Fue hace más
de 7 millones de años.
BAHIA INGLESA, Chile
(El Mercurio).- Estamos rodeados de
huesos. Trozos de vértebras,
costillas, discos intervertebrales
y falanges; también de cráneos,
mandíbulas y dientes, todos
entremezclados con la piedra. Son
el testimonio de una carnicería
natural que tuvo lugar entre 12 y
7 millones de años antes del
presente.
Durante todo ese
tiempo la voracidad de los depredadores,
sumada a las corrientes marinas y
una condición geográfica
que contribuyó al depósito
de sedimentos, dieron forma a lo que
hoy constituye el mayor depósito
paleontológico de vertebrados
que se ha descubierto en Chile.
Pablo Quilodrán,
investigador asociado del Museo Nacional
de Historia Natural en el área
de Paleontología, describe
extasiado todo lo que ve a su paso:
"En otros sitios podemos encontrar
el esqueleto fósil de una ballena
completa y no volver a hallar otro
hueso en kilómetros a la redonda.
Pero acá uno pisa huesos a
cada rato, y entre ellos es muy posible
encontrar piezas diagnósticas
(las que sirven para identificar una
especie)".
Hace millones de
años la zona bullía
de una gran biodiversidad, que aprovechaba
un agua rica en nutrientes. Suficientes
para atraer peces, aves y mamíferos
terrestres y marinos. Muy distinto
era el paisaje cuando aquí
reinaba el megalodón. Este
monstruoso tiburón, que alcanzaba
hasta los 17 metros, es el principal
sospechoso de ser el autor material
de tantas víctimas. Por su
tamaño no omitía ni
a las ballenas.
Mártires
de piedra
Removiendo el material,
repentinamente aparece una pieza brillante.
Es un diente de una de las más
de quince especies de tiburón
que frecuentaron esta zona. Quilodrán
comenta al respecto: "Bahía
Inglesa es importante como un testimonio
de la evolución de los seres
vivos porque aquí está
conviviendo el abuelo con el nieto".
Cuesta creer que
toda esta biodiversidad paleontológica
que hemos observado forma parte de
toneladas de material destinado a
molienda dentro de los terrenos de
una mina de fosforita. A principios
de este mes, el Consejo de Monumentos
Nacionales definió un área
de protección de 159 hectáreas
(el sector más rico del yacimiento),
que será excluida de toda actividad
minera.
Pero aunque la molienda
quede restringida, otro elemento preocupante
es la acción de los artesanos,
que han transformado la extracción
de fósiles en una fuente de
dinero, a pesar de que esto está
prohibido por ley. Lo peor es el tráfico
a gran escala, para el que no faltan
los intermediarios. Al final de la
cadena está un coleccionista,
normalmente extranjero, que adorna
su centro de mesa con un cráneo
de delfín.
12 de febrero de 2002
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