Son lajas de
210 millones de años. Allí
hay más de cincuenta pisadas
de dinosaurios que quedaron grabadas.
El hallazgo fue hecho en una quebrada
de La Rioja, cerca de Chile.
Hace unos 210 millones
de años, un grupo de dinosaurios
pequeños tan altos como
un tero de hoy se acercaron
a tomar agua de unos charcos. Pasaban
sus días en una planicie donde
aún no estaba la cordillera
de los Andes, en el territorio de
la actual provincia de La Rioja. Y
aunque en ese momento no existían
ni los hombres, ni la cámara
fotográfica, ni la videofilmadora,
la escena quedó registrada.
Quedó documentada
en lajas que conservan más
de 50 pisadas de dinosaurios. Fueron
descubiertas en noviembre de 2001
por tres investigadores argentinos,
que pertenecen al Conicet, la Universidad
Nacional de La Pampa y el Museo Paleontológico
Egidio Feruglio (MEF) de Trelew. Encontraron
las huellas más antiguas de
dinosaurios con patas similares a
las de las aves que se conocen hasta
el momento.
Los científicos
publican su descripción del
descubrimiento en el número
de esta semana de la revista británica
Nature. Con estas pisadas aportaron
una evidencia para esclarecer el vínculo
familiar que hubo entre dinosaurios
y aves. La mayoría de los paleontólogos
sostienen que las aves descendieron
de los terópodos, los dinosaurios
carnívoros moradores del suelo.
Las huellas se convierten
ahora en pruebas de un momento y,
a la vez, generan más dudas
de las que ya se tenían. Tantas
que la misma revista especializada
anuncia el hallazgo diciendo que "suscita
misteriosas preguntas". "Es
un descubrimiento que descoloca: abre
una nueva discusión sobre cómo
fueron las relaciones entre dinosaurios
y aves", afirmó la bióloga
Silvina de Valais, becaria del MEF,
que con sus 28 años es la más
joven del trío formado con
los investigadores del Conicet Jorge
Genise y Ricardo Melchor.
Es que las formas
de las pisadas indican que eran de
dinosaurios con patas parecidas a
las de las aves, pero nunca antes
se habían encontrado algo así
en el Período Triásico,
dentro de la Era Mesozoica, una época
en la que los continentes estaban
agrupados en uno solo y en la que
recién se empezaban a desarrollar
los reptiles como los dinosarios y
los mamíferos.
Los tres investigadores
fueron en noviembre pasado a la quebrada
de Santo Domingo, un lugar totalmente
árido y despoblado que se encuentra
al noroeste de la provincia de La
Rioja, a unos 20 kilómetros
del límite con Chile. "En
un momento con una luz muy fuerte
del Sol, encontré unas lajas
extrañas contó
Melchor. Enseguida, pensé
que se trataban de rastros de dinosaurios
y llamé a mis colegas".
Al día siguiente,
el trío que contó
con la ayuda del entomólogo
Miguel Archangelsky y con el financiamiento
de la Agencia Nacional de Promoción
Científica y Tecnológica
de la Argentina volvió
con palas y empezó a excavar
en el lugar.
El ambiente no era
el mismo que el de la escena con los
dinosaurios pequeños. Doscientos
millones de años atrás,
era húmedo y cálido,
con charcos y arroyos con escurrimiento
temporario (sólo llevan agua
en época de lluvias), según
explicó Melchor, quien es geólogo
y vive en Santa Rosa, La Pampa.
Tras los distintos
cambios climáticos que fueron
dándose a lo largo de tanta
millonada de años, el ambiente
terminó siendo muy ventoso
y con una aridez extrema. Las arenas
y fangos se convirtieron en rocas
de color rojo ladrillo, que puede
retirarse fácilmente en lajas.
En ese lugar entonces
Melchor dio con algunas lajas con
las huellas de los dinosaurios, que
habían quedado al aire libre
como consecuencia del viento. En los
días siguientes se fue destapando
el área y se hizo un croquis.
Se embalaron las lajas que tienen
más de cincuenta huellas y
se dejaron otras que tienen sobreimpresiones
de otros animales.
En los laboratorios
empezaron a rearmar el rompecabezas.
¿Eran rastros reales de dinosaurios?
¿Y de qué fecha eran?
Para contestar esto, los investigadores
se valieron de dos indicadores. En
el lugar hay troncos de árboles
llamados Rhexoxylon que
sólo existieron en el Período
Triásico, según estudios
previos de otros científicos.
Otra datación también
arrojó más información:
un análisis químico
reveló que las rocas volcánicas
que estaban por arriba de algunas
lajas tenían 212 millones de
años. Ahora el trío
investigador puede decir que los dinosaurios
dejaron las huellas unos 210 millones
de años atrás.
