El Sexto Período de Sesiones
de la COP-6 entra en su fase final.
Mesas redondas de Jefes de Estado
y de Gobierno, de ministros y parlamentarios.
Foro sobre Arte y Cultura.
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El
presidente del Parlamento
cubano, Ricardo Alarcón,
subrayó que a pesar
de sus deudas ecológicas,
los países desarrados
hacen muy poco por cumplir
sus responsabilidades. |
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El problema es concreto: más
de 250 millones de personas padecen
directamente los efectos de la desertificación
y la tercera parte de la superficie
terrestre -más de 4 000 millones
de hectáreas- está amenazada.
La subsistencia de 1,2 mil millones
de personas que dependen de la tierra,
en más de 110 países,
está en peligro.
Se piensa, con razón, primero
en Africa, pero el problema no se
circunscribe al Tercer Mundo. Datos
de la Secretaría de la Convención
de las Naciones Unidas de Lucha contra
la Desertificación indican,
por ejemplo, que más de un
30% de las tierras de Estados Unidos
están afectadas por la degradación
y en España, 31% corre peligro.
En América Latina y el Caribe
una cuarta parte son desiertos y tierras
secas.
La situación es dramática.
Según estimados, para el 2025
las tierras roturables disminuirán
en dos tercios en Africa, en un tercio
en Asia, y en una quinta parte en
América del Sur.
Es por eso que en la inauguración
de la 6ª Conferencia de las Partes
(COP-6) en La Habana, el presidente
del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón,
expresó su esperanza de que
el resultado de esta reunión
esté signado no sólo
de buenas intenciones, sino de compromisos
concretos.
La desertificación -precisó
Alarcón- es un problema económico,
social y ambiental que pone a prueba
la supervivencia humana, pero a pesar
de las obvias deudas ecológicas,
hay pocos compromisos por parte de
los países desarrollados para
cumplir con las responsabilidades
adquiridas bajo el Principio 7 de
la Declaración de Rio, de responsabilidades
comunes, pero diferenciadas.
En el caso cubano, Alarcón
habló de exitosos esfuerzos
para combatir la erosión del
suelo y su degradación desde
1959 y subrayó el papel de
los gobiernos y la Sociedad Civil
para combatirlos y mejorar la calidad
de vida.
Es por eso que cuando el secretario
ejecutivo de la Convención,
el burquinés Hama Arba Diallo,
alabó la experiencia cubana,
además de apoyar que la COP-6
tuviera lugar en La Habana, estaba,
tal vez, enviando una señal
a los países firmantes, algo
así como hablar menos
y hacer más.
Debe recordarse que la Convención
de la ONU de Lucha contra la Desertificación
fue adoptada en 1994 y entró
en vigor en 1996, y hasta el momento
la han ratificado 187 países.
Desde entonces se han celebrado conferencias
de las partes (COP) -que son las reuniones
de los países para ir analizando
cómo está marchando-
en Roma, Dakar, Recife, Bonn y Ginebra,
y ahora (25 de agosto - 5 de septiembre)
en La Habana. Hay una opinión
generalizada de que aquí se
llegarán a tomar importantes
decisiones sobre las medidas necesarias
para reforzar la lucha global contra
la desertificación.
La doctora Rosa Elena Simeón,
ministra de Ciencia, Tecnología
y Medio Ambiente (CITMA), electa presidenta
de la COP-6, ha expresado la importancia
que Cuba le concede a ser la sede
de este encuentro y cómo La
Habana, desde 1994, no sólo
ha participado en los trabajos para
la implementación de la Convención,
sino que al año siguiente constituyó
el Grupo Nacional de Lucha contra
la Desertificación y la Sequía.
Sobre este tema abundó la
doctora Gisela Alonso, presidenta
de la Agencia del Medio Ambiente del
CITMA. Efectivamente -dijo- Cuba se
ha mantenido muy en vínculo
con la Convención, y puso por
ejemplo actividades triangulares entre
el Caribe, América Latina,
Africa.
Por demás, Cuba tiene
una situación favorable con
respecto a los países del Tercer
Mundo, por el modelo de desarrollo
que hemos decidido tener. Nosotros
nos sustentamos en conocimiento, educación,
base científica, voluntad política
y capacidad de aglutinar a varias
disciplinas. Este último es
un tema que se discute ahora en el
ámbito internacional, la sinergia
entre las convenciones, es decir,
cómo las éstas pueden
unirse entre sí para lograr
mejores resultados.
A la pregunta acerca de posibles
resultados de la COP-6, la doctora
Alonso respondió: Pienso
que lo importante es que se abre un
escenario donde los países
del Tercer Mundo, con sus problemas
comunes, pueden debatir. Por supuesto,
están también los países
desarrollados, pero todos se dan cuenta
de que los lenguajes son totalmente
diferentes. Es un espacio a mantener
porque el problema que ataca esta
Convención está muy
ligado a pobreza y seguridad alimentaria,
tal como reconoce el Programa de Acción
de Johannesburgo.
Más, para todo ello hace falta
financiamiento, y en cuanto a este
primordial tema consideró:
Sí, hace falta financiamiento,
pero también hace falta voluntad
política de los gobiernos,
hace falta un orden económico
internacional diferente y liberarse
de los egoísmos que caracterizan
la relación entre el Norte
y el Sur.
Se espera que las discusiones en
el tema del financiamiento sean muy
fuertes. No obstante, el propio Hama
Arba Diallo consideró que la
COP-6 marcará un hito
en la aplicación de la Convención,
ya que el respaldo del Fondo para
el Medio Ambiente Mundial (FMAM),
como mecanismo financiero de la Convención,
abrirá muchas puertas para
proyectos contra la desertificación.
Cuando el 1º de septiembre comience
la segunda semana de labores, puede
decirse que la COP-6 llegará
a un momento cumbre, con la Quinta
Mesa Redonda organizada con la Unión
Interparlamentaria (las cifras de
parlamentarios en más de 80);
el Foro sobre Arte y Cultura, copatrocinado
por la UNESCO; el diálogo interactivo
de ministros, o de representantes
de ese nivel (más de cien),
y la Mesa Redonda de Jefes de Estado
y de Gobierno (unos 20 según
informaciones de la Secretaría
Ejecutiva de la Convención).
La particular importancia del tema
de la desertificación, definitivamente
de carácter global, está
sobre el tapete, y urgen soluciones.
27 de agosto de 2003
Fuente:
PÁGINAS
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