CARACOL
VAMPIRO
Cuando se hace la
noche en el mar todo cambia y las
reglas, que regían durante
el día, se transforman para
permitir el descanso de los animales
que dedicaron todo la jornada al arduo
trabajo de conseguir alimento.
Los peces, en el
largo camino de la evolución,
desarrollaron técnicas que
los mantuvieran alejados de los depredadores
durante el momento del letargo. Estas
técnicas de defensa van sufriendo
mutaciones a lo largo de centenares
de años, adaptándose
a las necesidades y a los cambios
en busca de la invulnerabilidad. Las
técnicas de los depredadores
también. Así, a una
defensa original le seguirá
un ataque no menos ingenioso.
Una de las técnicas
defensivas más impresionantes
a la hora del dormir es la del pez
loro. Este comedor de coral segrega
una baba mucosa que, partiendo de
la boca, cubre todo el cuerpo del
animal (ver Dormir
bien abrigado). Este estuche
de baba camufla el olor del pez. Además,
por ser muy sensitiva, si un depredador
apenas la rozara, el pez loro se despertaría
sobresaltado y se daría a la
fuga. Un elemento de defensa, sin
duda, sorprendente.
Pero esto no detiene
al caracol vampiro (Colubraria obscura)
que tiene una boca protráctil
que actúa como una delgada
aguja. De esta forma el caracol puede
acercase al "estuche de baba"
del pez loro sin tocarlo, pasar la
fina aguja entre la intrincada red
de baba sin tocarla y clavarla en
los labios del pez, su tejido más
blando, para extraer lentamente su
sangre y alimentarse con ella. Una
técnica increíble, sobre
todo si se tiene en cuenta que el
ataque se desarrolla en la oscuridad
absoluta. Este ataque no afecta en
mucho al pez loro, salvo por una posible
infección, lo que en cierta
medida es una forma de cuidar la fuente
del alimento.
En cada rincón
del inmenso mar la vida se abre paso
siempre en forma sorprendente. Un
pequeño animal puede ser el
victimario de otro que lo supere ampliamente
en tamaño y fuerza. No hay
leyes ni jueces y sólo una
regla a seguir: permanecer con vida
hasta el próximo amanecer,
cuando la vida vuelva a desplegarse
estrepitosamente sobre el arrecife.
"No
se puede defender lo que no se ama
y no se puede amar lo que no se conoce"
|