"Extrapolamos
esta información a las huellas",
dijo de Valais. "Es como si la
escena hubiese sido un libro con sus
páginas comparó.
Todas las partes se hicieron en un
mismo momento, por lo tanto es lícito
extrapolar que si encontramos una
página nueva (las huellas de
los dinosaurios), tendrá la
misma edad que las otras páginas
que ya se conocen (las rocas y los
troncos con los mismos fechados)".
Algunos datos más
se saben sobre los dinosaurios. Medían
hasta unos 30 centímetros de
alto y daban un paso de 20 centímetros
de largo. Eran bípedos, con
tres dedos en cada pata, y eran terópodos
carnívoros. Pero todavía
la información obtenida no
alcanzó para clasificarlos
en una especie y ponerles un nombre,
ni para saber si tenían plumas,
picos o alas.
Un hallazgo único
que llevó diez días
de duro trabajo
Nunca se encontraron
pisadas tan netas, tan claras respecto
a que son de aves. Tampoco con esta
antigüedad y en esta cantidad.
Por eso este hallazgo plantea un gran
interrogante respecto a qué
tipo de dinosaurio produjo estas huellas
hace más de 200 millones de
años".
Jorge Genise es
doctor en Ciencias Biológicas.
Tiene los restos encontrados en la
quebrada de Santo Domingo frente a
sus ojos en uno de los salones de
investigación del Museo Paleontológico
Egidio Feruglio, de Trelew.
Este museo es uno
de los más importantes de América
latina. Tiene más de 1.700
piezas. Fue inaugurado en 1990 pero
desde el 99 funciona en un edificio
propio, de 1.800 metros cuadrados,
ubicado en pleno centro de Trelew.
Tiene cinco salas con imponentes reproducciones
de dinosaurios en su tamaño
natural. Ingresar al edificio del
museo Egidio Feruglio es hacer un
verdadero viaje al pasado.
Genise formó
parte del equipo que en La Rioja realizó
el hallazgo. Y de un proyecto que
ya lleva un año de ejecución.
Aunque su fuerte son los invertebrados,
Genise siente que se encuentra ante
un hallazgo único. "De
todas maneras no será fácil
llegar a una conclusión, al
menos en lo inmediato".
También contó
que no fue nada fácil trabajar
en la quebrada, a 3.500 metros de
altura sobre el nivel del mar. "Hay
que tener un estado físico
especial", aseguró.
El biólogo
nació en Buenos Aires, estudió
en la UBA, donde también se
doctoró en Ciencias Biológicas.
Fue investigador asistente durante
10 años y desde 1993 trabaja
en forma independiente. Está
en el Feruglio desde hace 2 años.
El equipo se alojó
en el obrador de una empresa que construye
una ruta hacia Chile. El clima tampoco
ayudó: hubo vientos permanentes,
que levantaban polvillo y no hay ningún
refugio. El equipo trabajaba todo
el día, desde las 7 de la mañana.
Almorzaban "un sánguche
o algo así; lo mínimo"
en medio del campo, para no perder
tiempo.
Sacar las lajas
donde las pisadas de supuestas aves
se multiplican, costó dos días
de trabajo intenso: estaban en una
barranca. "Por cada diez centímetros
de laja con huellas sacamos una columna
de material. Tenemos las dos caras,
el negativo y el positivo de la pisada",
contó el biólogo. Las
muestras fueron llevadas primero a
La Pampa y después al museo
Egidio Feruglio.
Según los
expertos, la Quebrada de Santo Domingo
es el afloramiento más al norte
que existe del Triásico superior.
Es un lugar poco estudiado. "Por
eso nos llamó la atención
y fuimos para ver qué aparecía.
Hay que reconocer que pudimos estar
10 o 20 días sin resultados".
Genise contó
el momento del hallazgo. "Todos
estábamos en otro lugar y el
doctor Ricardo Melchor hacía
el trabajo más aburrido. Trabajaba
sobre una roca haciendo anotaciones
hasta que aparecieron las huellas.
Se acercó y nos dijo: ''Miren
lo que encontré'' y nos mostró
las pisaditas de tres dedos",
dijo con naturalidad.
El hallazgo se fue
juzgando con el tiempo. "Al principio
no estábamos seguros en sacar
mucho material. Es muy diferente el
enfoque que uno le da en el campo
al que le das después en frío.
Al principio lo tomás como
algo natural pero pasan los días
y la importancia va creciendo".
La expedición
duró 10 días. Costó
1.500 pesos y se hizo en noviembre
del año pasado. La idea del
grupo es volver a la quebrada a seguir
investigando y sacando restos. Pero
dicen que todo dependerá de
los presupuestos que, como todo en
el país, ya sufrieron importantes
recortes.
27 de junio de 2002
Fuente:
PÁGINAS
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