La degradación
del suelo constituye un motivo de
preocupación para los productores
agrícolas porque implica una
progresiva reducción en el
rendimiento de las cosechas. Desde
el Laboratorio de Recursos Nativos
de la Facultad de Ciencias Agropecuarias
de la Universidad Nacional de Córdoba,
la Dra. Francisca Galera propone la
implementación de un Sistema
de Algarrobos Nativos para restaurar
la capacidad productiva de los suelos
deteriorados por la agricultura.
Desde siempre, la tendencia declinante
de la productividad agrícola
es atribuible al deterioro del suelo
provocado por la acción erosiva
del agua y el viento. Pero en este
contexto, los factores antropogénicos
también desempeñan un
rol protagónico al crear mecanismos
capaces de potenciar y acelerar los
procesos de degradación. La
tala indiscriminada de bosques nativos
para ganar tierras fértiles
y la siembra permanente de monocultivos,
constituyen dos claros ejemplos de
este fenómeno.
En Argentina, como en otros lugares
del mundo, la agricultura se basó
en la eliminación de bosques
para aprovechar la fertilidad del
suelo. Este proceso se inicia en la
segunda mitad del siglo XIX cuando
el desarrollo económico del
país se basa en el modelo productivo
agro-exportador. Desde entonces, la
expansión de la denominada
'frontera agropecuaria', por medio
de la cual se incorporan nuevas tierras
aptas para la explotación agrícola,
no ha detenido su marcha. Pero en
el caso de la agricultura, el crecimiento
de las áreas de cultivo no
implica un mayor rendimiento: el suelo
no puede garantizar su productividad
por siempre cuando, de una u otra
manera, es sometido a procesos de
degradación de diferente magnitud.
En la actualidad, según datos
del Instituto del Suelo del INTA (Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria),
en nuestro país la erosión
afecta al 20% de la superficie nacional.
Esto quiere decir que suman un total
de 60 millones las hectáreas
de tierra afectadas por erosión
hídrica, eólica y deterioro
de las propiedades físicas,
químicas y de biodiversidad.
Este último tipo de erosión
es el que se evidencia en la agricultura,
cuando el uso intensivo del suelo
por un mismo tipo de cultivo a través
décadas provoca la absorción
de nutrientes y el deterioro progresivo,
hasta alcanzar la pérdida total
de aptitud agrícola.
Para revertir estas situaciones,
la Dra. Galera, junto a su equipo
de trabajo, estudia desde hace más
de diez años, la capacidad
de algunas especies de algarrobo para
recuperar la productividad de este
tipo de suelos. Con este fin, la investigadora
obtuvo el apoyo financiero del Fondo
para la Ciencia y la Tecnología
(FONCyT) de la Agencia Nacional de
Promoción Científica
y Tecnológica (ANPCyT) para
implementar esta propuesta tecnológica
en dos áreas demostrativas
de la provincia de Córdoba
y comprobar, una vez más, la
capacidad de estas especies para mejorar
en forma sustancial la calidad del
suelo, proporcionando forraje, alimento
y madera en el corto y mediano plazo.
Prosopis: la variedad más
apta
Este proyecto de transferencia tecnológica
se implementa en dos campos de la
llanura central cordobesa situados
en cercanías de Los Cóndores
(Dto. de Calamuchita) y Despeñaderos
(Dto. de Santa María), respectivamente.
Los terrenos -que abarcan en total
12 hectáreas- fueron cedidos
por sus productores porque tras doce
años de siembra permanente
de soja habían perdido en forma
total su aptitud agrícola.
La propuesta tecnológica consiste
en reintroducir en estos campos especies
nativas de algarrobo por su capacidad
de implantarse en suelos empobrecidos,
posibilitando la recuperación
de sus características físicas,
químicas y bióticas.
