En 1970, el
biólogo norteamericano
Roger Payne viajó por
primera vez a la Argentina y
conoció la península
Valdés para dar comienzo,
sin saberlo, al que sería
el estudio de mayor continuidad
efectuado sobre ballenas libres
basado en la identificación
de individuos: el Programa Ballena
Franca Austral.
Así
las cosas, el programa, que
desarrolla el Instituto de Conservación
de Ballenas (ICB/ WCI, Whale
Conservation Institute, según
sus siglas en inglés)
lleva 32 años ininterrumpidos
de avances en el conocimiento
de la biología de estos
cetáceos.
Algunos de
los interrogantes sobre su cautivante
vida fueron revelados gracias
al seguimiento de las historias
particulares de las ballenas
identificadas por medio de fotografías
aéreas que muestran su
patrón
de callosidades en la cabeza,
tan individual como las huellas
digitales humanas.
Tal es, por
ejemplo, el caso de la ballena
Troff.
Esta inmensa
ballena franca hembra tenía
al menos 31 años de edad
la última vez que fue
observada. Troff fue identificada
por primera vez en la península
Valdés en 1970, año
en que se la vio con una cría,
por lo que por ese entonces
ya era una ballena adulta y
reproductivamente activa.
Su nombre,
adaptado del inglés,
significa "valle"
o "surco"; a lo largo
de su lomo, Troff tiene una
especie de hendidura bastante
pronunciada, que hace que se
junte agua allí cuando
la ballena flota en la superficie.
Este rasgo
físico facilitó
muchas veces su identificación
a simple vista desde los acantilados
de Valdés, en los años
en que ella visitaba esas aguas
australes para parir a sus ballenatos.
Troff fue
la madre de al menos tres ballenas
en la península Valdés.
Su hijo Troll nació en
1973, pero también tuvo
otras dos crías allí,
una en 1970 y otra en 1979.
Las sucesivas
observaciones de Troff y de
otras hembras adultas y sus
crías durante los años
70, fueron importantes para
entender muchos aspectos biológicos
de las ballenas francas australes.
Sin embargo,
no se agota allí el aporte
que esta imponente ballena hizo
para el conocimiento de su especie.
Después
de 1981 Troff no volvió
a ser avistada en los golfos
de la península Valdés,
marcando el inicio de una larga
ausencia en las vidas de quienes
la estudiaron atentamente durante
más de diez años.
Muchos de
ellos, incluso, pensaron que
su amiga había muerto.
El regreso
de Troff
Sin embargo,
ya hacia fines de los años
80, investigadores brasileños
iniciaban también el
registro fotográfico
de las por entonces pocas ballenas
francas que visitaban las costas
del sur de Brasil.
A principios
de este año, la colaboración
entre los brasileros José
Truda Palazzo y Karina Groch,
y el equipo del Programa Ballena
Franca del ICB /WCI, dirigido
por la científica Vicky
Rowntree, dio sorprendentes
y valiosos frutos.
Mediante la
comparación de los catálogos
de identificación de
ambas áreas de cría,
los investigadores pudieron
comprobar que la legendaria
ballena Troff en realidad estaba
viva y que había utilizado
las aguas del sur de Brasil
para parir a su ballenato nacido
en 1988. Seis años más
tarde, en 1994, Troff volvió
a las costas brasileñas.
Este trabajo
cooperativo se encuentra en
marcha en la actualidad, y demostró
que otras tres hembras de la
península Valdés
también tomaron la misma
decisión de viajar hasta
esas aguas durante la estación
reproductiva.
Estos hallazgos,
además de acrecentar
el conocimiento sobre la manera
en que las ballenas francas
hembra utilizan diversas áreas
de cría para parir y
cuidar a sus ballenatos, tienen
importantes consecuencias en
la tarea de la conservación
de estos cetáceos que
se realiza a nivel internacional.
Por los
mares del mundo
Los movimientos
de miles de kilómetros
de Troff y de otras ballenas
son una muestra más de
que la conservación a
en los niveles locales es necesaria,
pero no suficiente para proteger
a especies migratorias como
la ballena franca.
En sus viajes
a lo largo de la costa atlántica
de América del Sur, Troff
navega aguas internacionales
y nacionales de Brasil, Uruguay
y la Argentina.
"La única
manera de asegurar un futuro
en la tierra para estos majestuosos
animales es a través
de la cooperación internacional,
el trabajo conjunto de investigadores
y organizaciones ambientalistas,
y el compromiso de los gobiernos
y de los pueblos que comparten
la responsabilidad de contar
en sus territorios con la invalorable
presencia de las ballenas",
dijo Mariano Sironi, investigador
del ICB.
(Este artículo
fue elaborado por investigadores
del Instituto de Conservación
de Ballenas, filial argentina
del Whale Conservation Institute,
que fundó y dirige el
biólogo norteamericano
Roger Payne.)
30 de marzo
de 2002
Fuente:
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