en el pedemonte cercano
a la Ciudad sólo quedaban llamas
en un pequeño cerro-, la situación
era ayer más calma que el lunes.
Lígori vive solo en el puesto.
Con más de 60 años,
dice que ya está acostumbrado
a las quemazones porque desde
que tengo uso de razón mi padre
tenía puestos. Por eso
al ver las llamas no se le movió
un pelo, ni por la casa ni por su
propia vida. Lo único
que me dio miedo fue que les pasara
algo a los perritos, porque yo me
las arreglo para correr y con las
cosas materiales ni fu ni fa,
comentó.
A diferencia de otros puesteros de
la zona, don Luis lleva adelante un
criadero de perros dogo. Los
dueños vinieron anoche y se
llevaron a la Ciudad a los 12 que
quedaban, contó mientras
señalaba los caniles vacíos.
Ahora, y hasta que pase el riesgo
sólo conserva a Dogui, una
hembra viejita, y a Yaqui, un macho
que no es dogo. Y que según
él mismo cuenta entre risas,
se llama así porque Yaqui
nadie lo quería me lo quedé
yo.
Más allá de las bromas
y de las ganas de charlar del hombre
-que pese a su edad se mueve como
un joven de 20- el fuego pudo haber
destruido todo. Ayer, en la ladera
del cerro pegado a la casa todo era
negro y ceniza. ¿Sabe
lo que va a tardar este árbol
en volver a dar guindas?, preguntaba
retóricamente a medida que
avanzaba por el campo.
Fue recién a las 4 de la tarde
que el hombre notó las llamaradas
y decidió caminar el kilómetro
que lo separa de la tranquera para
abrirla por si alguien llegaba a preocuparse.
De acuerdo con sus comentarios el
viento era tan fuerte que apenas
se podía caminar. Siguió
avanzando hasta que vio a sus vecinos
del puesto Lima, que ya habían
roto la tranquera para ingresar en
defensa del hombre.
Para los Aguirre el del lunes fue
un feriado para el olvido. Por suerte
estaban todos juntos, ya que los padres
de Mauricio, que vive en ese paraje
junto con su esposa y su bebito, habían
decidido ir a almorzar con ellos.
Hacía un calor que ni
se podía respirar. Y cuando
vimos que el fuego avanzaba comenzamos
a echar agua y ripio con palas para
impedir que traspasara el arroyo y
llegara a la casa, comentó
el joven.
Según explicaron los guardaparques
Eduardo Sleme y Martín García,
si las llamas hubiesen cruzado esa
línea, la destrucción
hubiese sido total. Por eso, consideran
que ese recurso estuvo bien pensado.
El fuego avanza hasta donde
le llega el combustible y por eso
se busca una línea sin vegetación
y se lo ataca desde atrás,
explicó Sleme. Según
dijo, es parte de la estrategia de
los contrafuegos, que se hacen con
antorchas o quemadores con el fin
de impedir que las llamas pasen esta
línea de contención.
Durante la noche del lunes se aplacaron
la mayoría de los focos, aunque
ayer al mediodía se habían
reavivado algunos. Pero anoche ya
se habían apagado los focos
del pedemonte, Potrerillos y San Carlos.
Según afirmaron desde la Dirección
de Recursos Naturales, a menos que
llueva (algo bastante improbable por
ahora), los incendios demorarán
unos días en extinguirse completamente.
Defensa Civil, los bomberos, Vialidad
y los guardaparques siguen en alerta.
Y hacen hincapié en la necesidad
de prevención.
20 de agosto de 2003
Fuente:
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