Dejar la canilla
abierta mientras cada integrante de
la familia se lava los dientes, eternizarse
debajo de la ducha, olvidarse la manguera
a un costado, escupiendo agua potable,
cuando se baldea la vereda... Gestos
como éstos y otros no tan banales
-como la desaprensión con que
gran parte de la humanidad contamina
las preciosas reservas de agua dulce
que atesora el planeta- adquieren una
dimensión inquietante a la luz
del nuevo diagnóstico de las
Naciones Unidas sobre los recursos hídricos
en el mundo.
A pesar de que el agua es el elemento
más abundante en la Tierra,
únicamente el 2,53% del total
es apto para el consumo, y alrededor
de dos terceras partes de esa cifra
están inmovilizadas en glaciares
y nieves perpetuas. Los humanos extraemos
un 8% del total anual de agua dulce
renovable y nos apropiamos de gran
parte de lo que queda disponible.
Pero además arrojamos unos
dos millones de toneladas de desechos
diarios, y producimos unos 1500 kilómetros
cúbicos de aguas residuales.
Cada litro de agua residual contamina
otros ocho de agua dulce.
La Argentina, aunque en esta materia
se podría considerar un país
rico, alberga a cinco millones de
personas que no tienen acceso a agua
segura, un flagelo que, como suele
suceder, afecta en especial a quienes
menos tienen.
La mayor parte de ese tesoro líquido
-exactamente el 84%- se concentra
en la cuenca del Plata: al contrario
de lo que suele creerse, los dos tercios
de nuestra geografía son áridos
o semiáridos. Se podría
llevar agua a los que no la tienen,
pero a un alto costo económico.
También podría tratarse
la que está contaminada o es
de mala calidad, pero empleando procedimientos
caros y complejos.
Según el ingeniero Víctor
Pochat, director nacional de políticas,
coordinación y desarrollo hídrico,
en las ciudades no se respeta el valor
del agua, ni existe conciencia de
lo que significa contar con agua de
buena calidad.
Si, como afirma el informe de 576
páginas de las Naciones Unidas,
"De todas las crisis con las
que se enfrenta la humanidad, la del
agua es la que se encuentra en el
corazón mismo de nuestra supervivencia",
tendremos que aprender a hacerlo...
o lidiar con las consecuencias.
5 de marzo de 2003
Fuente:
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