La enorme diversidad
de formas de vida que habitan el planeta
ha sido siempre motivo de atracción
para filósofos y naturalistas.
A lo largo de la historia fueron elaborándose
diversas teorías que intentaban
explicar el origen de las especies
y su extraordinaria diversidad. Sólo
a mediados del siglo XIX fue enunciada
la que aparece como más convincente:
la formulada por Charles Darwin.
Pensamiento de
Lamarck
El primer científico
moderno que elaboró una teoría
de la evolución fue el francés
Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829).
Como más tarde haría
Darwin, sugirió que todas las
especies, incluso la humana, provienen
de otras.
Lamarck se interesaba
por los organismos unicelulares y
los invertebrados. Sus observaciones
lo indujeron a pensar que las especies
se van haciendo cada vez más
complejas a medida que evolucionan.
De acuerdo con su hipótesis,
la evolución es producto de
dos fuerzas combinadas: las características
adquiridas, que en su opinión
pueden ser transmitidas de padres
a hijos, y la existencia de un principio
creador universal, que hace que las
especies alcancen cada vez mayor complejidad
en su evolución. En relación
con la primera de esas fuerzas, Lamarck
sostenía que los órganos
de un individuo se robustecen o se
debilitan, según se haga uso
asiduo de ellos o no; pero además,
creía que esas características
de un individuo en particular pueden
ser transmitidas a su descendencia.
Junto con ese motor de la evolución
existía un principio creador
universal, que era el que, según
Lamarck, llevaba a las especies a
alcanzar cada vez mayor complejidad.
La teoría
de Darwin
El inglés
Charles Darwin (1809-1882) realizó
entre 1831 y 1836 un largo viaje de
circunnavegación del mundo,
a bordo de la fragata oceanográfica
Beagle. Como fruto de sus observaciones
se planteó el interrogante
de por qué las especies animales
y vegetales dan vida a mayor número
de individuos que los que finalmente
sobreviven, y que la Tierra podría
sustentar. De allí, desarrolló
su idea de que la lucha por la vida
es una competencia feroz en la que
sólo sobreviven los más
aptos.
La necesidad de
supervivencia impone cambios, por
presión de los competidores
o por modificaciones en el medio.
Está claro que los que resulten
mejor adaptados tendrán más
posibilidades de sobrevivir. Aquí,
Darwin dirigió su atención
a las prácticas de los criadores
de animales domésticos y los
agricultores, que realizan cruzas
entre ejemplares de diferente origen
para obtener descendencia con ciertas
características como, por ejemplo,
la posibilidad de disponer de vacas
que sean mejores productoras de leche.
En la naturaleza, dijo, también
se produce esta selección:
los individuos que poseen determinadas
características, más
adecuadas para una situación
específica o un cambio en el
ambiente en que viven, se alimentarán
mejor, vivirán más tiempo
y tendrán más descendencia.
Llamó a este proceso selección
natural.
La adaptación
de las especies
De acuerdo con la
teoría de Darwin, las especies
se modifican por la selección
natural, pero no según el proceso
imaginado por Lamarck: no es que la
jirafa tenga el cuello inusitadamente
largo porque se alimenta de hojas
y ramas de árboles, sino que
la selección natural ha actuado,
a través de las generaciones,
favoreciendo a los individuos con
cuellos más largos. En tiempos
muy remotos, los antecesores de las
actuales jirafas eran animales de
cuello relativamente corto, con las
habituales diferencias mínimas
entre distintos individuos. Ante la
posibilidad de alimentarse con ramas,
constituía cierta ventaja tener
el cuello un poco más largo
de lo normal. Así, los animales
con esas características vivían
más, comían mejor, se
apareaban más veces y transmitían
a su descendencia sus principales
características físicas,
entre ellas, la tendencia al cuello
largo.
Pruebas de la
evolución
Darwin llegó
a la conclusión de que la selección
opera no solamente en el tiempo, sino
también en el espacio. Cuando
individuos animales o vegetales de
una determinada especie se apartan
del tronco común y quedan aislados
durante suficiente tiempo (por ejemplo,
por el surgimiento de una barrera
natural, como el nuevo cauce de un
río), desarrollarán
características específicas
que harán surgir una subespecie,
diferenciada de la primera.
Son muchos los
ejemplos de adaptación al medio
que apoyan la teoría darwiniana
de la selección natural. Uno
muy característico es el color
de los animales. En la vida de los
animales silvestres predominan los
colores apagados, pardos, pardo-rojizos
o grises. Sin embargo, muchos animales
muestran sorprendentes adaptaciones,
que en los vertebrados se deben fundamentalmente
a la presencia de una sustancia llamada
melanina, que se encuentran en las
células de piel, pelos y plumas.
Los osos polares y otros animales
de zonas frías se mimetizan
con el medio externo -terrenos helados
o nevados- en el que viven. En las
sabanas africanas, las rayas de las
cebras y las manchas de las jirafas
sirven para disimular su presencia,
porque a la distancia su pelaje se
confunde con los matices de colores
de esos terrenos.
La estructura de
la piel responde por lo general a
una función. Las escamas de
los reptiles sirven para protegerlos
contra el desgaste mecánico,
muy intenso en estos animales por
su roce constante con el suelo. Además,
evitan la pérdida de agua corporal.
El plumaje de las aves y el pelaje
de los mamíferos cumplen también
función de protección
contra los agentes atmosféricos,
y les permiten conservar una temperatura
corporal constante.
De todos modos,
el mero parecido no es una señal
segura de que exista parentesco entre
dos especies animales. Las rosas tienen
espinas y los cactos también:
pero en las primeras las espinas son
modificaciones de las yemas de los
tallos, y en los segundos son las
hojas de la planta, que han adoptado
esa forma para reducir al mínimo
la pérdida de agua por evaporación.
Los delfines y ballenas son exteriormente
muy parecidos a cualquier pez, pero
tienen pulmones en vez de branquias,
amamantan a sus crías -que,
además, no nacen de huevos
sino que se desarrollan en el útero
de la madre- y tienen sangre caliente;
sus supuestas aletas son dos pares
de extremidades con cinco dedos, como
en la mayoría de los demás
vertebrados.
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PRECÁMBRICO |
CÁMBRICO |
ORDOVÍCICO |
SILÚRICO |
DEVÓNICO |
CARBONÍFERO |
PÉRMICO |
PALEOZOICO |
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TRIÁSICO |
JURÁSICO |
CRETÁCEO |
MESOZOICO |
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|
PALEOCENO |
EOCENO |
OLIGOCENO |
MIOCENO |
PLIOCENO |
PLEISTOCENO |
HOLOCENO |
TERCIARIO |
CUATERNARIO |
CENOZOICO |
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Mendel y la genética
Desde que Darwin
formuló su teoría en
1859, se han acumulado muchas evidencias
que la sustentan. Pero sólo
a comienzo del siglo XX, con el desarrollo
de la genética y el redescubrimiento
de los experimentos del botánico
austríaco Gregor Mendel (1822-1884),
se pudieron explicar cómo funcionan
el mecanismo de la herencia: de qué
manera se transmiten las características
que pasan de una generación
a otra; por qué las mismas
pueden desaparecer para luego reaparecer
en generaciones posteriores, y cómo
se originan las variaciones sobre
las cuales actúa la selección
natural. La combinación de
la teoría de Darwin con los
principios de la genética de
Mendel se conoce como teoría
sintética de la evolución.
Constituye el fundamento de los trabajos
de los biólogas actuales, en
sus intentos de explicar los detalles
de los mecanismos evolutivos.
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