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Prosopis
alga |
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Los algarrobos más conocidos
tienen hojas pinnadas de color verde
oscuro y flores pequeñas, de
color banco o amarillo, generalmente
agrupadas en espigas y el fruto es
una vaina cuyo color varía
entre el amarillo claro y el castaño,
que contiene una pulpa de sabor dulce
y agradable. Estos árboles
del género Prosopis, pertenecen
a la familia de las leguminosas (Leguminosae)
y a la subfamilia Mimosoideas. El
área natural de este género
abarca la mayor parte del país
y crece en zonas de clima semiárido,
con temperaturas anuales superiores
a los 12º C y ocupa áreas
entre isoyetas de 300 a 500 mm. El
género cuenta con alrededor
de 45 especies en América del
Sur, Norte y Central, África
y oeste de Asia, y Argentina constituye
el centro de mayor diversidad ya que
cuenta con 27 especies.
Dentro del género se elige
la variedad Prosopis alba var. panta,
una de las especies que más
predominó en los bosques nativos
de la zona, porque se comprobó
que posee un crecimiento relativamente
rápido y, en el corto y mediano
plazo, es la más indicada para
producir madera, alimentos y forraje.
Una investigación realizada
por este grupo de trabajo en Villa
Quilino (Pcia. de Córdoba)
demuestra que, en comparación
con otras especies nativas, Prosopis
alba var. panta es la más apta
para producir forraje -de sus frutos
y follaje- ya que supera en peso y
calidad cualquier forraje verde. Se
calcula que por hectárea es
posible obtener 2539 kg. de frutos
y una biomasa económica de
85.16 toneladas. Además, sus
frutos -que alcanzan una media de
27.8 cm de largo y 1.5 cm de ancho-
poseen un alto contenido de proteínas
y constituyen una excelente fuente
de alimento para el consumo humano.
También se opta por esta especie
porque presenta una buena respuesta
a la domesticación y, en relación
a la producción de madera,
se comprueba que tras los tratamientos
de poda incrementa su crecimiento
en altura hasta alcanzar, en 10 años,
un máximo esperado de 3,50
metros. Asimismo, la poda le proporciona
una forma más armónica,
una copa más redondeada y un
fuste más, largo, recto y sin
nudos.
Entre plántulas y plantines
En su primera etapa, el proyecto
demanda la producción de una
gran cantidad de plantines de Prosopis
alba var. panta. Para lograr este
objetivo el Laboratorio de Recursos
Nativos cuenta con dos cámaras
climatizadas para programar, de forma
artificial, la temperatura y la humedad
que esta especie precisa para germinar
y producir una gran cantidad de plántulas
en una corto lapso de tiempo. En este
caso, se germinaron 1000 semillas
por día.
Al tercer día de vida, los
plantines se colocan en envases de
polietileno y se depositan en el vivero
donde son regados durante los primeros
20 días para su óptima
implantación. Recién
al año, los incipientes árboles
de algarrobo se trasplantan al campo
-en hoyos de 50 cm. de profundidad
por 25 cm. de diámetro- a una
distancia de 6 metros entre sí
para permitir el laboreo del suelo
en el futuro y con el objetivo de
mejorar la absorción del agua
y evitar escorrentías, se plantan
en curvas de nivel, siguiendo los
contornos del terreno de forma perpendicular
a la pendiente. Una vez trasplantados,
los árboles se riegan durante
los 3 primeros meses para garantizar
su supervivencia. No obstante, está
previsto que se pierda el 40% de los
plantines antes de llegar al año
y el 12% después que estos
son trasplantados a campo.
Otro aspecto del proyecto esta relacionado
con los análisis edafológicos
del suelo que se practican al comienzo
y al final de la investigación
para constatar la evolución
de sus características fisicas,
químicas y biológicas
tras la implementación del
Sistema de Algarrobos Nativos.
Para poner en práctica esta
investigación es preciso elaborar
los mapas de las zonas que se van
a forestar, delimitar las perfiles
de suelo y trazar las áreas
de muestreo. De cada una de éstas
áreas se extraen 30 muestras
al azar de la capa u horizonte superior
de la tierra, de aproximadamente 20
cm de profundidad que luego se mezclan
para conformar la muestra compuesta
que se examina en el laboratorio.
