Jorge Rulli,
un defensor de la ecología
ofrece un panorama desolador sobre
la crisis argentina y su degradación
tanto humana como ambiental.
Actualmente registramos una cifra
de alrededor de 300 mil productores
expulsados y más de 13 millones
de hectáreas embargadas por
deudas hipotecarias impagables. A
esta situación de catástrofe
social agropecuaria deberíamos
sumar la emigración masiva
de los obreros rurales.
La crisis actual de la Argentina
es una crisis absoluta en que se desploman
los fundamentos mismos de nuestra
identidad como Nación y donde
el extendido desarraigo agrega una
generalizada desolación en
la población. Estamos pensando
y operando como grupo, conscientes
de vivir en una situación de
catástrofe social y cultural
de consecuencias imprevisibles. Además
y como si fuese un maleficio, advertimos
que el común de los argentinos
continúa viéndose a
sí mismos como habitantes del
país de las vacas y las mieses.
Y por lo tanto deducen que el problema
es de inequidad y de falta de distribución.
Las causas reales del desastre permanecen
a salvo en la penumbra de la invisibilidad
social.
El modelo rural que se nos impuso
es sencillamente de exportación
de "commodities", de concentración
de tierras y de exclusión de
poblaciones. 20 millones de hectáreas
de las mejores tierras agrícolas
están hoy en manos de no más
de 2.000 empresas. En los años
90 se produjo la mayor transferencia
de campos de toda la historia del
país, siendo reemplazada la
vieja oligarquía vacuna por
una nueva clase empresarial oligopólica
y prebendaria. En los inicios de esa
década alguien del equipo económico
emitió una profecía
autocumplida, la desaparición
de la mayor parte de los pequeños
productores. Actualmente registramos
una cifra de alrededor de 300 mil
productores expulsados y más
de 13 millones de hectáreas
embargadas por deudas hipotecarias
impagables. A esta situación
de catástrofe social agropecuaria
deberíamos sumar la emigración
masiva de los obreros rurales. Solo
en el Chaco cada máquina reemplazó
a 500 braseros. Los pooles de siembra
que concentraron tierras convirtieron
a los productores en rentistas de
sus propios campos. Los nuevos paquetes
tecnológicos constituidos por
los sistemas de siembra directa con
enorme maquinaria importada, los herbicidas
de Monsanto y las sojas transgénicas
RR (soja resistente al herbicida glifosato)
no demoraron en modificar el paisaje
instalando una agricultura sin agricultores.
La extendida telaraña de contratistas
de maquinaria y de repuestería
rural, así como las distribuidoras
locales de insumos y toda la vida
cultural y social que acompañaba
a la pequeña agroindustria
desaparecieron dejando inmensos territorios
vacíos.
Nuestro país pareciera ser
un laboratorio donde se experimenta
la extinción de la vida rural.
Se registran actualmente más
de 500 pueblos abandonados o en vías
de desaparición. Posiblemente,
la mayor proporción en el mundo
de este fenómeno de emigración
hacia los cinturones de pobreza urbana.
Los efectos de esta pérdida
progresiva de la cultura y del arraigo,
tienen efectos directos sobre la vida
política y social del resto
de la Argentina y se refleja en un
debilitamiento progresivo de la vida
ciudadana que con un esfuerzo enorme
tratan de remontar las movilizaciones
populares a partir del 19 y 20 de
diciembre.
En verdad estamos ocupados por las
transnacionales de las semillas. Cargill,
Nidera y Monsanto nos convirtieron
en un país inviable, productor
de sojas transgénicas y exportador
de forrajes. Producimos lo que a todos
le sobra y lo que cada vez vale menos.
Y cuanto más producimos más
pobres somos y menos población
queda en el campo. La apropiación
sistemática de los patrimonios
genéticos nos ha transformado
en dependientes de las semillas transnacionales
que nos obligan a tributar a quienes
hacen una industria de patentar la
vida. Mientras tanto nuestros propios
bancos de germoplasma están
sujetos a las políticas biotecnológicas.
En el año anterior intensas
lluvias produjeron la prolongada inundación
de más de 5 millones de hectáreas
sólo en la provincia de Buenos
Aires. En general se manipuló
a la opinión pública
para enfrentar las consecuencias de
la emergencia y los modos de paliarla,
pero se evitó cuidadosamente
analizar las causas. Nosotros creemos
que las inundaciones fueron el resultado
de un modelo agrícola extractivo,
casi minero, que expandió la
frontera agropecuaria sojera a zonas
de bosque nativo y que saturó
los suelos de glifosato poniendo en
serios riesgos su vida microbiana.
De hecho las estadísticas demuestran
que sobre poco más de 10 millones
de hectáreas de cultivos transgénicos
se están aplicando cerca de
80 millones de litros de herbicidas
anuales. En algunos lugares se ha
experimentado la práctica desaparición
de las Azotobacter (bacteria fijadora
de nitrógeno) del suelo y la
acumulación de los barbechos
que al no ser procesada su celulosa
tienden a momificarse, tomando un
color muy particular que muestra la
interrupción de los ciclos
biológicos. Esta conversión
del suelo en substrato similar a cenizas
o arena impide la retención
del agua y provoca el crecimiento
de las napas superficiales que son
las que terminan inundando las zonas
bajas.
