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El mundo industrializado debe pagar por su deuda ecológica

Asistió el presidente Fidel Castro a la apertura de la 6ª Conferencia de las partes de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y la Sequía.

La desertificación está vinculada como causa y efecto a la pobreza y son pocos los compromisos de los ricos para cumplir sus responsabilidades, expresó Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la apertura de la 6ª Conferencia de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra este fenómeno, en la que participan representantes de 170 países.

El presidente Fidel Castro asistió a la sesión inicial en la que también hizo uso de la palabra Hama Arba Diallo, secretario ejecutivo de la Convención, quien abogó por la adopción de iniciativas para detener el proceso de desertificación global y ayudar a los países más afectados por ese fenómeno.

Alarcón advirtió que cada año desaparecen 24.000 toneladas de tierra fértil como consecuencia de la desertificación. Hizo hincapié en el caso de Africa, donde ese fenómeno está estrechamente vinculado a la pobreza, la migración y la seguridad alimentaria. Informó que tres cuartas partes de su superficie agrícola son afectadas por la degradación, que ocasiona asimismo una creciente escasez de agua.

Advirtió que este recurso ya es particularmente escaso en el planeta, sobre todo en el Norte de Africa y en el Este de Asia.

También dio a conocer que de los millones de hectáreas irrigadas a escala mundial, unos 80 millones son perjudicados por la salinización. Más de mil millones de personas, es decir, una de cada cinco en los países en desarrollo, no tienen acceso al agua potable y 2 400 millones carecen de acceso a servicios mejorados de saneamiento, agregó el orador para subrayar a continuación que por enfermedades diarréicas, muy vinculadas con la calidad del agua, fallecieron en el mundo en la década de los 90 del siglo pasado más niños que el número de personas que han fallecido en conflictos armados desde la Segunda Guerra Mundial.

Al citar la desforestación, dio a conocer que en la década pasada el planeta perdió casi 94 millones de hectáreas de bosques.

Denunció Alarcón que la diversidad biológica sucumbe ante el rápido agotamiento de las aguas, los suelos y los bosques. En ese contexto afirmó que más de 11 000 especies están amenazadas y más de 800 están extinguidas y otras 5 000 figuran en la categoría de potencialmente amenazadas.

Con esta pérdida incesante de recursos, la seguridad alimentaria está en crisis. Refirió que la FAO identificó la existencia de 826 millones de personas desnutridas en todo el mundo, a lo que se asocia que más de 2 000 millones de personas sufren enfermedades vinculadas a carencias alimentarias.

Sentenció que la dominación colonial por los hoy catalogados como países desarrollados ha sido en buena medida causante de las condiciones que provocaron los procesos de desertificación y sequía, con una explotación minera despiadada, la tala indiscriminada de los árboles y el uso intensivo de las tierras, para lo cual no se tuvieron en cuenta los conocimientos tradicionales que por siglos acumularon las comunidades.

Esa explotación continúa hoy, lo que calificó de clara guerra ecológica, advirtiendo que son escasos los compromisos de los países ricos para cumplir sus responsabilidades diferenciadas, tal como lo exige el principio 7 de la declaración de Río (Cumbre de la Tierra).

El Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular manifestó que Cuba, país pequeño, subdesarrollado, reafirma una vez más su decisión de apoyar firmemente la Convención y brindar todas sus capacidades y esfuerzos para detener la degradación de los suelos y contribuir a la lucha internacional contra la desertificación.

Asimismo, Alarcón enumeró los principales logros de Cuba en la lucha contra ese flagelo, entre los que figura el crecimiento de los bosques de un 14% en 1959 al 23,2% en el 2002.

La ceremonia de inauguración se celebró al siguiente día de la declaración aprobada por 72 Organizaciones No Gubernamentales que reclaman medidas concretas contra el fenómeno ecológico que afecta a la humanidad, cuyos representantes clamaron porque el llamado Primer Mundo pague su deuda ecológica.

