Brenda (8) rompe
el hielo y se anima a pasar al frente
para leerles a sus compañeros
la redacción que compuso sobre
la basura. No hay que tirar los
papeles a las acequias porque cuando
llueve se tapan, resaltó
la niña, quien junto a otros
40 chicos de la escuela José
Federico Moreno participaron del programa
educativo A cuidar la ciudad,
que lanzó el municipio capitalino
la semana pasada.
A través de un taller teórico-práctico,
los alumnos de cuarto y sexto años
del EGB 2 demostraron que para ellos
cuidar el medio ambiente no es un
tema menor. A mí me preocupan
los animales, porque con tanta basura
en la calle pueden comer algo y morirse,
aseguró Nicolás (8),
después de escuchar con atención
la clase.
Como este chico, muchos más
entendieron que la población
no es responsable ni solidaria con
el medio que los rodea, por eso aceptaron
jugar con sus profesores para aprender
nuevos hábitos y, después,
concientizar a la gente.
El objetivo es volver a tener la
ciudad más limpia del país,
pero para llegar a la meta, según
contaron los chicos, primero
hace falta que las personas sean más
respetuosas entre sí y, en
segundo lugar, que comiencen a respetar
al medio ambiente.
La clase se puso en marcha, y de
inmediato los profesores convocaron
a dos voluntarios para comenzar con
la actividad. Nicolás (8),
de cuarto año, y Ludmila (11),
de sexto, fueron los elegidos. La
consigna era simple: poder clasificar
la basura.
Con gorros, barbijos, guantes y delantales,
los dos alumnos simularon ser basurólogos,
y tuvieron que separar el plástico
del vidrio, el papel de la madera,
y el aluminio de los residuos orgánicos.
Así los chicos aprendieron
que no toda la basura debe ser eliminada
en una sola bolsa.
A través de este tipo
de talleres queremos enseñarles
a los chicos que la basura está
asociada con el hombre y con sus hábitos
de consumo. Sin embargo, la naturaleza
también produce basura, la
diferencia es que se encarga de transformarla
y volver a utilizarla, explicaron
los dos profesores encargados de la
clase, Delia Sánchez y Alejandro
Julián.
Los docentes también trabajaron
sobre temáticas tales como
la importancia de la recolección
y reciclaje de la basura, además
de profundizar sobre los conceptos
de reusar y reducir cierto tipo de
desechos.
Pero la sorpresa llegó para
los chicos cuando sus profesores les
explicaron que una botella de vidrio
necesita cuatro mil años para
degradarse, en tanto que una hoja
de papel sólo tres meses.
Los chicos llegaron a la conclusión
de que lo más importante tiene
que ver con la educación y
la concientización de toda
la población, ya que los residuos
existieron siempre, pero al finalizar
el siglo XIX se multiplicó
en forma considerable.
Es más, se estudió
todo lo que los argentinos desechaban
y se pudo saber que desperdiciaban
elementos que aún eran útiles,
cosa que no pasaba en otros países,
señaló el profesor.
23 de Junio de 2003
Fuente:
PÁGINAS
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