Discurso pronunciado
por Fidel Castro en la inauguración
del segmento de alto nivel del VI
Período de Sesiones de la Conferencia
de las Partes de la Convención
de las Naciones Unidas de Lucha contra
la Desertificación y la Sequía.
Excelentísimo
Sr. Hama Arba Diallo, Secretario Ejecutivo.
Excelentísimo Sr. Ibrahim
Gambari, Subsecretario General de
Naciones Unidas.
Excelentísimos Jefes de Estado
y de Gobierno, Vicepresidentes, Presidentes
de Parlamentos, Jefes de Delegaciones:
Distinguidos invitados:
Hace apenas 30 años la humanidad
no tenía la menor conciencia
de la gran tragedia. Entonces se creía
que el único peligro de extinción
estaba en la cifra colosal de armas
nucleares listas para ser disparadas
en cuestión de minutos. Sin
que amenazas de esa índole
hayan cesado en absoluto, un peligro
adicional, aterrador y dantesco, la
acecha. No vacilo en utilizar esta
frase fuerte, al parecer dramática.
El verdadero drama está en
la ignorancia sobre tales riesgos
en que hemos vivido durante tanto
tiempo.
La totalidad de las personas que,
25 años después de finalizada
en 1945 la Segunda Guerra Mundial,
tenían uso de razón
y sabían leer y escribir, nunca
escucharon una sola palabra sobre
la ciega marcha humana, inexorable
y acelerada, hacia la destrucción
de las bases naturales de su propia
vida. Ninguna otra de las miles de
generaciones que precedieron a la
actual conoció tan amargo riesgo,
ni cayó sobre alguna de ellas
tan enorme responsabilidad.
Son realidades. Un fruto de la poco
conocida historia del hombre, como
resultado de la evolución de
la sociedad humana a lo largo de cinco
o seis mil años, cuando ésta
no tenía ni podía tener
una idea clara de dónde venía
y hacia dónde iba. Esta sorprendente
y angustiosa realidad es ya convicción
profunda de una minoría culta
y preocupada, pero creciente y pujante,
de la humanidad.
Hoy sabemos lo que ocurre. Al alcance
de todos los presentes están
los datos escalofriantes y los argumentos
irrebatibles, serenamente expuestos
y analizados en los encuentros que
precedieron esta reunión.
Desde mi punto de vista, no hay tarea
más urgente que crear una conciencia
universal, llevar el problema a la
masa de miles de millones de hombres
y mujeres de todas las edades, incluidos
los niños, que pueblan el planeta.
Las condiciones objetivas y los sufrimientos
que padece la inmensa mayoría
de ellos crean las condiciones subjetivas
para la tarea de concientización.
Todo se asocia. Analfabetismo, desempleo,
pobreza, hambre, enfermedades, falta
de agua potable, de viviendas, de
electricidad; desertificación,
cambio de clima, desaparición
de los bosques, inundaciones, sequías,
erosión de los suelos, biodegradación,
plagas y demás tragedias harto
conocidas son inseparables.
Sin educación no puede haber
la necesaria y urgente concientización
de la que hablo. Una gran revolución
educacional está, sin embargo,
al alcance de los pueblos del mundo.
Es la idea esencial que deseo exponer.
Cuba, cuyos modestos éxitos
en esta decisiva esfera nadie cuestiona,
puede asegurar que con una inversión
inicial de 3 mil millones de dólares
en un breve período de tiempo,
y 700 millones en cada uno de los
nueve años subsiguientes, destinados
a material educativo y equipos, incluidos
un millón y medio de paneles
solares para las comunidades y aldeas
donde no exista suministro eléctrico,
en doce años es posible alfabetizar
y conducir hasta sexto grado a 1.500
millones de analfabetos y semianalfabetos.
Un gasto total inferior a 10 mil millones
de dólares, equivalente a menos
del 0,004 por ciento del Producto
Interno Bruto de los países
desarrollados miembros de la OCDE,
en un año.
Esto supone la instalación
escalonada de 4 millones de puntos
de enseñanza dotados con medios
audiovisuales que son de probada eficacia,
y la cooperación de un amplio
movimiento voluntario de 8 millones
de personas con conocimientos no inferiores
al sexto grado de escolaridad, que
podrían alfabetizar y a la
vez formarse progresivamente como
educadores de buena calidad profesional
por el mismo método.
Si se decidiera estimular a los que
carezcan de empleo con la asignación
de un modesto salario mensual mientras
enseñan y estudian, podrían
crearse de 4 a 8 millones de empleos
decorosos, que serían altamente
apreciados por millones de jóvenes
del Tercer Mundo, los más afectados
por el azote del desempleo. El costo
para los países donantes sería
igualmente exiguo: estimando tal salario
en 100 dólares cada mes y seis
millones que se incorporen de esta
forma al programa, equivaldría
al 0,003 por ciento del PIB de la
OCDE, en este caso cada año.
Sumados los dos programas, el costo
en los primeros cinco años
sería aproximadamente igual
a lo que Estados Unidos gasta, al
ritmo actual, en solo 15 semanas,
en las fuerzas que ocupan a Iraq.
Un número casi igual de ciudadanos
del mundo, y con mucho menor costo,
podría instruirse con el empleo
de radios de onda media o corta, con
un precio no mayor de 15 dólares,
que utilizarían pequeñas
placas de celdas fotovoltaicas adheridas
al mismo. Pequeñas cartillas
con material didáctico acompañan
al radio.
