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Panda
gigante
Población sobreviviente:
1000.
Situación:
en peligro.
Distribución:
centro de China.
Pirncipales amenazas:
pérdida y degradación
del hábitat,
caza furtiva, baja
tasa de reproducción |
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Tigre
de Sumatra
Población sobreviviente:
500.
Situación:
en peligro crítico.
Distribución:
Indonesia (Su-matra).
Pirncipales amenazas:
pérdida y degradación
del hábitat
y caza furtiva |
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Ibis
japonés
Población sobreviviente:
30.
Situación:
en peligro.
Distribución:
migra entre Japón,
China, Corea y SE
de la Federación
Rusa.
Pirncipal amenaza:
pérdida y degradación
del hábitat |
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La extinción
ya aparece en las primeras páginas
del Génesis. Es, como
enseñó Darwin,
parte del mecanismo que promueve
el recambio generacional entre
animales y plantas. Alguna vez
dejó el dominio planetario
en manos de los mamíferos.
Pero la intervención
del hombre confirió a
esta herramienta evolutiva un
alcance y un ritmo intolerables.
Factores
de riesgo
Ciudades,
cultivos y obras de infraestructura
sustituyen sin tregua los ambientes
agrestes, dejando sin casa a
miríadas de bichos. Un
aprovechamiento egoísta
e imprevisor agota el stock
silvestre. El cambio climático,
desencadenado por el uso de
combustibles fósiles,
convierte de un día para
el otro humedales en desiertos,
pastizales en comarcas anegadas.
Y el envenenamiento del aire,
el suelo y el agua recorta aún
más las posibilidades
de supervivencia.
Estos cambios vertiginosos,
brutales y vastos desbordaron
hace rato la capacidad adaptativa
de la flora y la fauna. La extinción
pasó así a ganarle
la carrera a la formación
de nuevas especies. Su tasa
actual resulta 1000 a 10.000
veces mayor que la esperable
en condiciones naturales. De
persistir, aventura el Fondo
Mundial para la Naturaleza (WWF),
la Tierra perdería hacia
2025 una quinta parte de todas
las especies conocidas.
Y esto es apenas la punta del
iceberg. Fuera de cálculo
quedan millones de criaturas
ignotas. Muchas de ellas desaparecerán
sin que la ciencia llegue siquiera
a colocarles etiqueta, llevándose
más de un valioso secreto.
El Zoo
de cristal
En los últimos
500 años, la actividad
humana forzó la desaparición
de 816 especies. Según
el Libro Rojo, que edita periódicamente
la Unión Mundial para
la Naturaleza (UICN), 11.046
corren hoy riesgo de seguir
sus pasos. De ellas, 5435 pertenecen
al reino animal. La lista incluye
a uno de cada cuatro mamíferos
y una de cada ocho aves, desde
la ballena azul -el bicho más
imponente de todos los tiempos-
hasta el diminuto colibrí
de Lillian.
Dentro de este amenazado lote
hay 1978 criaturas al borde
mismo del precipicio (en peligro
crítico, para la UICN).
El caso más extremo es
el del guacamayito azul o de
Spix. Se conoce un solo ejemplar
en estado silvestre, que fue
avistado por última vez
en 2000 y probablemente ya haya
muerto. La única esperanza
que resta a esta exclusividad
brasileña es la reintroducción
a partir de animales cautivos.
Existen, en tal sentido, promisorios
antecedentes. Los ciervos del
padre David que repoblaron los
pantanos de Da Feng (China),
tras siglos de ausencia, descienden
por entero de los 18 individuos
que el duque de Bedford llevó
a Inglaterra en 1900 y éstos,
de los que burlaron la extinción
al amparo del Parque Imperial
de Pekín. El cóndor
de California regresó
gracias a ejemplares incubados
en zoológicos. Y una
solución análoga
salvó al tití
león dorado de las selvas
costeras de Brasil. También
caminan por la cuerda floja
el lince ibérico, el
zorro volador de Livingston,
el jabalí pigmeo de la
India, el águila monera
de Filipinas y otras curiosidades
zoológicas.
Algo menos apremiados, dentro
de la categoría en peligro,
hay dos celebridades: el panda
gigante y el gorila de montaña,
que hasta compartió pantalla
con Sigourney Weaver (Gorilas
en la niebla, 1988).
Con ellos se codean, hermanados
por el infortunio, el tigre
de Sumatra, la foca del Mediterráneo,
el ibis japonés, el aye
aye de Madagascar, el solenodonte
de Haití y 2640 especies
más.
¿Y
por casa?
El aporte
argentino al listado de animales
extinguidos resulta humilde.
Se limita, por ahora, al guacamayo
violáceo y el zorro-lobo
de las Malvinas (otra víctima,
en realidad, de la intrusión
británica). Sin embargo,
parecemos empeñados en
mejorar la marca. Hoy, según
la Fundación Vida Silvestre,
529 especies están en
vías de extinción.
A la cabeza marchan tres caracoles
de los otrora rápidos
de Apipé (Corrientes),
condenados a sobrevivir en laboratorio
desde que la represa de Yacyretá
sepultó su acotadísimo
hábitat. Muy cerca vienen,
entre otros, el venado
de las pampas, la harpía,
el
yaguareté, la ranita
de somuncurá, el pato
serrucho, la chinchilla de cola
corta, el capuchino de collar,
la ballena franca, el guacamayo
rojo. Y, algo más atrás,
una nutrida legión de
gatos, ciervos, loros, delfines,
armadillos y sapitos. Hasta
la tortuga terrestre está
en problemas. Evitar la desaparición
de estos argentinos es, ante
todo, tarea nuestra. Hace falta
un nuevo Nunca más.
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