El procedimiento,
desarrollado en la Universidad de
San Martín, consiste en la
utilización de bacterias que
se alimentan de azufre.
Científicos
argentinos pusieron a punto un método
para eliminar las pilas usadas sin
contaminar el ambiente, mediante la
utilización de bacterias que
se alimentan de azufre.
Pero esto no es todo. En verdad esta
nota está compuesta de una
pila de noticias. Las mayores causas
de contaminación ambiental
por pilas en la Argentina hay que
buscarlas en las pilas alcalinas truchas,
que contienen mercurio: los especialistas
exigen una legislación que
prohíba su venta.
También son muy contaminantes
las baterías de níquel-cadmio
de filmadoras, juguetes y teléfonos
celulares. Y las baterías de
autos, desde que se venden en supermercados,
perdieron el eficiente circuito de
reciclaje que protegía el ambiente.
En cuanto a las pilas alcalinas de
marca, desde que no contienen mercurio
son menos tóxicas, pero según
los especialistas consultados
siguen siéndolo por el zinc
y el manganeso que contienen.
Pero también enseñan
estos especialistas lo peor
que se puede hacer es recolectarlas,
mientras no se tenga una idea clara
de qué hacer con ellas. Más
vale entonces tirarlas a la basura
común sin dejar que se acumulen
porque, juntas, su toxicidad se potencia.
Distinto será cuando se ponga
en marcha a nivel comunitario el reciclaje
mediante bacterias comedoras de azufre,
que, además, se complementa
con una técnica desarrollada
por estudiantes de escuelas secundarias
que utiliza plantas capaces de capturar
el zinc.
Quien amaestra las bacterias comedoras
de azufre es Gustavo Curutchet, biotecnólogo
de la Universidad Nacional de San
Martín. El Acidithiobacillus
Thiooxidans fue aislado del Río
Agrio, en las termas de Copahue, donde
se alimenta de azufre. En nuestro
reactor, le ofrecemos azufre para
que lo transforme en ácido
sulfúrico y otros productos
llamados politionatos. Las pilas
alcalinas usadas se sumergen simplemente
en ese caldo de ácido sulfúrico
que las disuelve por completo; después,
mediante electrólisis, se aíslan
y recuperan los metales que las constituyen,
que eventualmente pueden reutilizarse
y en todo caso no pasan al medio ambiente.
El uso de estas bacterias ya
es conocido en la metalurgia del cobre
y del oro; nuestro aporte es aplicarlo
a las pilas, explicó
Curutchet. Su reactor bacteriano experimental
ya está funcionando a pleno
y, según el investigador, este
método podrá aplicarse
a gran escala en las comunidades:
Nuestros reactores son de bajo
impacto ambiental, seguros y el proceso
no resulta caro.
Los dos metales que incluyen las
pilas alcalinas son el zinc y el manganeso.
No son los de mayor toxicidad
pero, en la medida en que llegan al
ambiente y contaminan las napas, producen
efectos nocivos, advirtió
Curutchet y, si no, pregúntenles
a los renacuajos. Estos animalitos
se usan como bioindicadores,
para evaluar el impacto de posibles
tóxicos sobre los organismos
vivos: encontramos que el zinc los
mata en concentraciones mucho más
bajas que lo esperado; bastan 10 o
15 partes por millón para eliminar,
en 24 horas, toda una población
de renacuajos, precisó
el investigador.
Mucho peores son las pilas truchas.
Horacio Corti profesor en la
UBA y fundador del proyecto Megapilas
destacó que la venta
de pilas con mercurio agregado, como
las truchas que se ofrecen
en los trenes, debería estar
prohibida, como en el resto del mundo,
pero en la Argentina no hay regulación
que lo impida. El mercurio,
de altísima toxicidad en el
ambiente, se usaba para extender la
vida útil de las pilas hasta
que, en 1993, fue reemplazado por
otras tecnologías.
Muy peligrosas son también
las baterías de níquel-cadmio:
este último es un metal
altamente cancerígeno que se
usa en teléfonos celulares,
aunque no en los más modernos,
y también en filmadoras, juguetes
y otros aparatos donde hay partes
móviles. El cadmio de una sola
batería puede contaminar una
tonelada de agua, advirtió
Corti. En la Argentina hay un solo
lugar, una empresa en la localidad
santafesina de San Lorenzo, que se
ocupa de reciclar estas pilas, pero
el único circuito es el que
mantienen las compañías
telefónicas para los celulares.
Para las demás, una posibilidad
sería fijarlas en ciertas arcillas
naturales con silicatos, que existen
en nuestro país, y enterrarlas
en rellenos sanitarios de seguridad,
explicó Corti, pero esa solución
todavía no se implementó.
¿Qué hacer con las
pilas, entonces? Mientras no haya
soluciones desde los poderes públicos,
no hay más remedio que seguir
tirándolas a la basura. Se
recomienda no recolectarlas destacó
Corti: hubo muchos proyectos
frustrados, por ejemplo, desde escuelas,
donde se recolectaban cantidades de
pilas y después no se sabía
qué hacer con ellas. Y es mejor
tirarlas a la basura común
a medida que se van consumiendo que
juntarlas porque, sumadas, su toxicidad
es mayor. Especialmente no hay que
guardar las de cadmio, porque con
el tiempo llegan a emitir vapores
tóxicos.
Sí hay un circuito reciclador,
aunque poco conocido, para las pilas
botón de calculadoras
y relojes: Algunas son de plata,
que tiene un valor comercial importante
y hay gente que se ocupa de reciclarlas:
muchos relojeros las reciben; suelen
tener grandes frascos de vidrio que
se van llenando con estas pilas, y
saben a quién dárselas
para que las recicle, contó
Corti.
Y como si todo esto fuera poco, las
baterías de auto han empezado
a ser un problema: Venían
teniendo un circuito reciclador eficaz,
ya que el taller que se ocupaba de
cambiarlas se quedaba con la batería
vieja y reciclaba la mayor parte del
plomo, que es muy contaminante. Pero
desde que se venden baterías
de auto en los supermercados se creó
un grave problema porque el comprador
pone la nueva él mismo y la
usada va a parar a cualquier parte,
alertó Corti.
14 de setiembre de
2003
Fuente:
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