Las firmas automovilísticas
diseñan ya modelos limpios
para no quedar al margen de la revolución
que se avecina. Un escollo clave es
cómo producir, distribuir y
almacenar el hidrógeno de manera
competitiva. Los partidarios ven la
oportunidad de desterrar los combustibles
fósiles y frenar el calentamiento
global.
¿Tienen las multinacionales
miedo de que aparezca un Bill Gates
que implante el coche limpio
y deje a todos los demás en
la cuneta? Nadie quiere perder un
tren que puede cambiar esta industria.
No hace falta haber hecho ningún
máster en gerencia para saber
que el futuro empresarial siempre
ha ido paralelo a la innovación.
Los principales fabricantes de coches
del mundo han iniciado una indisimulada
carrera ante lo que puede ser la mayor
revolución en la forma de utilizar
la energía desde que apareció
el motor de combustión interna.
Las pilas que utilizan el hidrógeno
como combustible piden ya el relevo
a la gasolina.
Bill Ford, el bisnieto de Henry Ford
y actual presidente del Ford Motor
Company, ha dicho que está
convencido de que las pilas
de combustión terminarán
con los cien años de reinado
del motor de combustión,
según recuerda Jeremy Rifkin
en La economía del hidrógeno
(Paidós).
A diferencia del motor tradicional,
que quema combustible fósil
(gasolina o gasóleo), las pilas
que se están diseñando
hacen reaccionar químicamente
el hidrógeno con el oxígeno
para generar una corriente eléctrica
que aprovecha el motor (eléctrico)
impulsor del coche. Al no haber combustión,
las pilas no producen emisiones. No
generan dióxido de carbono
(CO2) ni óxidos de nitrógeno
(NOx), entre otros gases de efecto
invernadero. El único residuo
es vapor de agua y calor y, además,
no se produce ruido. Con esta carta
de presentación, sus defensores
afirman que estamos ante una gran
oportunidad de empezar a desterrar
los combustibles fósiles y
frenar el calentamiento global. Pero
introduzcamos dosis de realismo.
El combustible de las pilas (el hidrógeno)
debe ser obtenido de otros elementos
que lo contengan. Si procede del agua
(por electrólisis) y en su
extracción se utiliza energía
de origen renovable, será un
sistema totalmente ecológico.
Pero si el hidrógeno se obtiene
de hidrocarburos (gas natural, metano,
biogás o gasolina), aun siendo
una fuente más limpia que la
convencional, producirá emisiones
en el proceso.
El principal problema de la industria
automovilística en este punto
es cómo producir, distribuir
y almacenar el hidrógeno a
un precio competitivo con la gasolina
en las estaciones de servicio.
Es el pez que se muerde la cola.
Los fabricantes y las empresas de
energía deberían coordinarse,
pues una infraestructura de este tipo
es muy costosa. Pero las compañías
automovilísticas se resisten
a fabricar coches alimentados directamente
con hidrógeno por temor a que
no se invierta en estaciones para
repostar hidrógeno. Por otro
lado, las compañías
energéticas no se atreven a
comprometerse con inversiones millonarias
hasta no ver rodando por la calle
estos coches del futuro.
Otro problema es que el hidrógeno
comprimido ocupa más volumen
que los depósitos de gasolina,
con lo que resta espacio a pasajeros
y equipaje. Pero Ford cree haber resuelto
el problema del almacenamiento rediseñando
el vehículo, de modo que el
depósito de hidrógeno
encaja bien y, lo que es más
importante, proporciona una autonomía
de 610 kilómetros.
Luego está el precio: Los
costes de generación de energía
con pilas son muy elevados, especialmente
debido a la inversión que requieren
estos sistemas y los costes de generación
del hidrógeno, explica
Juan Luis Pla, experto del Instituto
de Diversificación y Ahorros
de la Energía. Pla prevé,
pese a todo, un descenso de costes
en los próximos cinco o diez
años, lo que puede tener un
efecto escala que animaría
la demanda.
Actualmente, casi la mitad del hidrógeno
que se produce es extraído
del gas natural. Aunque ésta
es la forma más barata de producirlo
con fines comerciales, el inconveniente
es que se sigue usando un hidrocarburo
(recurso agotable) y se sigue emitiendo
CO2 (cambio climático) en el
proceso para su obtención.
En cambio, su extracción del
agua (electrólisis) no es un
procedimiento muy extendido, porque
los costes de la electricidad empleada
en el proceso hacen que no resulte
competitivo, señala Rifkin.
La gran clave es saber si se pueden
emplear energías renovables
(fotovoltaica, eólica, hidráulica...)
para generar la electricidad que requiere
descomponer el agua en hidrógeno.
Un dato relevante es que BP produce
el 10% de las células fotovoltaicas.
Por algo será.
12 de febrero de 2003
Fuente:
PÁGINAS
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