Una reserva de
biósfera en Salta y Jujuy.
Selva tupida en cerros de 2.500 metros.
Pastizales sumergidos en la neblina
de las alturas. Ríos que resucitan
con las voces pedregosas del verano.
El hogar del ucumar, el mono gigante
que acecha a los kollas. El hábitat
del escaso e invisible yaguareté.
Así son las Yungas, que la
UNESCO acaba de incluir en la Red
Mundial de Reservas de Biosfera. De
este modo alcanza una protección
que impedirá su explotación
indiscriminada.
La región de las Yungas se
extiende a lo largo de una amplia
zona montañosa de Bolivia y
del noroeste argentino (Jujuy, Salta,
Tucumán y Catamarca). Pero
el proyecto aprobado por la Mesa del
Consejo Internacional del Programa
El Hombre y la Biósfera (MAB)
de la UNESCO, fue elaborado por los
gobiernos de Salta y Jujuy, y elevado
por la Secretaría de Ambiente
y Desarrollo Sustentable de la Nación.
Las Yungas se suman así a otras
diez reservas de biosfera protegidas
por la UNESCO en la Argentina.
"Las reservas de biosfera tienen
una estructura que implica zonas de
intangibilidad y zonas de amortiguamiento,
donde es posible la utilización
sostenible de los recursos naturales
y de la diversidad biológica
explicó el titular de
la Secretaría, ingeniero forestal
Carlos Merenson. Toda la región
toma un estatus de protección,
por el que cualquier emprendimiento
que se quiera llevar adelante, debe
ser evaluado en su impacto ambiental.
Esto brinda una garantía de
conservación del área".
Casi la mitad de la biodiversidad
del país fue localizada en
las Yungas, de 1.350.000 hectáreas.
En ese clima cálido y húmedo
crecen tipas y cebiles, jacarandaes
y lapachos, arrayanes, cedros y nogales.
Es el territorio de pumas, gatos monteses,
tapires, pecaríes, corzuelas,
guacamayos y picaflores. Además,
allí existen fenómenos
ecológicos y animales que no
se encuentran en otras zonas, como
el agutí rojizo, el huemul
del norte, el murciélago hocicudo
y 60 aves.
Las zonas núcleo incluyen,
en Jujuy, el Parque Nacional Calilegua
y las reservas Potrero de Yala y El
Nogalar; y en Salta, el Parque Nacional
Baritú y el provincial Pintascayu.
Abarcan el 11 por ciento de la flamante
reserva de biosfera y allí
quedan excluidas las actividades humanas,
salvo de investigación y de
seguimiento, o las que realizan tradicionalmente
los pobladores.
En cambio, en las zonas de amortiguación
(el 28 por ciento) se puede investigar
para hallar formas de manejo de la
vegetación natural, tierras
de cultivo o pesca, para mejorar la
producción al tiempo que se
conservan los procesos naturales y
la diversidad biológica. También
pueden proveer apoyo para actividades
de educación, turismo y recreación.
Finalmente las zonas de transición
permiten asentamientos humanos y el
desarrollo sostenible de actividades
agrícolas, ganaderas, forestales
y de aprovechamiento de flora y fauna.
"Ahora tenemos que aprovechar
todo ese potencial, para mejorar la
calidad de vida de la gente que ahí
vive", prometió el secretario
de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable
de Salta, Francisco López Sastre.
Su par de la Nación agregó
que esta protección "facilitará
mucho la búsqueda de donaciones
en el exterior, ya que las selvas
de montaña son ecosistemas
muy frágiles y protegidos a
nivel internacional".
Expertos de Parques Nacionales y
de las universidades de Buenos Aires,
Salta y Jujuy, Greenpeace Argentina,
Fundación Pro Yungas, Asociación
Yaguareté, Laboratorio de Investigaciones
Ecológicas de las Yungas, y
las comunidades kollas Tinkunaco y
Finca Santiago elaboraron la zonificación
y el proyecto, que fue calificado
como "impecable" por el
presidente de la mesa directiva del
MAB, Driss Fassi.
"En esta reserva, la rica cultura
de la población local ha dejado
su huella en el paisaje", subrayó
la UNESCO. La gran mayoría
de sus 6.600 habitantes pertenece
a la etnia kolla. En los campos de
veranada en las alturas
y de invernada en las tierras
bajas hacen pastar a sus llamas
desde hace más de 10.000 años,
y a sus ovejas desde que las desparramó
el español.
Mujeres y hombres hospitalarios,
de copla fácil y leyendas frondosas,
que en 1997 abandonaron por primera
vez las tierras de "los antiguos"
para instalarse con palos y piedras
en un descampado, e impedir que los
nuevos dueños del ex ingenio
San Martín del Tabacal trituraran
las selvas para extender los cultivos.
La policía de Orán (Salta)
los regó con gases lacrimógenos
y balas de goma, pero lograron su
objetivo.
En cambio, sus fervientes reclamos
no lograron impedir que los caños
del gasoducto Norandino hacia Chile
abrieran sangrías en la selva.
Apenas sirvieron para demorar su construcción,
iniciada en 1996 por Techint. Pese
al acuerdo forzado, los kollas demostraron
tener razón: la tala provocó
deslizamientos de tierra y las fugas
de gas ya causaron varios incendios.
En pocos años, sin embargo,
casi todos los sectores se sentaron
a conversar acerca de cómo
proteger la región. "Las
obras preexistentes deben ser asumidas
como tales admite Merenson.
Pero los nuevos proyectos sí
tendrán que ser contemplados
bajo la óptica de que esta
zona tiene un estatus de protección
internacional".
14 de noviembre de
2002
Fuente:
PÁGINAS
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