Se hundió
un petrolero cerca de la costa. Podrían
derramarse más de 70.000 toneladas
de combustible.
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Partido
en dos, el Prestige vive
sus instantes finales; poco
después, tanto la
proa como la popa se hundirían
a más de 4000 metros
de profundidad. |
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El
hundimiento: a 233 kilómetros
de la costa gallega, la
proa permanece unos minutos
más en la superficie. |
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El
final: una nube de espuma
marina envuelve la proa
del Prestige; segundos después
caerá a más
de 4000 metros de profundidad |
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MADRID. Es
una bomba de tiempo. Desde hace 24
horas, más de 70.000 toneladas
de fuel oil descansan en el fondo
del mar, a 233 kilómetros de
costa gallega. Y nadie sabe si permanecerán
allí dormidos para siempre
o si despertarán con la forma
de una horrible pesadilla ecológica,
más grave aún que el
desastre del Exxon Valdez, uno de
los peores que se recuerde.
La aceitosa y dañina
carga se sumergió en las heladas
aguas al hundirse el viejo barco que
la transportaba. Partido en dos, el
petrolero Prestige, con bandera de
Bahamas, desapareció ayer de
la superficie en una horrible visión
que se tragó primero la popa
y, horas después, su proa.
La apuesta de los
científicos más optimistas
es que la baja temperatura del agua
solidificará la carga para
convertirla en una suerte de gigantesco
bloque que así permanecerá
a más de 4000 metros de profundidad.
En las primeras horas, los hechos
parecen darle la razón: al
cierre de esta edición no se
habían registrado nuevos derrames
tras el hundimiento.
Pero, avalados por
una de las consultoras más
respetadas en desastres petroleros
-la británica OSRL- asociaciones
ambientalistas advirtieron que la
elevadísima presión
que soportan los tanques del barco
amenaza con "hacerlos estallar"
y liberar su carga antes de que alcance
un punto sólido.
La pesadilla empezó
el miércoles último,
cuando una tormenta obligó
al petrolero a detener motores a la
altura de la costa gallega.
A partir de entonces,
se encadenó la tragedia: al
garete, el barco sufrió daños,
comenzó a perder fuel -tal
vez unas 4000 toneladas- y su suerte
tiene en jaque a España y,
especialmente, a la industria pesquera
de Galicia que, con el daño
sufrido, ya da por perdida la temporada
marisquera.
El avance de una
gruesa y viscosa mancha de más
de cien kilómetros de largo
por ocho de ancho obligó ya
a cerrar la pesca en las rías
de La Coruña y El Ferrol, mientras
que el resto de la marea negra comenzó
a adentrarse en las de Noia y Arousa,
en una extensión de 200 kilómetros
de costa coruñesa.
El mal tiempo dificultaba
las tareas de limpieza y prevención.
Antes de que el
mar se tragara al barco, al menos
mil personas -entre pescadores, armadores
y marisqueros- consideraron perdida
su fuente de actividad, pero los sindicatos
prevén que la cifra se elevará
a 28.000 en los próximos días.
También están en riesgo
los acantilados "De la muerte",
llamados así por la cantidad
de vidas que se cobraron con los siglos.
El hundimiento del
Prestige en la mañana de ayer
con casi veinte veces más carga
de la que llegó a soltar dio
un nuevo giro que se leyó con
distintas interpretaciones. "Es
lo mejor que podría haber ocurrido.
Ahora, la baja temperatura convertirá
a la carga en una masa sólida
en el fondo marino", diagnosticó
Antonio Cortés, experto del
reconocido Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC).
El contrapunto llegó
desde Southampton. "El peligro
es la elevada presión que soportan
los tanques, que podría hacerlos
estallar antes de tiempo", dijeron
científicos de la compañía
británica OSRL, contratada
por el gobierno español para
asesorarla en desastres de este tipo.
Diez de sus expertos trabajan ya con
técnicos peninsulares, según
se informó.
"Si eso ocurre...
estaremos en presencia de un desastre
peor al ocurrido en Alaska en 1989,
conocido como el caso Exxon Valdez",
dijo Lars Walder, vocero de SMIT,
empresa holandesa especializada en
salvamento en caso de desastre y que
también opera en la emergencia.
"Hasta ahora, los tanques parecen
estar a salvo, pero nadie sabe",
añadió.
Una tragedia
peor
La hipótesis
más grave abriría la
puerta a una tragedia peor que aquélla,
no sólo por la cantidad sino
por la calidad del combustible comprometido.
Las 70.000 toneladas
del Prestige representan el doble
de las 35.000 que se registraron en
aquella ocasión. Y se trata
de fuel oil -entre los derivados del
petróleo, el combustible más
pesado; menos refinado-, que, según
ambientalistas, es más difícil
de trabajar en emergencias que el
crudo que castigó Alaska.
El gobierno español
no dio aún una palabra definitiva.
"La impresión general
de la situación no es buena",
dijo su vocero y vicepresidente primero,
Mariano Rajoy, tras sobrevolar la
zona. "Aún no podemos
saber si los tanques soltarán
todo el combustible en el fondo del
mar o no", añadió.
Mientras aves y
peces bañados de aceite negro
agonizan en sus estribaciones, la
costa gallega es escenario del drama.
"No sabemos de qué vamos
a vivir", dijeron pescadores
afectados por la prohibición
de actividades que ya rige en varios
puntos. "Y lo peor es que no
sabemos si en la oscuridad del fondo
sigue saliendo fuel", añadieron.
El episodio generó
fricciones y roces entre gobiernos.
España y Portugal cruzaron
reproches por la responsabilidad en
la atención de la emergencia,
mientras que el grueso de la indignación
española se la llevó
la colonia británica de Gibraltar,
en territorio peninsular, destino
al que se dirigía el Prestige.
"Esto es otra
prueba de que en el Peñón
se realizan actividades fuera de la
ley", apostilló el gobierno
español, que reclama en vano
la soberanía de la Roca. "Este
no es el tono para arreglar las cosas",
contestó el gobierno gibraltareño.
Desde entonces, Madrid dijo que su
interlocutor para la atención
de la tragedia sería Londres,
donde ya elevó una protesta
formal.
Antes de que el
barco se partiera y naufragara, el
gobierno español logró
alejarlo varios kilómetros
de la costa en una arriesgada maniobra
de remolque. "Es lo que había
que hacer. Pero eso no significa resolver
el problema, sino meter la basura
bajo la alfombra y echar el problema
a otros", dijeron ambientalistas
liderados por Greenpeace.
Hasta ahora, el
único que está pagando
por lo ocurrido es el capitán
del Prestige. De nacionalidad griega,
Apostolos Manguras permanece en prisión
en La Coruña, acusado de desastre
ecológico, con una fianza personal
de tres millones de euros.
20 de noviembre de 2002
Fuente:
PÁGINAS
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