La fotosíntesis
es el proceso por el cual los vegetales
con clorofila convierten la energía
luminosa en energía química.
Para ello sintetizan -es decir, elaboran-
sustancias orgánicas a partir
de otras inorgánicas. Las plantas
sintetizan hidratos de carbono a partir
de agua y dióxido de carbono,
y en el curso de ese proceso liberan
oxígeno. Esta acción
de transformación de sustancias
inorgánicas, que toman del
ambiente, en tejido orgánico,
sólo puede ser realizada por
las plantas y ciertos organismos unicelulares.
Los vegetales sirven de alimento a
los animales herbívoros, y
éstos a los carnívoros,
por lo que la fotosíntesis
constituye necesariamente el punto
de partida de todas las cadenas tróficas
(alimentarias).
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La
glucosa es el producto final
del proceso de fotosíntesis,
en donde también
se libera oxígeno. |
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Se ha estimado que
en la Tierra se consumen 10.000 toneladas
de oxígeno por segundo. Si
este elemento no se renovara periódicamente,
la atmósfera se saturaría
de dióxido de carbono. La reposición
del oxígeno y la absorción
del dióxido de carbono se realizan
a través de la fotosíntesis.
Las hojas son el laboratorio donde
este proceso tiene lugar.
Cada hoja se compone,
básicamente, de dos hojas de
tejido parenquimático, rodeada
por la epidermis (tejido protector):
el superior -parénquima en
empalizada- y el inferior -parénquima
esponjoso o lagunoso-. El primero
está formado por células
alargadas cilíndricas, ricas
en cloroplastos, es decir, en pequeños
órganos que contienen clorofila
y el espacio intercelular es reducido;
el segundo posee células de
forma lobulada con pocos cloroplastos
pero con grandes espacios entre ellas
para facilitar el intercambio de gases.
Esto se debe a que en el envés
de la hoja los estomas (pequeñas
aberturas o poros para el intercambio
de gases con el exterior) son más
numerosos que en el haz.
En la planta, las
hojas toman dióxido de carbono
del aire y las raíces absorben
agua que posee sustancias disueltas.
El agua llega a las hojas a través
del tallo. La energía proveniente
de la luz del sol es captada por la
clorofila, sustancia colorante o pigmento
verde, contenida en los cloroplastos.
Por medio de la clorofila, las hojas
sintetizan carbohidratos (glucosa,
fructosa, sacarosa y almidón)
con las que elaboran sus propios tejidos.
Para que ese proceso
se desarrolle es necesario, además
de la energía del sol, que
la planta contenga magnesio, ya que
este elemento es uno de los principales
componentes de la clorofila. La estructura
de la molécula de este pigmento
es muy similar a la de la hemoglobina,
sólo que ésta posee
hierro en lugar de magnesio.
Los compuestos
orgánicos
La fotosíntesis
permite que el dióxido de carbono
de la atmósfera sea incorporado
a los sistemas vivos en forma de compuestos
orgánicos. Las plantas y el
fitoplancton -conjunto de plantas
microscópicas de las superficies
oceánicas- sintetizan carbohidratos,
parte de los cuales son aprovechados
por los propios vegetales y parte
de los animales que se alimentan de
ambos. El dióxido de carbono
es devuelto al suelo, a la atmósfera
y al agua por medio de dos procesos:
la respiración de los seres
vivos y la descomposición del
carbono de los organismos muertos.
En eso consiste el ciclo del carbono.
Si bien el hombre dispone, en la actualidad,
de los conocimientos técnicos
necesarios para sintetizar determinados
compuestos, sigue dependiendo en mayor
medida del proceso de síntesis
natural que realizan las plantas.
Por ejemplo, un árbol centenario
puede llegar a tener 200.000 hojas
y aunque su contenido total de clorofila
no llegue a los 200 gramos, en un
día soleado es capaz de asimilar
9.400 litros de dióxido de
carbono, producir 12 Kg de hidratos
de carbono y liberar la misma cantidad
de oxígeno que el dióxido
de carbono asimilado.
Un sistema en
peligro
La concentración
de dióxido de carbono en la
atmósfera parece haber permanecido
estable (0,03% del volumen total del
aire atmosférico) en los últimos
10.000 años. Sin embargo, el
sistema parece hallarse amenazado.
El dióxido de carbono es el
único componente del aire atmosférico
que absorbe calor de los rayos solares;
el notable aumento de su concentración
a partir de 1850, debido a la destrucción
de áreas selváticas,
la actividad industrial y el uso de
combustibles fósiles, podría
tener el efecto de incrementar las
temperaturas medias en 20ºC para
el año 2040, con consecuencias
imprevisibles.
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