El concepto
de "gestión ambiental
del agua" se refiere a
un criterio de organización
del recurso y de su protección.
Ahora bien, debido a que población
y el agua aprovechable se hallan
irregularmente distribuidos,
la disponibilidad local de agua
varía de modo notable.
Los balances entre evaporación
y precipitación realizados
país por país
dividen el mundo entre países
ricos y países pobres
en agua. Islandia, por ejemplo,
tiene un exceso de precipitación
que suministra 68.500 metros
cúbicos de agua por persona
y año. En el otro extremo,
los habitantes de ciertos lugares
de Africa del norte, no tienen
ningún acceso al agua
dulce natural y dependen de
la desalinización del
agua del mar. Además,
las tasas de consumo por persona
difieren de un país a
otro: el estadounidense medio
consume más de 70 veces
la cantidad de agua al año
que uno de Ghana en Africa.
Aunque los
usos a que se destina el agua
cambian en función del
país, la agricultura
es la actividad de mayor consumo.
En promedio global, el 73 por
ciento del agua extraída
de la tierra se destina a ese
propósito. Casi 3 millones
de kilómetros cuadrados
de tierra -una extensión
parecida a la de la India- se
han convertido en regadíos,
y cada año se añaden
más aún, a un
ritmo del 8 por ciento anual.
Las carencias
de agua se han resuelto históricamente
de dos maneras. Por un lado,
con el aumento del recursos
a través de la construcción
de represas en los ríos
o mediante la explotación
del agua subterránea.
Por otro, ateniéndose
al suministro habitual, mejorando
la eficacia de las técnicas
de regadío o promoviendo
una mayor dependencia de las
importaciones de alimentos.
A pesar de tales esfuerzos,
no hay dudas que el agua escasea
cada vez más mientras
crece la población, la
industria y la agricultura.
A medida que la demanda sobrepasa
el suministro se van produciendo
déficit importantes.
El agotamiento de las aguas
subterráneas constituye
un fenómeno común
en la India, China y los Estados
Unidos. En la ex Unión
Soviética, el nivel del
mar de Aral y del lago Baikal
está bajando drásticamente
debido precisamente al desarrollo
agrícola e industrial.
Muchos conflictos que suelen
pasar desapercibidos (pensemos
en el Nilo, el Jordán,
el Ganges y el Brahmaputra)
reflejan penurias relacionadas
con el recurso.
La salinización
inevitable del agua dulce
Otro problema,
producido en este caso por la
sobreirrigación, nos
lo plantea la salinización
del suelo. Cuando el agua se
evapora o es absorbida por las
plantas, la sal queda en el
suelo. Si la tasa de deposición
supera la velocidad del arrastre
de la sal por el curso de agua,
se acumulan los residuos salinos.
Actualmente se calcula que cada
año más de un
millón de hectáreas
se ven sometidas al fenómeno
de la salinización. Solo
en los EE.UU. este problema
afecta a mas del 20 por ciento
de las tierras de regadío.
Las actividades
humanas desarrolladas en la
cuenca de un río agravan
a menudo los peligros de las
inundaciones del área.
La reforestación y la
tala excesiva, aparte de erosionar
el suelo, fomenta el escurrimiento
de las aguas superficiales.
Los canales de navegación
fluvial se dragan de vez en
cuando, lo que puede exacerbar
los desastres producidos por
la inundación al aumentar
el volumen de agua que alcanza
la llanura anegada.
Por ultimo
y obviamente cualquier actividad
humana que acentúe el
efecto invernadero, y el consiguiente
cambio climático, repercutirá
en el ciclo global del agua.
Una elevación del nivel
del mar que prevea de 0,5 a
1,5 metros para el próximo
siglo, no solo plantearía
un problema de inundación
costera, sino que provocaría
la salinización de los
recursos hídricos costeros.
Crearía nuevas zonas
húmedas, ala vez que
destruiría otras existentes,
e incrementaría la proporción
de agua salada con respecto
al agua dulce del planeta. La
precipitación global
podría elevarse del 7
al 15 por ciento y en este sentido
las variaciones geográficas
que se producirían escapan
a todo pronostico.
Conservación
del recurso y su gestión
Muchos de
los principios rectores en la
gestión del agua se han
reafirmado a partir de la experiencia
acumulado en los últimos
tiempos. Aunque estos principios
se conocen bastante bien ¿Qué
impide su aplicación
práctica?. Urge, sobre
todo, abordar el problema de
forma integrada. En cada cuenca
fluvial o lacustre las aspiraciones
socioeconómicas y ambientales
se deben orquestar de tal manera
que los asentamientos humanos,
las industria, la producción
energética, la agricultura,
los bosques, las explotaciones
pesqueras y la vida silvestre
puedan coexistir. En muchos
casos, los intereses, plurales,
no deben entrar forzosamente
en conflicto, pudiendo ser complementarios.
El control de la erosión,
por ejemplo, y esto los saben
los productores, va estrechamente
ligado a la repoblación
forestal, la prevención
de las inundaciones y la conservación
del agua.
El dato
curioso: hace tiempo el planeta
Marte también tenia agua
Hace un tiempo
atrás las declaraciones
de un investigador francés,
sorprendieron a los interesados
en temas científicos.
"Hace 3.800 millones de
años Marte era acogedor
y presentaba condiciones análogas
a las de la Tierra de aquella
época", dijo François
Forget, investigador del LMD
Laboratorio Meteorológico
Dinámico de Francia.
"Pero -afirmo el científico-,
por una razón que ignoramos,
el planeta rojo perdió
rápidamente su atmósfera,
se enfrió y, con una
presión atmosférica
de seis milibares, no pudo conservar
su agua en forma líquida".
Algunos investigadores imaginan
que, dada su masa casi 10 veces
inferior a la de la Tierra,
Marte no tenía una gravedad
suficiente para retener su cobertura
atmosférica. Otros opinan
que quizá la atmósfera
reaccionó con el suelo.
Resolver este enigma será
una de las apuestas de futuras
misiones marcianas. Otra hipótesis
reciente es que, si el universo
pesara sólo 100 kilos,
el hidrógeno, combinación
de un protón y un electrón,
acapararía casi tres
cuartos de esta masa, el helio
el último cuarto y el
oxígeno solamente un
kilo. Los 1.000 gramos restantes
se repartirían entre
todos los demás elementos
presentes en la naturaleza.
"Al asociar dos elementos
abundantes, el agua se encuentra
de forma muy natural en el universo",
explica Therèse Ecranaz,
directora del Departamento de
Investigación Espacial
(CNRS-Observatorio de París).
"Por otro lado -aclara
la especialista-, el satélite
europeo ISO muestra que está
por todas partes, tanto en nuestro
sistema solar como en otros,
sobre todo en las nubes de gas
interestelares".
Su abundancia,
sin embargo, es relativa: en
la hipótesis de ese universo
reducido, el H2O sólo
pesaría... 0,1 gramo.
Aunque esta molécula
simple sea estable, los lazos
entre sus componentes no pueden
resistir temperaturas superiores
a unos miles de grados, como
tampoco resisten a los rayos
ultravioletas. Por suerte, las
grandes bolas de polvo y de
gas en las que nacen las estrellas
-y accesoriamente los planetas
que a veces las acompañan-,
ofrecen un filtro protector
que permite la supervivencia
de la molécula.
21 de diciembre
de 2002
Fuente:
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