Con la despoblación del campo,
las inundaciones y la creciente pobreza
subsidiamos de hecho la producción
de carnes estabuladas en Europa. Nos
hemos especializado en proveer de
insumos a los países productores
de proteínas animales. Se nos
impuso el productivismo junto a los
paquetes tecnológicos, y con
ello una competencia despiadada para
bajar los costos de producción
y un pensar siempre en aumentar las
cantidades y nunca la calidad. Las
consecuencias son la primarización
de la economía, la falta de
manufacturas agropecuarias, la extinción
de la vida rural y las crisis de superproducción
en paralelo a enormes carencias alimentarias
de la población.
El sistema imaginó al asistencialismo
como un modo de compensar el modelo
de exportación de "commodities"
y de despoblamiento rural. La mitad
de la población argentina se
encuentra actualmente por debajo de
los niveles de pobreza y cinco millones
sufren hambre. Los bolsones de comida
que se distribuyen a los hambrientos
son en gran medida provenientes de
la importación, con lo cual
se transforma la protesta en funcional
al modelo ya que la importación
de alimentos golpea aún más
todavía sobre los pequeños
productores residuales. Mientras tanto
continúa la polémica
entre los planes trabajar que propone
el gobierno, los subsidios al empleo
que propone la oposición y
otros modos de paliar la situación
y de discutir siempre lo accesorio.
La mirada de la izquierda urbana muere
en el perímetro de la ciudad,
mientras la máquina de producir
pobres se mantiene protegida en la
invisibilidad social.
Ahora la agudización de la
crisis y la carencia extrema de las
arcas del Estado obligan a implantar
retenciones a los exportadores de
granos. Estas medidas instalan la
crisis del modelo en un campo más
vasto de conflictos políticos.
Los exportadores eluden las retenciones
y amparados en antiguas leyes de la
dictadura militar secuestran las divisas
para que se dispare el dólar,
mientras proponen calmar el hambre
de los indigentes con raciones de
soja transgénica forrajera.
Las milanesas de soja transgénica
que se nos propone representan hoy
las migajas de un banquete de los
grandes productores y exportadores
sojeros, pero son también y
sobre todo el soborno con que se asegura
la continuación del modelo.
Nosotros como Grupo de Reflexión
Rural hemos disentido públicamente
con ciertas campañas de Greenpeace
Argentina a favor del Biodiesel, que
parecen priorizar ciertas ecuaciones
energéticas pero que no tienen
en cuenta el modelo agrario y el tipo
de semillas con que se fabricaría
ese combustible vegetal. De hecho
varios municipios del sur de la provincia
de Santa Fe, en el corazón
del dominio biotecnológico,
están embarcados en un proyecto
de gasoil verde que cierra absolutamente
con el modelo. El negocio de las transnacionales
está en la venta de insumos,
de Glifosatos y de semillas OGMs,
y también en la apropiación
del territorio, pero las sojas transgénicas
tienen problemas de comercialización.
Por otra parte, es evidente que cultivos
industriales destinados a biodiesel
sólo se justificarían
con una agricultura de gran escala
y donde no habría mayores objeciones
al uso de transgénicos dado
que no serían destinados los
granos a la alimentación. Entonces
cultivaríamos soja o girasol
para producir combustibles, que a
su vez usaríamos para cultivar
soja y girasol, con lo cual haríamos
combustible, etc., etc. Creemos que
estas razones son más que suficientes
para no insistir en la campaña
del biodiesel al menos desde posiciones
ecologistas.
Estamos inmersos en la crisis terminal
del sistema político. Actualmente
y debido al intento de colocar retenciones
a las exportaciones, los principales
gobernadores realizaron lobbies desembozados
a favor del complejo sojero-aceitero.
La reciente renuncia del Secretario
de Agricultura es la consecuencia
de estas tensiones y expresa una vez
más la capitulación
de la política ante los poderes
concentrados.
La solución a la crisis es
la de cambiar el modelo rural y repoblar
el campo para volver a producir alimentos
sanos. Necesitamos hacer de la Soberanía
Alimentaria un capítulo de
la nueva Constitución Nacional
que reclaman las Asambleas de Vecinos.
Asimismo necesitamos con urgencia
terminar con las regulaciones a las
pequeñas producciones agropecuarias,
para establecer un escalón
libre de impuestos que posibilite
los mercados y los Desarrollos Locales.
Frente al chantaje de los exportadores
amparados en las leyes de facto de
la Dictadura es preciso asimismo nacionalizar
el Comercio Exterior, recuperando
instituciones reguladoras del Estado
como fueran el IAPI, Instituto Argentino
de Promoción del Intercambio
en los años 50 y la Junta de
Granos hasta mediados de los años
90. Sólo de esta manera será
posible para la Argentina remontar
la situación en la que nos
encontramos. Mientras tanto y mientras
tratamos de hacer de la crisis una
oportunidad para nuestras propuestas
de agricultura alternativa, quisiéramos
que nuestra historia de sumisión
a las transnacionales de la biotecnología
sea tomada como ejemplo por los demás
hermanos latinoamericanos para no
repetir nuestro camino.
18 de setiembre de
2002
Fuente:
PÁGINAS
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