Greenpeace se
opone al compromiso del INVAP con
Australia que permitiría traer
residuos radiactivos a la Argentina,
como contrapartida de la venta de
un reactor.
En virtud de las opiniones vertidas
por el periodista Julio Orione en
su artículo "No destruyamos
lo que está bien hecho"
, es importante que señalemos
una cantidad de datos que están
equivocados o que directamente no
han sido considerados por el autor
de la nota.
En primer lugar, se acusa a Greenpeace
de realizar una campaña basada
en argumentos "artificiosos"
contra la venta de un reactor de investigación
por parte de INVAP a Australia. Al
respecto, vale señalar que
uno de nuestros argumentos es, ni
más ni menos, el artículo
41 de la Constitución Nacional,
al que Orione ignora en su nota de
opinión. Pero no sólo
lo ignora Orione, obviamente también
lo ignoró INVAP cuando asumió
el compromiso ante Australia de traer
los residuos radiactivos a la Argentina.
El citado artículo 41 prohíbe
de manera clara y taxativa el ingreso
al país de residuos radiactivos.
Lo que propone INVAP es ilegal.
El artículo señala
que la posibilidad de que eso ocurra
es "remota". Otro error:
los actuales contratos que Australia
posee para enviar residuos radiactivos
a Francia difícilmente se apliquen
para el nuevo reactor. Son muchos
los dirigentes políticos australianos
que lo dicen con claridad: los residuos
no irán a Francia, sino a Argentina.
Más aún, aquí
cabe preguntarse por qué el
Congreso Nacional está debatiendo
un acuerdo bilateral con Australia
cuando el contrato comercial de INVAP
hace ya casi dos años fue firmado.
La respuesta es que la ilegalidad
de la operación se descubrió
luego de la firma, porque INVAP lo
ocultó, y porque entonces el
gobierno australiano comenzó
a reclamar un respaldo del Estado
argentino al compromiso adquirido
por INVAP. Así es cómo
durante el año pasado se negoció
este acuerdo, que de ratificarse,
llevará tranquilidad a Australia
de que INVAP podrá traer los
residuos y que la Argentina ignorará
su propia Constitución. En
ese debate está ahora la Cámara
de Diputados. Si la operación
de INVAP fuese legal, no habría
necesidad de tal acuerdo.
También vale recordar que,
de aprobarse, se plasmará un
acuerdo internacional que viola la
prohibición establecida en
el artículo 41 de la Constitución.
Esa situación abre la puerta
a la importación de residuos
nucleares a la Argentina, iniciativa
a la que INVAP siempre alentó
de manera expresa y a la que la Asamblea
Constituyente de 1994 le había
cerrado el paso.
También se busca desdramatizar
la operación, minimizando los
riesgos que ella implica. Australia
no la minimiza: por eso no quiere
saber nada con ese tipo de procesos
en su territorio. Las plantas europeas
de procesamiento de combustible nuclear,
en Francia y en el Reino Unido, han
sido conminadas a cerrar sus actividades
por el resto de los países
europeos.
Vale agregar que, además del
riesgo radiológico, dicha operación
significa también asumir el
riesgo de estar bajo la mira del terrorismo
internacional. Este elemento no es
remoto, ya que la actividad nuclear
australiana ya lo estuvo. La policía
neocelandesa desbarató, en
agosto de 2000, un plan para atacar
el reactor nuclear de Lucas Heights,
en Australia, durante la olimpíadas
de ese año. Ese reactor es
el que será reemplazado por
INVAP.
En relación a supuestas denuncias
de Greenpeace acerca de haberse instalado
un basurero nuclear en Chubut, suponemos
que el autor se confunde de organización
o de denuncia, ya que nunca existió
algo así. Lo que sí
existió es el proyecto del
basurero nuclear dentro del Plan Nuclear
Argentino, diseñado por el
proceso militar, que sobrevivió
durante la democracia y que fue proyectado
en Gastre, Chubut. Su definitiva cancelación
se dio recién en 1997. Entre
otras razones, por la oposición
de la población, partidos políticos
y organizaciones de todo tipo, de
la Patagonia y del país.
Por último, Orione le propone
al Congreso Argentino que investigue
a Greenpeace: no hay problemas, nuestras
cuentas son conocidas y abiertas,
nuestras actividades son públicas
y frontales. No tenemos nada que ocultar.
Por el contrario, INVAP tiene muchas
cosas que ocultó y oculta.
En este caso específico, ocultó
la cláusula de los residuos
a la opinión pública
y a funcionarios nacionales. Mantiene
en secreto su contrato comercial.
En el acuerdo con Australia se habla
de que la Argentina podría
proponer hacer "reprocesamiento"
y varios funcionarios australianos
también lo mencionan. ¿Quién
sabe qué dice el contrato en
relación a la obtención
de plutonio?
El secretismo y el ocultamiento de
información es una constante
en toda la trayectoria de INVAP: hay
que recordar su más espectacular
operación clandestina, como
fue el desarrollo durante toda la
dictadura militar de la planta secreta
de Pilcaniyeu (Río Negro),
la cual además de demandar
cientos de millones de dólares,
nunca produjo un solo kilogramo de
uranio enriquecido. En escándalos
como ése es donde habría
mucho para investigar acerca de la
responsabilidad y transparencia de
funcionarios y técnicos que
aún hoy están en la
conducción de ese organismo.
El artículo, finalmente, pone
en duda el "interés"
que motoriza las campañas de
Greenpeace. No son otros que la defensa
del medioambiente, de manera clara
y con absoluta independencia política
y económica de todo grupo de
poder.
Juan Carlos Villalonga
ENCARGADO DE ASUNTOS NUCLEARES DE
GREENPEACE
2 de marzo de 2002
Fuente:
PÁGINAS
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