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Tanto
los derrames de petróleo
como los incendios forestales
afectan gravemente las cadenas
tróficas de los ecosistemas. |
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La contaminación
con plaguicidas, los derrames de petróleo
en el mar, los peligros de la radiación
nuclear y los incendios forestales
amenazan a los ecosistemas de la Tierra.
Es esencial para la defensa de la
vida en el planeta que se difundan
y analicen los errores que han llevado
a situaciones de grave daño
ecológico.
Los derrames
de petróleo
Una de las mayores
causas de la contaminación
oceánica son los derrames de
petróleo. El 46% del petróleo
y sus derivados industriales que se
vierten en el mar son residuos que
vuelcan las ciudades costeras. El
mar es empleado como un muy accesible
y barato depósito de sustancias
contaminantes, y la situación
no cambiará mientras no existan
controles estrictos, con severas sanciones
para los infractores.
El 13% de los derrames
se debe a accidentes que sufren los
grandes barcos contenedores de petróleo,
que por negligencia de las autoridades
y desinterés de las empresas
petroleras transportan el combustible
en condiciones inadecuadas. En los
últimos años, algunos
de los más espectaculares accidentes
fueron el del buque-tanque Valdés
de la Exxon, ocurrido frente a las
costas de Alaska el 24 de marzo de
1989, y el del petrolero Mar Egeo,
el 3 de diciembre de 1992, frente
a la entrada del puerto de La Coruña,
en España. Otro 32% de los
derrames proviene del lavado de los
tanques de los grandes buques que
transportan este combustible.
Los derrames ocasionan
gran mortandad de aves acuáticas,
peces y otros seres vivos de los océanos.
Esto altera el equilibrio del ecosistema
y modifica la cadena trófica.
En las zonas afectadas, se vuelven
imposibles la pesca, la navegación
y el aprovechamiento de las playas
con fines recreativos.
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En
los incendios forestales
los árboles no son
los únicos perjudicados:
muchos animales quedan atrapados
en el humo, mientras que
otros migran. |
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Los escapes nucleares
Ciertas sustancias
propagan energía al desintegrarse
sus átomos, y también
el calor residual -persistente durante
años- que generan. Ese fenómeno,
conocido como radiactividad, es particularmente
intenso en el caso del plutonio.
En la actualidad,
424 centrales nucleares instaladas
en 25 países producen el 16%
de la electricidad mundial. Algunos
países, como los Estados Unidos,
presionados por el terrible accidente
de Chernobyl, han anulado los proyectos
de construcción de nuevas plantas
nucleares.
La explosión
registrada en Chernobyl el 26 de abril
de 1986 liberó gran cantidad
de radiactividad. La nube que se formó
se desplazó a otros países,
por la acción de los vientos.
La zona más contaminada comprendió
unos 260.000 km2 de las ex repúblicas
soviéticas de Ucrania, Rusia
y Belarús, y afectó
de manera directa a 2.600.000 habitantes.
Las autoridades
soviéticas sólo admitieron
oficialmente 31 víctimas, pero
se calcula que las emisiones radiactivas
produjeron 32.000 muertos en los primeros
diez años, y que 400.000 personas
debieron ser desplazadas de sus lugares.
La explosión del reactor nuclear
provocó terribles efectos en
la salud de la población: aumento
de la mortalidad infantil, cáncer
de tiroides, incremento de la cantidad
de niños nacidos con leucemia,
malformaciones, tumores y otras afecciones,
que se transmitirán genéticamente.
Además, el desastre causó
la destrucción de cosechas
enteras y la contaminación
de alimentos.
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Las
centrales nucleares tienen
elevados costos de construcción
y mantenimiento, y además
han demostrado no ser lo
suficientemente eficientes.
De todas maneras, el desencadenante
para el cese de la construcción
de algunas plantas en el
mundo ha sido el accidente
de Chernobyl, Ucrania. |
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Otro problema relacionado
con los escapes nucleares, y no menos
importante por sus consecuencias,
es el destino de los residuos radiactivos.
En un principio se había optado
por verterlos en los fondos oceánicos.
Pero pronto se demostró que
el procedimiento era poco seguro.
Se han buscado distintas soluciones
alternativas, y en la actualidad prosigue
el debate. Tal vez el mejor de los
métodos propuestos sea el almacenamiento
subterráneo, hermético
y sin término establecido.
Incendios forestales
Anualmente el hombre
desmantela cerca de 12.000.000 de
hectáreas de bosque tropical.
Sin embargo, esta reducción
no es la única que sufren las
áreas forestales de nuestro
planeta; a ella debe agregarse la
explotación desmedida que padecen
otros tipos de bosques y la pérdida
que ocasionan los incendios.
Más de 7.000.000
de hectáreas de selvas, bosques
y matorrales se destruyen anualmente
por esta causa. Entre los factores
que favorecen este fenómeno
se encuentran las altas temperaturas,
las sequías y gran falta de
humedad y los vientos fuertes y secos
que contribuyen a la dispersión
del fuego. Lo que empieza siendo una
chispa, rápidamente se convierte
en un foco de fuego que avanza y no
se puede detener ni controlar.
En el modo de avance
de un incendio forestal se pueden
distinguir tres sectores. El nivel
más alto, el del fuego que
ocurre en la copa de los árboles,
es decir donde están las ramas
y las hojas, es el de avance más
rápido y el más difícil
de controlar. A nivel medio, donde
crecen los arbustos, el fuego avanza
menos rápidamente pero afecta
no sólo a éstos sino
también al estrato herbáceo
-malezas y matas-. En el nivel inferior,
por debajo del suelo, el avance se
da a un ritmo mucho más lento,
pero el daño que ocasiona el
fuego cuando llega a esta parte es
mayor que en cualquier otro nivel,
ya que quema las raíces y carboniza
el humus causando pérdidas
irreparables.
En muchas ocasiones
los incendios se originan de manera
natural o a veces en forma controlada,
pero, no en pocas oportunidades estas
catástrofes ocurren por descuido,
en especial en zonas turísticas
naturales o en áreas protegidas
donde el hombre vive en estrecho contacto
con la naturaleza haciendo campamentos
y vida al aire libre.
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