Para el diario,
la Argentina se había convertido
en una atracción para los inversores
tras la devaluación. Ahora,
los proyectos están en duda
por lo que llama las fuerzas
antimineras.
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Con
el artículo, queda
claro que tras Meridian
habría más.
Así, la cordillera
patagónica quedaría
sembrada de minas. |
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El corazón del imperio económico
está en estado de alerta. Los
voceros de la industria minera, uno
de los sectores más fuertes
de los Estados Unidos, están
preocupados no por Irak sino por el
caso argentino. Temen la propalación
del modelo Esquel y un efecto dominó
que ponga en jaque las próximas
inversiones en la Patagonia. Un megaproyecto
calculado en 5 mil millones de dólares.
El New York Times se hizo portavoz
de esa zozobra. Un grupo de inversores
y lobbistas analizan allí el
destino de los kilómetros de
riachos de oro escondidos bajo la
cordillera y revisan los efectos del
plebiscito de Esquel a la luz de sus
negocios. Están convencidos
de que los esquelinos son parte de
una fuerza antiminera,
parte de un poderoso bastión
de hombres dispuestos a terminar de
aguarles la gran fiesta.
Para los norteamericanos, Esquel
parece parte de otro de los componentes
del eje del mal. Aunque allí
no hay iraquíes, ni habitantes
de Siria ni norcoreanos en demasía,
en esas tierras viven peligrosas fuerzas
antiminas capaces de echar a
perder sus próximos negocios.
Esa mirada y el artículo publicado
el domingo pasado son parte de los
efectos que provocó el voto
de los esquelinos contra la mina El
Desquite.
La minera es un proyecto de extracción
de oro y plata montado sobre el cordón
montañoso de Esquel por Meridian
Gold, una compañía de
capitales canadienses. Aquel voto
realizado hace un mes puso en jaque
en realidad varias cuestiones. No
sólo frenó el proyecto
de Meridian: complicó además
el trabajo de largo aliento que había
comenzado a desarrollar el menemismo
durante la segunda mitad de los 90.
En el 95, el Congreso sancionó
la Ley de Minería, una herramienta
jurídica que hoy por hoy se
considera como el disparador de lo
que se conoce como boom minero.
La ley les abrió las puertas
a los capitales e inversores extranjeros
para comenzar a explorar las vetas
de oro y plata que duermen aún
bajo la cordillera. Desde entonces,
el país comenzó a venderse
en rueda de negocios internacionales
como territorio apto para la extracción
de cobre, oro y plata. En ese contexto
nació La Lumbrera, en Catamarca,
y en ese marco se desarrollaron los
primeros trabajos en Esquel hacia
el 97.
Hasta el plebiscito, la Secretaría
de Industria de la Nación estaba
convencida de que en los próximos
años entraría al país
una inversión de 5 mil millones
de pesos en proyectos mineros. Los
especialistas aseguran que estos números
ahora están en duda.
Alvaro Belevan es gerente de Meridian
Gold y uno de los hombres que siguió
de cerca el proceso de inversiones
en Esquel, donde la compañía
lleva gastados 720 millones de dólares.
Como a cualquier inversionista
extranjero no argentino yo creo que
se ha roto una dinámica y genera
efectos negativos. Para Belevan,
las cuentas son simples: Hasta
ahora había una intención
positiva, muy favorable para desarrollar
inversiones en el sector minero, ahora
nosotros mismos y nuestros colegas
no estamos convencidos.
De ese tipo de pesimismo habla el
New York Times en la edición
del 20 de abril. El caso Esquel, para
ellos, marca un antes y un después
en la minería. Hasta antes
del voto, los inversores norteamericanos
estaban agitados por el oro
enterrado en las colinas de la Patagonia,
dice el artículo. Y los funcionarios
del gobierno predecían un boom
en la minería. El precio
internacional del oro y la devaluación
del peso eran las dos variables que
actuaban como disparador de esa situación.
En ese contexto, los esquelinos aguaron
la fiesta: La preocupación
es que las fuerzas antiminas se propalen,
le decía al New York Times
José Luis Andrich, de Geo Minera,
una de las publicaciones especializadas.
Esto pone en riesgo decía
Andrich todas las futuras inversiones
en minería de la Argentina.En
esa tónica, y con una lógica
donde las críticas pasan de
la sorpresa al tipo de discurso usado
por operadores y lobbistas, hablan
otros ejecutivos. Entre ellos, Víctor
Bonfils, uno de los supervisores locales
del emprendimiento de Río Tinto,
de uno de los conglomerados mineros
con base en Londres. En el artículo,
Bonfils adelanta su trabajo de los
próximos meses: en lugar de
dar lugar a nuevas exploraciones,
dice, tendremos que remar contra
la corriente antiminera.
El artículo del New York Times
llegó a quienes votaron en
contra de la mina mucho antes de que
se conociera en la Secretaría
de Industria. El dato lo difundieron
los pobladores de Esquel. Lo
curioso decían en sus
mails es que con nuestro voto
estamos poniendo en jaque a este gran
despropósito que se está
tratando de imponer.
25 de abril de 2003
Fuente:
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