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En
Punta Arenas, Chile, los
habitantes deben protegerse
aun cuando el cielo se muestra
con la bella imagen de un
arco iris. |
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Los
cambios en el agujero (azul
y magenta) preocupan a los
cientificos. |
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Ubicación |
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PUNTA ARENAS, Chile.- Todo es diferente
aquí, al sur del planeta, empezando
por el clima. Antes de salir de su casa,
en compañía de sus dos
pequeños hijos, Alejandra Mundaca
hace un chequeo de la temperatura, del
pronóstico de lluvias y, sobre
todo, del nivel de los rayos ultravioletas...
Durante el último decenio,
el agujero en la capa de ozono por
encima del océano Antártico
ha aumentando su tamaño. Los
125.000 residentes de la ciudad de
Punta Arenas, en el sitio más
distante al sur del planeta, en el
estrecho de Magallanes, han aprendido
a adaptarse a ello, aunque sólo
sea a regañadientes.
Vigilan atentamente las advertencias
en diferentes colores de un semáforo
solar, publicitado por radio y televisión.
Aun en los días templados,
la mayoría viste chaquetas
o camisas de manga larga. Muchos utilizan
anteojos de sol y se aseguran de aplicarse
bloqueador solar con factor de protección
50, aun cuando el cielo esté
cubierto de nubes.
La vida ha cambiado mucho para
nosotros en los últimos años,
y sé que mis hijos no serán
capaces de disfrutar de la misma clase
de infancia que yo tuve al crecer
aquí, dice Alejandra
Mundaca, de 33 años.
Semáforo rojo
La capa de ozono es una delgada cobertura
de gas en la estratósfera que
absorbe la mayoría de los rayos
ultravioleta que emite el Sol. Desde
que los científicos descubrieron
por primera vez el agujero, sobre
el Antártico, a mediados de
los años 80, casi ha duplicado
su tamaño y actualmente cubre
un área más extensa
que América del Norte durante
la primavera del Hemisferio Sur. Las
ramificaciones del agujero ocasionalmente
se extienden hasta puntos tan lejanos
como el sur de Chile y la Argentina,
dependiendo de los patrones del viento.
Cuando la luz del semáforo
está en rojo, no dejo salir
a mis hijos ni por un momento,
aseguró Liliana Navarro Torres,
en referencia a Kimberley, de seis
años, y Jonathan, de cuatro.
Durante buena parte del decenio de
los 90, en la localidad se suscitó
resistencia a aceptar señales
de que los riesgos para la población
iban en aumento. Las advertencias
de científicos como Bedrich
Magas, de la Universidad de Magallanes,
uno de los primeros en hacer énfasis
sobre los peligros potenciales, fueron
desechadas por promotores locales
que temían un descenso en el
turismo.
Sin embargo, eso cambió en
septiembre de 2000, cuando el agujero
de ozono se abrió directamente
sobre Punta Arenas. El gobierno respondió
con un programa de prevención
y educación de largo alcance,
el cual se ha tornado visible por
doquier.
Es una nueva forma de vivir
afirmó Lidia Amarales
Osorno, directora regional del Ministerio
de Salud en la localidad. Verán
el semáforo solar en supermercados,
oficinas y escuelas, e incluso tenemos
una Brigada del Ozono para acrecentar
la conciencia con respecto a este
problema.
En escuelas de educación primaria,
un pingüino gigante de nombre
Paul encabeza una campaña permanente
para enseñar a los niños
las medidas que necesitan adoptar
para protegerse a sí mismos.
Muchas escuelas también izan
una bandera cada mañana con
el fin de alertar a las familias de
sus pupilos sobre el nivel esperado
de rayos ultravioleta, y en algunos
barrios pobres incluso se distribuyen
cremas para la piel entre los jóvenes,
sin costo alguno.
Este año, para desconcierto
de todos, la situación ha sido
relativamente tranquila. El agujero
de ozono se dividió en dos
por apenas segunda ocasión
desde que empezó el monitoreo,
y sólo la porción de
menor tamaño pasa por encima
de Punta Arenas, con vientos más
calmados de lo normal, además
de que el agujero ha empezado a retraerse
antes de lo previsto.
De laboratorio
Con todo, científicos de la
localidad advierten que el problema
podría persistir hasta mediados
del siglo y que tiene probabilidades
de empeorar a lo largo del decenio.
Y funcionarios del sector salud afirman
que la incidencia de melanoma, la
forma más común de cáncer
en la piel, se incrementó en
Santiago, la capital, entre 1992 y
1998.
Debido a que la radiación
solar llega al suelo con un ángulo
mucho más cerrado aquí
en comparación con lugares
más al Norte, Punta Arenas
de hecho podría estar bajo
un riesgo menor que otras partes de
Chile. No obstante, en esta época
del año, los científicos
atmosféricos de todo el mundo
llegan hasta aquí en tropel,
atraídos por la oportunidad
de estudiar un fenómeno inusual
del que se comprende muy poco. Su
presencia, en vez de brindar tranquilidad
a los residentes, tan sólo
se suma a su sentido de inquietud.
Nos sentimos cual conejos en
un experimento de laboratorio expresó
Iván Mansilla Vera, ingeniero
de 36 años . Nadie sabe
qué nos va a suceder,
concluyó.
2 de enero de 2003
Fuente:
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