El Norte debe su desarrollo al saqueo del Sur, y es el máximo responsable de la degradación de tierras, el calentamiento global y la contaminación de la biosfera, acotaron representantes de la sociedad civil de la Isla. Ellos denunciaron en el foro previo a la Conferencia, celebrado en el Palacio de las Convenciones de la capital cubana, que el 80% del comercio mundial lo controlan 500 empresas transnacionales, en su mayoría causantes de serios daños al entorno, al destruir los medios de subsistencia humana con prácticas deforestadoras, vertimiento de desechos y envenenamiento de las aguas.

Consideraron que la deuda externa es inmoral, impagable e incobrable y recabaron la aplicación de políticas que salden la deuda histórica de los gobiernos del Norte con los pueblos del Sur, eliminen los abismales desequilibrios económicos y sociales.

Las ONGs cubanas defendieron en la reunión el multilateralismo como mecanismo para enfrentar los agudos problemas del orbe y alertaron que con el Area de Libre Comercio para las Américas los EE.UU. prevén afianzar su dominio en la zona, que atesora el 25% de las tierras cultivables del planeta, la mayor biodiversidad mundial, casi un tercio de las reservas de agua, y el 40% de los bosques tropicales.

Real dimensión del problema

En las sesiones de grupos de expertos y en las comisiones de trabajo se ratificó que el factor humano junto con los problemas de la naturaleza incide en el avance de la desertificación en el mundo.

Hubo referencia al cambio surgido de la Cumbre de la Tierra en Rio en 1992 que representa el Convenio de Diversidad Biológica. Este define que los recursos genéticos pasaban a ser de propiedad soberana de los Estados Nacionales, con tres principios fundamentales: la conservación, el uso sostenible y la distribución equitativa de beneficios.

Sobre esta base puede desarrollarse la acción gubernamental para la utilización de los recursos biológicos en la lucha contra la pobreza en los países del Tercer Mundo.

No resulta ocioso señalar que casi el 100% de los refugios de la biodiversidad se hallan en países del Tercer Mundo, el 90% de las tierras y aguas de mayor diversidad biológica no tienen protección gubernamental y, en contraste, más del 95% de los derechos de propiedad intelectual, especialmente patentes, pertenecen a las grandes empresas transnacionales e instituciones gubernamentales del Primer Mundo.

Es decir, la materia prima de los recursos biológicos está en los países en vías de desarrollo, mientras que la tecnología y el poder económico los dominan naciones industrializadas.

En los once años transcurridos de la Cumbre de la Tierra muy poco han recibido los países subdesarrollados para cumplir los acuerdos de Rio y evitar, entre otros desastres, el aumento de la desertificación. De ahí que en el primer foro del grupo de reuniones de la 6ª Conferencia de las partes de la Convención de las Naciones Unidas en la lucha contra la desertificación y la sequía, representantes de Organizaciones No Gubernamentales de más de cien países plantearan medidas concretas de los ricos contra ese fenómeno y que el Fondo de Naciones Unidas para el Medio Ambiente aporte recursos para detener el avance de ese fenómeno.

Otros planteamientos que se esperan en la Conferencia se refieren a la elaboración de planes más eficientes para la conservación y uso sostenible de los recursos de la biodiversidad e iniciativas dirigidas a incorporar valor agregado a esos recursos.

También el respaldo a la propiedad de los pueblos sobre los recursos genéticos en sus tierras y territorios. Queda latente la demanda sobre el reconocimiento de la propiedad ancestral de los pueblos indígenas sobre los recursos genéticos en sus tierras y territorios. Esto tiene que ver con la explotación de la experiencia de esos pueblos en el conocimiento de la flora y otros recursos.

Un ejemplo ilustrativo lo ofrece la industria farmacéutica dominada por las transnacionales, entidades que hacen ventas por más de 40.000 millones de dólares anuales de productos basados en medicamentos tradicionales, pero las utilidades que reciben los países subdesarrollados no pasan de 700 millones de dólares.

Por otra parte, en varios países, como son los casos de Surinam, Ecuador y Guyana, se cierne un posible desastre en sus bosques por las acciones de expansión que vienen realizando las compañías mineras y petroleras extranjeras.

Son problemas que deben estar presentes para que la lucha contra el fenómeno de la diversificación adquiera realmente una dimensión mundial.

26 de agosto de 2003

Fuente: Granma Internacional

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