En el país
hay más de 200 criaderos y
se inauguró un frigorífico
exclusivamente dedicado a su faenamiento
para la exportación. La planta
está en Saladillo y mañana
realizará un embarque de 2,5
toneladas hacia España. En
varias provincias existen establecimientos
que son manejados por autodidactos
en la materia.
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Los
caracoles no necesitan grandes
infraestructuras y eso los
convierte en un emprendimiento
económico. |
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Los romanos, un siglo antes de Cristo,
criaban caracoles terrestres manteniéndolos
en lugares frescos y húmedos
para luego consumirlos como alimento
y medicina. Siglos después,
cientos de argentinos están
incursionando cada vez con más
fuerza en la cría de estos
moluscos (helicicultura) y podrían
posicionar al país como uno
de los principales exportadores. El
número de criaderos en el país
ya superó los 200 y motivó
la aparición del primer frigorífico
exclusivo para caracoles. La helicicultura
comenzó a desarrollarse a principios
de 2000, año en el que el país
exportó 15 toneladas de moluscos
a España. El año último
las exportaciones llegaron a las 20
toneladas a un valor de 2 dólares
por kilo vivo. Los productores no
están, en la mayoría
de los casos, relacionados con la
cría de animales, sino que
ven en la actividad una forma relativamente
económica de tener un emprendimiento,
ya que la helicicultura no requiere
mayores infraestructuras ni tecnologías
avanzadas.
El costo depende del método
de cría y del tamaño
del criadero. Los más avanzados
pueden llegar a costar hasta $ 5000,
mientras que los más precarios
podrían no sobrepasar los $
200. "La Argentina tiene un suelo
óptimo para la helicicultura
porque el caracol (especies Helix
Aspersa y Helix Aspera Máxima)
necesita pampa húmeda y somos
los únicos que tenemos ese
suelo", afirma Adolfo Coto, presidente
de la Asociación Argentina
de Criadores de Caracoles, que agrupa
a más de cien criaderos.
Lento pero seguro
Según Coto, fuera de la asociación
el número de productores supera
holgadamente los 150. Solamente en
la Asociación de Helicicultores
hay 100 productores registrados. "Es
una actividad incipiente y por eso
creo que en un año van a estar
formadas las primeras camadas y se
podrá empezar de lleno a exportar,
porque en el país no hay prácticamente
consumo de caracoles (unos 400 kg
anuales). Los que comían eran
los inmigrantes que llegaron en la
década del 40, pero sus hijos
lo reemplazaron por carnes más
rápidas de cocinar", explicó.
Italia, Francia, España y
Alemania encabezan la lista de países
consumidores junto con Japón
y Estados Unidos, que duplicaron su
demanda en los últimos diez
años. Si bien producen parte
de lo que consumen, estos países
no logran satisfacer toda la demanda
interna por la falta de capacidad
productiva, el abuso de agroquímicos
y la recolección masiva.
Tan sólo Francia, uno de los
mayores productores y consumidores,
debe importar más del 20% de
las 50.000 toneladas que consume.
Italia, en tanto, consume 12.000 toneladas
y debe importar el 50% para satisfacer
su mercado doméstico. En ese
contexto, y con la ventaja de producir
a contraestación, la Argentina
deberá competir con los principales
exportadores de caracoles terrestres,
que son Yugoslavia, Turquía
y Marruecos. Nuestro país exportó
en 2002, a pesar de la inexperiencia,
20 toneladas de caracoles a un valor
de 2 dólares el kilo vivo a
España, según datos
de la oficina de estadísticas
de Comercio Exterior del Servicio
Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria
(Senasa), que reglamentó la
actividad el año último.
En 2001 fueron enviadas 15 toneladas
certificadas a España y en
2000, 19 toneladas a España
y 2 toneladas a Estados Unidos.
Si bien el escenario resulta óptimo,
la gran mayoría de los productores
no puede concretar ventas porque no
cuenta con el número de animales
necesarios debido al poco tiempo que
llevan en la actividad. Sólo
este año el Senasa habilitó
el primer frigorífico exclusivo
para caracoles. Se trata de Agro Patagonia,
ubicado en Saladillo. A menos de un
mes de ser habilitada, la empresa
ya firmó un contrato con una
mayorista española y despachará
desde mañana, y en forma semanal,
2,5 toneladas (US$ 10.000) de caracoles.
"Los compradores los prefieren
vivos, entonces en vez de congelarlos
lo que hacemos es bajarles la temperatura.
Así logramos que hibernen y
llegue vivos a destino", explica
Javier Gutiérrez, uno de los
nueve socios que invirtieron US$ 50.000
para armar el lugar.
La empresa avanzará en la
elaboración de productos intermedios
de mayor valor agregado y esto mismo
intentarán los 15 helicicultores
pampeanos reunidos en el Consejo Promotor
Productivo de Helicicultura-Zona Centro-La
Pampa, que planea convertirse en cooperativa.
Norma Di Franco, miembro del Consejo,
señala que los criaderos de
la zona no tienen el capital para
costear el avión y están
experimentando en la elaboración
de manufacturas.
Negocio de autodidactos
"Somos principiantes y vamos
aprendiendo del ensayo y del error",
afirma. En realidad, gran parte de
los productores son inexpertos en
la cría de animales de cualquier
tipo, como Julio Polzinetti, de 60
años, un médico cirujano
que comenzó a criar caracoles
en Allen, Río Negro, para descansar
de la profesión. "Tenemos
un invernadero de 45 metros cuadrados
y ya contamos con 10.000 animales.
Si el criadero da los frutos que esperamos
se podrá empezar a vender a
mediados de 2003", cuenta. Polzinetti
lleva un año en el negocio
y no ha sobrepasado los 1000 pesos
de inversión. El médico,
que cría en forma intensiva,
señala que entre "Río
Negro y Neuquén habrá
4 o 5 criaderos y cada vez más
gente se entusiasma con el negocio".
Ese mismo entusiasmo quizá
permita que dentro de no mucho tiempo
el país de las vacas también
sea mundialmente conocido por sus
terráqueos caracoles.
Dos obstáculos y una solución
Los helicicultores argentinos, según
Miguel Jové, técnico
del Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria (INTA) Santa Fe, se enfrentan
a la desinformación y a la
inexperiencia. Dos problemas que se
podrían solucionar a través
de la "comunicación".
"Hay muchos criaderos repartidos
por el país que si se juntaran
podrían intercambiar experiencias.
La mayoría de los productores
es gente que no está relacionada
con la cría de animales y que
se metió en esto para compensar
pérdidas de sus profesiones
anteriores", señala el
técnico del INTA, que promueve
la actividad a través de cursos
de capacitación.
"Esta gente -agrega- se resiste
a hacer inversiones y no sabe reclamar.
Espera que todo llegue y no se comunica
con otras regiones." Los productores
del Consejo Promotor Productivo de
Helicicultura-Zona Centro-La Pampa
combaten la desinformación
estableciendo líneas de comunicación
con otras regiones, como Bahía
Blanca. "Nos encontramos con
enfermedades y muertes que no están
en los libros y que los veterinarios
no pueden resolver. Por eso queremos
compartir historias para poder perfeccionarnos",
señaló la helicicultora
pampeana Norma Di Franco.
2 de febrero de 2003
Fuente:
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