El BID había
aprobado un préstamo de 100
millones para limpiarlo. Sólo
entraron 7, y el resto quedó
sujeto a un eventual acuerdo con el
FMI. El agua tiene plomo, cromo, aceites,
grasas y detergentes.
En 1822 ya estaba sucio: el Gobierno
porteño dictó un decreto
prohibiendo la instalación
de saladeros, curtiembres y fábricas
de sebo en las inmediaciones del Riachuelo.
En 1871 ya estaba contaminado: la
Cámara de Diputados bonaerense
acordó canalizarlo y limpiarlo.
El último anuncio fue hace
tres años, cuando se aseguró
que en el 2003 el Riachuelo iba a
estar tan limpio que se podrían
practicar deportes en él .
Una vez más, los pronósticos
fallaron. El Plan de Gestión
Ambiental y de Manejo de la Cuenca
Hídrica Matanza-Riachuelo (PGA)
está tan empantanado como el
propio río. Más allá
de la limpieza de la superficie o
la remoción de algún
barco abandonado, los trabajos están
casi parados.
Proyectos hay muchos, pero no hay
ni un solo peso para concretarlos.
En 1997, el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) aprobó un
préstamo de 250 millones para
el PGA. A esta suma se le iba a agregar
una inversión local de otros
250 millones. Debido a la crisis,
el BID revisó el crédito
y reasignó 150 millones a planes
sociales. El préstamo original
quedó reducido a 100 millones
que todavía no llegaron. Y
el Estado tampoco pudo aportar la
contraparte.
"El plan se continúa
en la medida de las posibilidades
económicas del país
-reconoció Hugo Amicarelli,
subsecretario de Recursos Hídricos
y coordinador del Comité Ejecutor
del Plan de Gestión Ambiental
de la Cuenca Hídrica Matanza-Riachuelo
(CEMR)-. Planteamos una reformulación
donde se da prioridad al saneamiento
cloacal de la cuenca. En lo que queda
de este año, intentaremos reflotar
algunos cascos hundidos".
El CEMR fue creado por decreto en
1995 para coordinar los trabajos de
saneamiento encarados por la Nación,
el Gobierno porteño y la Provincia
de Buenos Aires, municipios incluidos.
"Readaptamos el plan al nuevo
presupuesto de 100 millones, pero
aun así la entrega del dinero
está supeditada a la firma
del acuerdo con el FMI", explicó
el director del CEMR, Félix
Renaud. Antes de que el crédito
se frenara, el Comité alcanzó
a recibir algo más de 7 millones
de dólares que ahora serán
descontados de los 100. "La mayor
parte -dice Renaud- se gastó
en obras para mejorar el drenaje del
río en el tramo Boca-Barracas".
Según un estudio de la Fundación
Ciudad -una ONG que desde 1995 organiza
foros participativos sobre el Riachuelo-,
hasta marzo de 2000 el CEMR había
invertido 30.306.551 pesos: el 57%,
en estudios y consultorías;
el 20%, en recolección de basura
en las márgenes y superficie;
el 17%, en proyectos ejecutados, y
el 5%, en obras concretas de saneamiento.
Renaud -que asumió frente
al CEMR en junio- se sinceró:
"No tenemos presupuesto ni caja
chica. Nuestro personal se redujo
en un 50 por ciento y se le bajó
el sueldo a la mitad. Ahora hay sólo
16 empleados. Administramos la escasez:
no hay plata. En esta situación,
estamos concentrándonos en
negociar acuerdos con los municipios
para hacer algunos trabajos sin poner
un solo peso".
Los acuerdos consisten en que el
CEMR aporte los elementos de trabajo
para limpiar las márgenes y
los municipios la mano de obra, con
personal del plan Trabajar. Todavía
no se concretó ningún
convenio, aunque Renaud afirma que
las tratativas están avanzadas
con Avellaneda, Lanús y Lomas
de Zamora.
Por otra parte, el CEMR negocia con
el CEAMSE para que se ocupe de la
limpieza del espejo de agua. "El
año pasado había un
presupuesto de 2.400.000 pesos para
la limpieza de la superficie y del
lecho del río. Este año
hay sólo 306.000 pesos. Por
eso estamos en conversaciones para
que el CEAMSE aunque sea se encargue
de la superficie", dice Renaud.
El resto de los proyectos están
en el aire: dependen de que lleguen
los 92 millones y monedas del BID.
El plan readaptado por el CEMR prevé
destinar el 65 por ciento del dinero
a obras de saneamiento cloacal: el
55 por ciento de los habitantes de
la cuenca no tienen cloacas.
Otro punto clave es reestructurar
los basurales a cielo abierto, cerrándolos
y construyendo plantas de separación
de residuos. Los trabajos empezarían
en Marcos Paz y Cañuelas, en
la provincia, y en el basural Espora,
del lado porteño.
Matanza y Riachuelo son los nombres
que recibe el mismo curso de agua,
cuya cuenca abarca 2.238 kilómetros
cuadrados de superficie. El río
deviene en Riachuelo desde Puente
La Noria hasta la desembocadura en
el Río de la Plata. La cuenca
del Matanza-Riachuelo (el río
más todos los cursos de agua
que confluyen en él) tiene
un ancho de 35 y un largo de 64 kilómetros
que atraviesan la ciudad y once municipios
de la provincia. A través de
toda su extensión, sus aguas
reciben efluentes industriales, basura
y desechos cloacales.
Por estos días, el único
cambio palpable en la situación
es una consecuencia no calculada de
la crisis. Muchas de las 3.036 industrias
que -según un relevamiento
realizado entre 1996 y 1997- se encontraban
radicadas a la vera del Riachuelo
cerraron. No hay cifras oficiales
sobre cuántas quedan, aunque
los análisis del agua demuestran
que en los últimos dos años
disminuyó la contaminación
industrial. Según un estudio
de Aguas Argentinas, las concentraciones
de plomo, cromo, aceites, grasas y
detergentes bajaron.
"Las industrias están
quebradas y ya no son la fuente principal
de contaminación. En cambio,
aumentó la cantidad de asentamientos,
que están superpoblados. La
basura y los desechos cloacales de
toda esa gente van directamente al
Riachuelo", aseguró el
titular del CEMR.
Por lo menos 22 jurisdicciones de
distinto nivel tienen alguna autoridad
sobre la cuenca Matanza-Riachuelo,
incluyendo a varias dependientes de
la Nación, otras de la provincia
de Buenos Aires, once municipios y
la ciudad. Semejante maraña
de normas y competencias superpuestas
dificulta los controles para evitar
que se siga contaminando. "Nosotros
no tenemos poder de policía
-aclara el funcionario del CEMR-,
las responsables de ejercer los controles
son las jurisdicciones".
Desde el siglo XIX se podrían
llenar álbumes con las fotos
de los funcionarios que anunciaron
soluciones definitivas para el Riachuelo.
El lugar de honor, sin duda, lo ocuparía
la foto de María Julia Alsogaray.
El 4 de enero de 1993, cuando era
secretaria de Recursos Naturales,
prometió que estaría
limpio en mil días. Pasaron
3.590 días (calculado al 3
de noviembre) y varias promesas más.
Pero el paisaje sórdido sigue
inalterable, como una dolorosa postal
de la desidia.
3 de noviembre de
2002
Fuente:
PÁGINAS
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