El 76% del suelo
potencialmente agrícola posee
determinado grado de daño,
En 11 de las 14 provincias hay vestigios
del fenómeno.
|
Una
imagen de la cuenca del
río Cauto en el 2001,
antes de completarse la
reforestación con
apoyo de diversos organismos,
entre ellos el Programa
de la ONU para el Desarrollo.
Pero aún es en las
provincias orientales donde
la desertificación
se refleja con mayor intensidad. |
|
La desertificación ha alcanzado
ya a más de 6 mil millones
de hectáreas en el mundo, afecta
a mil millones de personas y tiende
a incrementarse. Cuba no está
exenta de este problema.
Gisela Alonso, presidenta de la Agencia
cubana de Medio Ambiente, comenta
que aproximadamente el 76% del
suelo potencialmente agrícola
en el país posee un determinado
grado de daño: por erosión,
salinidad o compactación,
según reportes del Ministerio
de la Agricultura (MINAGRI).
Alonso asegura que el origen del
fenómeno, igual que en muchos
otros países, está en
la sobreexplotación, la deforestación
(muchos bosques son talados para dedicar
el terreno a la producción
agrícola o pecuaria) y el uso
intensivo y no racional de los recursos
naturales.
Lo cierto es que actualmente en
11 de las 14 provincias y en el municipio
especial Isla de la Juventud hay vestigios
de desertificación, asegura
María Nery Urquiza, especialista
del Centro de Información,
Gestión y Educación
Ambiental (CIGEA).
Por ello no resulta extraño
que dentro de la estrategia ambiental
nacional este problema esté
catalogado como el principal.
La especialista del CIGEA refirió
que es en las cinco provincias
orientales donde la desertificación
se refleja con mayor intensidad.
Las Tunas por ejemplo
tiene casi el 70% de su territorio
afectado; Granma, en la desembocadura
del río Cauto... Pero es en
Guantánamo donde la situación
se torna más crítica.
La salinización acota
es el factor que más daño
causa a los suelos de esa región.
Mientras, en el otro extremo de la
Isla, en la llanura de la costa Sur
de Pinar del Río, la erosión
provocada por los vientos o la lluvia
es la causante de los mayores estragos.
Anualmente, como consecuencia de ella,
alrededor de 40 toneladas de tierra
por hectárea van a parar al
mar y a los ríos, cuyas aguas
contaminan.
Pero esos volúmenes pueden
aumentar con el paso de un huracán
explica, si las áreas
no están debidamente protegidas,
a lo que habría que añadir
la pérdida de una cubierta
boscosa que tardó 15 ó
20 años en crecer.
Urquiza comenta que fueron catastróficas
las consecuencias del paso de Isidore
y Lili por el occidente de Cuba el
pasado año. No obstante, destaca
que se trabaja en acciones de prevención,
conjuntamente con la Defensa Civil,
el Cuerpo de Guardabosques y el MINAGRI.
Revertir la situación
La especialista del CIGEA rememoró
cómo 15 años atrás
las labores desarrolladas para desalinizar,
recuperar y rehabilitar zonas guantanameras,
han permitido hoy, en la franja costera
Sur de esa provincia, obtener un
cierto rendimiento agrícola,
que es alimento para la población.
Añade con orgullo que ésa
fue una de las experiencias premiadas
en el 2000 por el Programa de Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA),
que la consideró exitosa
en la lucha contra la desertificación
y la sequía en el mundo.
El trabajo acometido en la Cuenca
del Cauto donde en el 2001 se
completó la reforestación
de la franja hidrorreguladora
también ganó premio
en la Conferencia Mundial sobre Desarrollo
Sostenible, celebrada en Johannesburgo,
Sudáfrica.
Cuba cuenta con un programa nacional
de lucha contra la desertificación
y la sequía, coordinado por
el CIGEA y con la participación
de diversos organismos, centros de
investigación, universidades
y comunidades. Además de ir
recuperando las áreas afectadas
e implementar medidas de corte preventivo,
también pretende dar apoyo
y elevar el nivel de vida de la población
residente en esas zonas.
Urquiza, quien se encuentra al frente
de este programa, explicó que
están tratando de reforestar
con las especies autóctonas,
para recuperar la diversidad biológica
de los ecosistemas.
En Dos Ríos, donde confluyen
el Cauto y el Contramaestre y cayó
combatiendo José Martí
por la independencia de Cuba, se trabaja
en el rescate de especies frutales
como el tamarindo, el limonero, la
guanábana, el canistel...,
que conocemos que existían
allí afirma porque
aparecen descritas de alguna manera,
pero siempre de forma muy poética,
por el Apóstol en su Diario
de Campaña.
Antes todas las cercas de los potreros
en esa zona estaban sembradas de marañones
y ahora no hay ni uno. Pero lo más
triste añade Urquiza
es que cuando les preguntas por ese
árbol a muchos niños
de la Cuenca del Cauto, no lo conocen.
La desertificación también
origina erosión del lenguaje.
Conocimientos, voluntad política
y recursos
Para Urquiza, esta batalla se gana
con la participación del campesino.
Hay que lograr que cada uno,
al que se le enseñe algo, se
convierta en un divulgador, multiplicador
de ese conocimiento, de esa experiencia.
Las fincas demostrativas creadas
en la Cuenca del Cauto han resultado
una experiencia formidable en este
sentido.
Los institutos de investigación
enclavados en la zona de la Cuenca
han formado grupos multidisciplinarios
que apoyan a los campesinos que trabajan
en estas áreas piloto para
aprender cómo aplicar determinada
tecnología, amigable con el
medio ambiente.
Sin duda, como opina la Presidenta
de la Agencia de Medio Ambiente, para
enfrentar la desertificación
y salir airosos, además de
voluntad política y un mínimo
de recursos, se necesitan conocimientos.
La extracción minera y
la desertificación
Alonso y Urquiza coincidieron en
que como consecuencia de la extracción
minera en el país existen
ya áreas impactadas.
Paisajes lunares es lo
que parecen estas zonas cuando cesa
la actividad en ellas y se quedan
en la capa mineral.
Sin embargo, la economía cubana
no puede prescindir de la minería,
importante renglón exportable.
Por ello, debemos realizarla
de manera que después podamos
recuperar lo más posible.
Se llevan a cabo estudios de impacto
ambiental en lugares que van a ser
dedicados a esta actividad, y una
de las cuestiones que se plantea es
la obligatoriedad de rehabilitar
esos espacios, refiere Alonso.
Aunque indica que esta responsabilidad
es del organismo que ha causado el
perjuicio, añade que en los
últimos cuatro años
ha habido un incremento en el presupuesto
que el Estado le asigna al MINAGRI
para el desarrollo del programa nacional
para recuperar suelos.
Rehabilitar es un proceso largo
y muy costoso: La especialista
señala la necesidad de aplicar
una reforestación de
corte sucesional, es decir,
ir sembrando y sustituyendo las variedades
de plantas, desde las más pequeñas
hasta otras más altas y con
mucho follaje, para ir creando el
suelo, antes de llegar a restablecer
la cubierta boscosa.
La Presidenta de la Agencia de Medio
Ambiente comenta que ahora está
establecido en las nuevas áreas
de explotación minera trasladar
ese suelo para preservarlo y luego
regresarlo a su sitio, para que de
esa manera resulte más fácil
rehabilitar.
Urquiza, por su parte, afirma que
ya existen experiencias muy
positivas de recuperación que
se están aplicando, sobre todo
en la zona niquelífera de Moa,
en el oriente cubano.
6 de marzo de 2003
Fuente:
PÁGINAS
RELACIONADAS: 1
|