El incendio de
pozos petroleros y la destrucción
de fábricas dañan la
salud. Por el desastre ecológico,
podrían juzgar a Saddam por
"crímenes de guerra".
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Los
pozos incendiados pueden
provocar cáncer y
enfermedades pulmonares. |
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Entre el diluvio de misiles y las
pilas de cadáveres de soldados,
mujeres y niños, otro drama
avanza silencioso y amenaza también
con devastar el futuro ya incierto
de Irak: la contaminación y
la destrucción del medio ambiente.
Los organismos internacionales ya
encendieron las luces de alarma: el
Programa Ambiental de las Naciones
Unidas (UNEP) decidió comenzar
con urgencia a detectar y calcular
los posibles daños de esta
guerra, según informó
Eric Falt, vocero del programa con
base en Kenia. "El humo negro
que vemos en la televisión
contiene peligrosos químicos
que causan un daño inmediato
a los humanos particularmente
a los chicos con problemas respiratorios
y contamina los ecosistemas de la
región. Es necesario monitorear
con urgencia la calidad del aire en
la zona", advierte la UNEP en
un reciente comunicado. La Unidad
de Cálculos Post Conflicto
ya está reunida en Ginebra,
junto con otras organizaciones humanitarias,
para planificar la reconstrucción
ambiental de la zona después
de la guerra.
No será fácil, estiman.
Aunque nadie ha utilizado hasta hoy
en Irak armas químicas o biológicas
el peor de los escenarios posibles,
en Bagdad el horror se ve y se siente
en el aire, convertido en un nubarrón
ennegrecido de petróleo quemado.
"Inevitablemente, la guerra termina
con un grave daño al medioambiente",
asegura Jonathan H. Adler, profesor
de Derecho ambiental en Case Western
Reserve University School of Law,
quien no duda en afirmar que por la
destrucción y la quema de los
pozos petroleros, Saddam Hussein "podría
ser juzgado por crímenes de
guerra",una vez que termine el
conflicto. "Existe un creciente
consenso sobre que la destrucción
del ambiente viola los principios
del derecho internacional", explica.
Como una especie de coraza medieval
para despistar los cazas aliados,
Saddam defiende la capital iraquí
rodeándola con trincheras llenas
de petróleo ardiente. En el
sur, pozos petroleros quemados lanzan
bocanadas de llamas y humo tóxico.
"El incendio de los pozos tiene
un impacto inmediato claro",
señala el ingeniero químico
Ariel Carbajal, especialista de la
Secretaría de Ambiente y Desarrollo
Sustentable de la Nación. Un
elemento de alto riesgo es el vapor
de petróleo,"porque tiene
muchos componentes que son cancerígenos".
Además, "las partículas
de carbón incorporadas a la
atmósfera, más los gases
y al petróleo en combustión,
son un claro contaminante atmosférico",
explica Carbajal, director de Ordenamiento
Ambiental. Las consecuencias son graves
porque las partículas que circulan
en el aire son muy pequeñas
y pasan con extrema facilidad a los
pulmones. "En el corto plazo,
los que ya tienen procesos alérgicos
pueden desencadenar ataques de asma
y, si la exposición durara
mucho tiempo, podría implicar
la destrucción de los alvéolos
pulmonares", advierte.
Pero la alarma no es sólo
por el humo negro. Los bombardeos
están destruyendo fábricas,
edificios e instalaciones militares.
"Además del polvo, quedan
liberados en la atmósfera un
sinfín de sustancias que son
tóxicas, como por ejemplo las
usadas en el aire acondicionado o
en algunos plásticos",
explica Carbajal.
Según la organización
Red Crescent, después de la
primera guerra en el Golfo el cáncer
en Irak aumentó un 300 por
ciento y 1.700.000 chicos murieron
en la última década
por esa enfermedad. Los científicos
señalan como causa a los efectos
psicológicos por el conflicto,
la contaminación petrolera,
y el polvo y gas emanado del uso de
municiones riesgosas.
Un documento posguerra de las Naciones
Unidas estima que, en 1991, Saddam
derramó entre 6 y 8 millones
de barriles de petróleo en
el mar y en la arena. Como consecuencia,
murieron 30.000 pájaros marinos
y desapareció el 50 por ciento
de las barreras de corales. Pero eso
no es todo. La mayoría de la
vegetación nativa fue afectada,
y gran parte no volvió a florecer
hasta varios años después.
Otros peligros ambientales amenazan
ser quizás más nocivos
para el pueblo iraquí. Los
actuales bombardeos como los
de 1991 están destruyendo
parte de la infraestructura del país
como fábricas de químicos,
plantas de potabilización de
agua como la de Basora y sistemas
de drenaje. Todo esto también
es dramático en el largo plazo.
Por ejemplo: la demolición
de los drenajes resulta en la acumulación
del agua y el consecuente aumento
de la salinidad del suelo que afecta
a la agricultura. La devastación
de plantas químicas además
de las sustancias tóxicas que
quedarán esparcidas en el aire
dejará al país varios
años sin, entre otras cosas,
fertilizantes y pesticidas necesarios
para los cultivos. La ONU reporta
que, tras la primera guerra del Golfo,
la cosecha de trigo fue atacada por
una plaga y se perdió al menos
un 40 por ciento; el ganado fue devastado
por serias epidemias; las ovejas tuvieron
que ser sacrificadas y las pasturas
fueron gravemente afectadas.
Los expertos consultados reconocen
que todavía es demasiado temprano
como para evaluar hoy por hoy el impacto
de esta guerra que aún no se
sabe cuándo y cómo termina.
Pero ya encendieron la luz de alarma.
No hay dudas de que la guerra, desde
el punto de vista ambiental, es también
un desastre.
7 de abril de 2003
Fuente:
PÁGINAS
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