Allí se estudia la materia
orgánica e inorgánica
que contribuye a elevar la fertilidad
del suelo y se analizan las poblaciones
microbianas que aportan los elementos
necesarios para el crecimiento de
las plantas. En este caso, se observan
los microorganismos amonificadores,
que intervienen en el proceso de descomposición
de materia orgánica, y los
microorganismos celulolíticos,
fijadores y nitrificadores que, entre
otras cosas, extraen el nitrógeno
del aire para fijarlo en el suelo,
transformando el nitrógeno
atmosférico en nitrógeno
orgánico.
La paciencia obtiene sus frutos
La restauración total del
suelo no se logra de un día
para el otro. Los productores rurales
tendrán que armarse de paciencia
y esperar que transcurran, como mínimo,
cinco años desde la implementación
del proyecto para volver a sembrar
sus tierras. Pero la espera tendrá
su fruto porque no solo podrán
recuperar la aptitud agrícola
del suelo sino que además,
gracias a la presencia del algarrobo
entre sus cultivos, podrán
mantener su fertilidad por tiempo
indefinido.
Otro beneficio adicional que aporta
el proyecto está ligado al
control de las inundaciones que se
producen cuando las precipitaciones
exceden la capacidad de absorción
del suelo. Se trata de un fenómeno
muy común en zona con suelos
dedicados a la agricultura que en
su mayoría se encuentran erosionados
y no cuentan con una adecuada capa
fértil que infiltre la totalidad
de la lluvia caída.
Además, como estos campos
no cuentan con una cubierta forestal
que regule el impacto de la lluvia,
se producen desprendimientos de tierra
que, junto con el exceso hídrico,
se desplazan en forma de escorrentías
por la superficie terrestre provocando
un proceso erosivo aún mayor.
De esta manera, la recuperación
de la calidad del suelo incrementa
la velocidad de infiltración
y, en consecuencia, minimiza el efecto
de las inundaciones que, dependiendo
de su magnitud, pueden causar anegación
de campos, aislamiento de localidades
y deterioro de la infraestructura
vial. En definitiva, pérdidas
millonarias. A su vez, la solución
que el proyecto propone en el mediano
plazo, permite ahorrar la costosa
inversión que demanda la implementación
de obras de drenaje, sistemas de canalización
del agua y otros mecanismos que se
aplican, en forma circunstancial,
para paliar las consecuencias de las
inundaciones.
De sol a sol, los algarrobos continúan
llevando a cabo la misión de
restaurar el suelo y, según
la Dra. Galera, la evaluación
de los resultados obtenidos hasta
el momento es positiva. Consecuentemente,
el área demostrativa implementada
permitirá a los productores
de la región constatar la efectividad
de esta propuesta tecnológica
para recuperar la productividad de
su campos y obtener, a la vez, importantes
beneficios adicionales.
Semillas a plazo fijo
En el pasado, los algarrobos tenían
una presencia imponente entre las
agrupaciones arbóreas autóctonas
y, conformando rodales, dominaban
los bosques de la región. Pero
tras su tala indiscriminada varió
la fisonomía del paisaje y,
en la actualidad, existen muy pocos
ejemplares. En consecuencia, contar
con la cantidad de semillas necesarias,
constituye una preocupación
fundamental a la hora de poner en
marcha este tipo de proyectos.
Por este motivo, los bancos de semillas
cumplen una importante función
porque, además de suministrar
material germinativo para las plantaciones,
preservan las semillas de especies
que, como estas, se encuentran en
peligro de extinción.
Con relación a las semillas
de algarrobo, pueden mencionarse dos
entidades ya consolidadas: el Banco
Nacional de Semillas de Algarrobo
de la Facultad de Ciencias Agropecuarias
de la UNC - que vende semillas por
gramo para realizar plantaciones forestales
con fines comerciales o científicos-
y el Banco de Semillas del Laboratorio
de Recursos Nativos de la mencionada
facultad.
Este último fue creado en
1984 con a apoyo de la Organización
de las Naciones Unidas para la Agricultura
y la Alimentación (FAO) con
el propósito de proporcionar
a los investigadores de la UNC semillas
de alta calidad. Aquí se procesa
el material en forma minuciosa, a
mano o con ayuda de un pincel, para
garantizar la calidad de las semillas
depositadas y se registra en una cuadrícula
la ubicación exacta de cada
árbol del que se extrae material
germinativo. Además, el banco
cuenta con un herbario que contiene
la muestra de todas las especies del
género Prosopis que crecen
en el país.
