La escena parece
de película. De un lado,
el presidente de el Líbano
abre pomposamente una canilla,
alentado por una multitud de
7.000 personas que gritan de
manera desafiante. A escasos
metros de allí, parapetados
detrás de alambres de
púas, centenares de soldados
israelíes observan el
acto con binoculares. Mientras
tanto, en el cielo, dos cazas
de guerra que partieron desde
Tel Aviv intimidan, rompiendo
la barrera del sonido.
¿Qué
produce tanta tensión?
Es un líquido, que fluye
de la tierra y está a
punto de generar combates en
Oriente Medio. ¿Petróleo?
Error. El gran frente de conflicto
que se avecina en la zona es
por el agua, un recurso que
por lo estratégico ya
ha sido bautizado como "el
oro azul". La primera batalla
parece que se librará
entre Israel y el Líbano.
El miércoles
pasado, el gobierno libanés
inauguró una estación
de bombeo sobre el río
Wazzani para abastecer de agua
a 20 aldeas de la zona que hasta
el año 2000 estuvo ocupada
por tropas de Israel, y hoy
están gravemente afectadas
por la sequía. Pero el
gobierno israelí consideró
la apertura de canillas como
un "acto de guerra"
según las palabras
del propio premier Ariel Sharon
y como "un acto unilateral,
que puede derivar en una seria
escalada" entre ambos países,
como afirmó el canciller
Shimon Peres.
El motivo del
escándalo es un río
que de tan angosto casi parece
un arroyo y que de tan poco
profundo se puede cruzar caminando,
según la descripción
del periodista británico
Robert Fisk. Pero la tragedia
del Wazzani es que no nace y
muere en un mismo país:
desde el Líbano fluye
hacia el sur, hasta desembocar
en el río Jordan y el
mar de Galilea, la principal
fuente de agua de Israel.
El gobierno
israelí pretende que
el volumen de agua que su vecino
extrae del Wazzani cubra sólo
las necesidades de consumo de
los aldeanos de la zona. Teme
que el río disminuya
drásticamente su caudal
y deje de apagar la sed de miles
de israelíes que atraviesan
por un período de sequía
sin precedentes. La iniciativa
es repudiada desde el lado libanés:
el primer ministro, Rafik Hariri
ya advirtió que su país
"tiene la libertad de utilizar
la parte de agua que le corresponde
en la forma que más le
agrade", incluyendo el
riego de sus cultivos.
El Líbano
no está sólo:
Siria amenazó con participar
abiertamente en la disputa y
su aliado musulmán chiíta
en el sur libanés, el
Hezbollah, ya declaró
que "cortará las
manos de Israel" si llega
a usar la fuerza para clausurar
el bombeo de agua. Hezbollah
ha demostrado no tener problemas
en concretar sus amenazas: es
el grupo que solía lanzar
misiles Katiusha contra las
ciudades israelíes. El
problema se magnifica porque
no hay acuerdos bilaterales
sobre el tema. Varios países
han intentado intervenir para
calmar los ánimos. Pero
el Líbano ya ha dicho
que sólo aceptará
una eventual mediación
de la ONU.
Mientras tanto,
el Wazzani, con su lecho de
blancas piedras donde se esconden
pececitos saltarines, ya aplaca
las bocas de los aldeanos libaneses.
Indiferente al bamboleo de tensión
y amenazas de guerra.
20 de octubre
de 2002
Fuente:
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