Adoptar
una ballena puede parecer,
a primera vista, un chiste.
¿Cómo se
hace para adoptar a un
animal que mide más
de 15 metros de largo
y pesa 30 toneladas?.
Sin embargo, desde el
comienzo del programa
"Ballena Franca Austral",
que lleva adelante en
la Argentina el Instituto
para la Conservación
de las Ballenas (ICB),
son más de 600
las personas que ya se
decidieron a apadrinar
un cetáceo, invirtiendo
en la preservación
y el estudio de un grupo
de ejemplares de la especie
franca austral que, entre
los meses de junio y diciembre,
llega de a cientos a la
Península Valdés,
en la provincia de Chubut.
Al
ingresar al sitio del
ICB (www.icb.org.ar),
los usuarios pueden elegir
en adopción a Cassiopeia,
Docksider, Josephine,
Troff, Mario, Stare, Gabriela
o Antonia, los 8 ejemplares
que forman parte del programa
y que fueron seleccionados
por la organización
por sus características
físicas, que permiten
diferenciarlos con mayor
facilidad.
El
costo de convertirse en
padrino de una ballena
depende de la categoría
que se elija. Por 25 pesos
anuales, se puede ser
"adoptante".
Por $ 50, se obtiene al
grado de "protector".
Y, más arriba aún,
se puede ser "benefactor",
a un costo de $100 al
año. De todas formas,
sin distinciones, cada
persona que adhiere al
programa recibe un "Certificado
de Adopción",
que incluye una foto en
colores de la ballena
elegida y su nombre impreso,
más una biografía
del animal, información
general sobre la especie
y un reporte anual del
ICB. "Al adoptar
un animal, la gente se
involucra de otra manera
con él, ya que
puede seguir la vida de
un individuo en particular,
participar de sus comportamientos
y descubrir qué
hace a lo largo de su
vida ", explica Roxana
Schteinbarg de Taboada,
Schteinbarg de coordinadora
ejecutiva del ICB, una
organización sin
fines de lucro fundada
en 1996 para proteger
a las ballenas y a su
medioambiente.
En
la Argentina, el trabajo
del ICB se centra en el
programa "Ballena
Franca Austral",
que consiste en el seguimiento,
a través de un
grupo de ejemplares identificados,
del estado de la especie
en la zona de Península
Valdés, donde cada
año se concentra
la segunda población
de ballenas del mundo,
sólo superada por
la que se asienta cerca
de las costas de Nueva
Zelandia, en Oceanía.
El monitoreo de los cetáceos
se hace a través
de fotografías
aéreas que reflejan
las callosidades que tienen
en la parte superior de
la cabeza, y que funcionan
como una suerte de documento
de identidad que permite
identificarlas. De esta
forma, los voluntarios
del ICB pueden hacer un
relevamiento de la población
y, luego, cruzar su información
con los datos obtenidos
por distintos organismos
e investigadores de todo
el mundo. Para Schteinbarg
de Taboada, este programa
logra "aumentar el
conocimiento de las ballenas,
comprender mejor sus necesidades
e incorporar nueva información
a los planes de protección,
tanto a nivel nacional
como internacional".
El
ICB es la representación
en la Argentina del Whale
Conservation Institute/Ocean
Alliance y tiene su centro
de operaciones en Buenos
Aires. A través
del portal de la organización
(www.oceanalliance.org)
se puede acceder a detallados
informes elaborados durante
más de tres décadas
de trabajo, aprender las
características
de las distintas especies
de ballenas existentes
y hasta escucharlas. Actualmente,
uno de los trabajos más
importantes que lleva
adelante la Ocean Alliance
es el viaje del velero
"Odyssey", que
zarpó en agosto
de 1999 del puerto de
Baja California, en los
Estados Unidos, para recorrer
durante tres años
los océanos y mares
del mundo. Su objetivo
principal es tomar datos
sobre la contaminación
de las aguas y demostrar
que, como explican lal
ICB, ése el principal
problema que afecta a
las ballenas. La travesía
de la nave se puede seguir
ingresando a www.pbs.org/odyssey.
10 de
enero de 2002
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