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El
lombricultor Lorenzo Pippi,
en una de las cunas de lombrices
que tiene en su vivienda. |
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Hasta hace dos años,
la lombricultura no estaba considerada
como una actividad de gran desarrollo.
Sólo unos pocos se dedicaban
a reciclar -por ese medio- los residuos
orgánicos para producir humus.
Y aunque el auge de la agricultura
ecológica ya le había
abierto algunas puertas, la gran explosión
de la actividad llegó con la
devaluación de comienzos del
2002.
Hoy, ya son muchos los mendocinos
que ven en la cría de lombrices,
una salida laboral interesante. Aunque
se trata de una inversión de
mediano plazo, no requiere demasiados
cuidados. Además, el mayor
aporte de capital pasa por comprar
los animalitos núcleo
(que servirán para iniciar
el emprendimiento) y por conseguir
los residuos que los alimentarán.
Algo que, pese a no ser barato, tampoco
constituye una barrera para quienes
pretenden comenzar a producir en baja
escala.
Ayer, en el Auditorio Adolfo Calle,
el Suplemento Campo de diario Los
Andes realizó una charla que
superó todas las expectativas.
Más de 200 personas escucharon
y le hicieron preguntas a Mariano
Cony, un ingeniero agrónomo
que, desde hace 20 años, se
dedica a la lombricultura y actualmente
tiene un criadero de 4.000 m2 de terreno.
Durante su exposición, el
especialista detalló las técnicas
de la actividad y sugirió un
paso a paso para quienes
quieren empezar a desarrollarla. Lo
que mal llamamos basura puede convertirse
en un abono de gran valor, tanto desde
el punto de vista económico
como desde el ambiental. Por un lado,
porque a diferencia de los fertilizantes,
el humus de lombriz no es tóxico.
Y por el otro porque puede utilizarse
para el abono del jardín propio
o para comercializar, dijo Cony,
al iniciar su charla.
Quienes pretenden comenzar con la
cría de lombrices deben tener
en cuenta que no todas las variedades
sirven para generar abono. Una de
las más usadas es la roja californiana,
que, a diferencia de otras, soporta
altas densidades de población:
en cada metro cuadrado pueden convivir
hasta 50.000. Además, es longeva
(10 años de vida) y tiene un
ciclo de reproducción muy alto,
ya que cada 3 meses es capaz de duplicar
su cantidad.
La veta comercial
Debido a que en Mendoza el suelo
tiene apenas el 1% de materia orgánica,
la abonadura es, desde hace tiempo,
una práctica muy frecuente.
Eso, porque mejora el estado nutricional
del terreno, su estructura, su capacidad
de retención de humedad y también
la actividad microbiana.
En ese marco, el negocio de las lombrices
comenzó a encontrar un espacio
interesante, que podría crecer
aún más si se le diera
impulso a la exportación, algo
que aún no ha ocurrido. Pero
los buenos frutos dependen de que
el proceso esté bien controlado.
Según Cony, que también
es profesional principal del Cricyt,
hay algunas claves para tener en cuenta:
Inicios. Es importante definir qué
cantidad de abono se desea producir,
de cuántos residuos se dispone
y cuánto capital se desea invertir.
En Mendoza, el mercado no está
aún muy desarrollado y, por
lo tanto, los valores de todos los
insumos son variables.
Criadero. Las áreas de lecho
o cunas deben estar cerca de una fuente
de agua y energía, ya que las
lombrices deben tener, en forma permanente,
80% de humedad. Lo ideal es que sean
terrenos planos, permeables y con
buen drenaje. Esto, porque si el agua
queda estancada, las lombrices terminan
asfixiándose. Además,
recomiendan no ubicarlos cerca de
arboledas y que sean paralelos a la
dirección de los vientos predominantes.
En una lombricultura hogareña
conviene que el ancho de cada cuna
no supere los 5 metros.
Alimentación. Las lombrices
deben ser alimentadas regularmente,
ya que su materia fecal constituye
el humus que luego servirá
de abono.
Olores y moscas. Aparecen por la
descomposición anaeróbica
de los residuos. Para minimizarlos
es necesario que la lombricultura
está bien oxigenada. Lo mejor
es soliviarla con una horqueta cada
10 días, aproximadamente.
24 de octubre de 2003
Fuente:
PÁGINAS
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