Tal método de alfabetización
a través de la radio, desarrollado
por pedagogos cubanos, nuestro país
lo ha cedido gratuitamente a varios
países que ya lo usan, y lo
haría gustosamente con los
que lo soliciten.
Mediante el empleo de transmisiones
televisivas, nuestro país ha
impartido cursos de inglés,
idioma utilizado mundialmente, a más
de un millón de ciudadanos,
con un costo en divisas para el Estado
de 50 mil dólares.
Con sólo el 0,01 por ciento
del PIB de la OCDE, un pequeño
fragmento del 0,7 por ciento tantas
veces prometido y nunca cumplido -excepto
aislados casos individuales- por el
conjunto de los países ricos,
se podrían suministrar, mediante
paneles solares, en diez años,
30 kilowatts mensuales de electricidad
a 250 millones de familias del Tercer
Mundo, que sumarían alrededor
de 1.500 millones de personas, la
parte más pobre de la población
mundial, que podrían disponer
cada día de varias horas de
luz eléctrica y trasmisiones
recreativas, informativas y educativas,
por radio o televisión, sin
gastar un solo litro de combustible
fósil.
Nuestro país, bloqueado durante
más de cuatro décadas,
al derrumbarse el campo socialista
y verse obligado a enfrentar una situación
sumamente difícil, pudo producir
y está produciendo, en espacios
disponibles dentro de las ciudades,
más de 3 millones de toneladas
de vegetales al año en cultivos
organopónicos, con empleo de
pajas y desechos agrícolas,
utilizando riego por goteo o microjet,
un gasto mínimo de agua, dando
empleo adicionalmente a casi 300 mil
ciudadanos y sin emitir un kilogramo
de dióxido de carbono a la
atmósfera.
Puedo informarles que dentro de una
semana, la totalidad de los 505 mil
adolescentes cubanos de secundaria
básica séptimo,
octavo y noveno grados comenzarán
el curso escolar con los nuevos métodos
educativos que hemos creado, triplicarán
los conocimientos que recibían
normalmente y dispondrán de
un profesor por cada 15 alumnos.
Ruego me excusen por citar ejemplos
demostrativos de que es posible todavía,
pese a inmensos obstáculos,
hacer mucho para que el medio ambiente
se preserve y la humanidad sobreviva.
Todo cuanto he dicho es incompatible
con el atroz sistema económico
impuesto al mundo, la despiadada globalización
neoliberal, las imposiciones y condicionamientos
con que el FMI sacrifica la salud,
la educación y la seguridad
social de miles de millones de personas;
la forma cruel en que, mediante la
libre compraventa de divisas entre
las monedas fuertes y las débiles
monedas del Tercer Mundo, le arrebatan
a éste fabulosas sumas cada
año. En síntesis, es
incompatible con la política
de la OMC, al parecer diseñada
para que los países ricos puedan
invadir al mundo con sus mercancías
sin restricción alguna, y liquidar
el desarrollo industrial y agrícola
de los países pobres, sin más
futuro que suministrar materias primas
y mano de obra barata; con el ALCA
y otros Acuerdos de Libre Comercio
entre los tiburones y las sardinas;
con la monstruosa deuda externa, que
en ocasiones consume hasta el 50 por
ciento de los presupuestos nacionales,
absolutamente impagable en las actuales
circunstancias; con el robo de cerebros,
el monopolio casi total de la propiedad
intelectual y el uso abusivo y desproporcionado
de los recursos naturales y energéticos
del planeta.
La lista de injusticias sería
interminable. El abismo se profundiza,
el saqueo es mayor.
Bajo los designios y la ideología
de un orden económico diabólico
y caótico, las sociedades de
consumo en cinco o seis décadas
más habrán agotado las
reservas probadas y probables de combustibles
fósiles y habrán consumido
en sólo 150 años lo
que el planeta tardó 300 millones
de años en crear.
No existe siquiera una idea coherente
y clara sobre la energía que
moverá los miles de millones
de vehículos motorizados que
inundan ciudades y carreteras de los
países ricos, e incluso de
muchos del Tercer Mundo. Es la expresión
cabal de un modo de vida y de consumo
absolutamente irracional, que no podrá
servir jamás como modelo a
los 10 mil millones de personas que
se supone habitarán el planeta
cuando la era fatal del petróleo
haya concluido.
Tal orden económico y tales
modelos de consumo son incompatibles
con los recursos esenciales limitados
y no renovables del planeta y con
las leyes que rigen la naturaleza
y la vida. Chocan también con
los más elementales principios
éticos, la cultura y los valores
morales creados por el hombre.
Continuemos sin desaliento ni vacilación
nuestra lucha, profundamente convencidos
de que si la sociedad humana ha cometido
colosales errores y aún los
sigue cometiendo, el ser humano es
capaz de concebir las más nobles
ideas, albergar los más generosos
sentimientos y, superando los poderosos
instintos que la naturaleza le impuso,
es capaz de dar la vida por lo que
siente y lo que piensa. Así
lo ha demostrado muchas veces a lo
largo de la historia.
¡Cultivemos esas excepcionales
cualidades y no habrá obstáculo
que no pueda ser vencido, y nada que
no pueda ser cambiado!
Muchas gracias.
2 de setiembre de
2003
Fuente:
PÁGINAS
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