Las semillas se conservan en cámaras
frías, en bolsas adecuadamente
datadas, porque en este estado pueden
conservar durante mucho tiempo su
capacidad germinativa. Al respecto,
la Dra. Galera comentó que
las semillas utilizadas en este proyecto
llevaban nueve años en el banco
de semillas.
Del árbol a la mesa
Por tener gran valor nutritivo, agradable
sabor y buena digestibilidad, el fruto
del algarrobo es también utilizado
para elaborar alimentos de consumo
humano. Entre otras cosas, las vainas
de algunas especies de Prosopis, se
utilizan para preparar bebidas alcohólicas:
la 'chicha' y la 'aloja' que se producen
por la fermentación de los
frutos del algarrobo y la 'añapa',
que se prepara macerando en agua la
algarroba triturada, constituyen tres
clásicos ejemplos.
Los frutos del algarrobo son aptos
para fabricar algunos productos tradicionales
como el 'arrope, algarrobina o miel
de algarrobo', que se obtiene al cocinar
los frutos en agua, permitiendo la
concentración de los azúcares,
el clásico 'patay', que se
prepara moliendo la algarroba madura
y seca en el mortero y el 'Chumingo'
riojano, un tipo de patay que se logra
mojando la masa molida de algarroba
antes de someterla al secado. Además,
la harina que se obtiene al pasar
el fruto seco por la molienda es apta
para la elaboración de tortas,
galletas y panes.
También se produce vinagre-
través de la acidificación
del vino de algarrobo- y alcohol etílico
de buena calidad. Con relación
a este último, se constató
que partir de la fermentación
de los frutos de la especie Prosopis
alba es posible obtener una cantidad
superior a los 27 litros de alcohol
por cada 100 kg. de vainas. Otro dato:
con las vainas de la especie Prosopis
juliflora se prepara una infusión
que, en aroma y sabor, puede reemplazar
perfectamente el café tradicional.
Glosario:
Edafología:
Ciencia que estudia las características
del suelo desde los puntos de vista
físico, químico y biológico.
Erosión: Remoción de
la capa superficial de la corteza
terrestre por acción de agentes
externos como el agua y el aire.
Escorrentía: Conjunto de las
aguas que se desplaza por la superficie
terrestre.
Isoyetas: Línea imaginaria
que une los puntos de la tierra con
la misma pluviosidad media anual.
Fuste: Parte media del vegetal que
sale de la raíz y llega hasta
la ramificación. Comprende
el tallo y el tronco.
Plántula: En botánica
se denomina así a la planta
recién nacida.
Rodales: Grupo de árboles o
arbustos de la misma especie.
Notas:
Francisca María Galera es Dra.
en Ciencias Biológicas, especializada
en Ecología Vegetal, y desde
1990 se desempeña como Profesora
Titular de Ecología Agrícola
en la Facultad de Ciencias Agropecuarias
de la UNC.
Desde el Laboratorio de Recursos Nativos,
la Dra. Galera ha dirigido diferentes
proyectos de investigación
financiados por SECyT, FAO, CONICOR,
UNESCO y FONCyT, entre otras instituciones.
Además, ha presentado numerosos
trabajos de investigación y
publicaciones en congresos, reuniones
y revistas científicas del
orden nacional e internacional.
Bibliografía
recomendada:
Galera, Francisca María, 2000'Los
Algarrobos. Las especies del género
Prosopis de América Latina
con especial énfasis en aquellas
de interés económico'.
Editorial Graziani. Córdoba,
Argentina.
Galera, F.M 'Domesticación
de Prosopis alba var. Panta, especie
arbórea nativa del N.O cordobés'.
VI Jornadas de Investigación
en Ciencias Agropecuarias. Diciembre
de 1997. Secretaría de Ciencia
y Técnica. Facultad de Ciencias
Agropecuarias. U.N.C.
19 de setiembre de
2003
Fuente:
PÁGINAS
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