Ex chacareros
que vivían de sus tierras hoy
son productores que se sostienen con
la explotación ictícola.
Con el tono campechano que lo caracteriza,
el jefe comunal de Aarón Castellanos,
el pueblo-isla que resiste en el suroeste
santafesino rodeado por las aguas
de la laguna La Picasa, ahora advierte
sobre los efectos nefastos
que provocarán las obras hídricas
diseñadas para resolver el
problema de las inundaciones. Es
como sacarme la vida a mí y
a la mitad de mi gente, que ahora
se dedica a la pesca, arremetió
Eduardo Salleras, quien desde hace
un par de años abandonó
su reclamo de poner fin al anegamiento
de unas ochenta mil hectáreas
otrora productivas y lo canjeó
por proyectos que están en
las antípodas, como instalar
una fileteadora de pejerrey. Mientras
tanto, en la zona avanzan los emprendimientos
para concretar cooperativas ictícolas
y cada vez son más los antiguos
productores agropecuarios que se vuelcan
a la pesca comercial como una alternativa
económica para seguir adelante
sin dejar la zona.
Ya es tarde. Me traen el matafuego
cuando lo único que quedaron
son las cenizas, tronaba el
representante político de una
localidad que apenas araña
los quinientos habitantes pero sufre
un verdadero drama ecológico
y social. Emplazado en la base suroeste
de la bota santafesina, casi en el
límite con Córdoba y
Buenos Aires, el pueblo está
rodeado por las aguas, lo mismo que
otras localidades vecinas como Diego
de Alvear. La queja constante de Salleras
refiere al pago de indemnizaciones
a los productores rurales, dueños
por generaciones de las mismas tierras
inundadas. O, al menos, exige una
expropiación al Estado provincial.
Lo cierto es que el ecosistema de
Aarón Castellanos se modificó
y con él las costumbres de
sus pobladores, que trocaron el auto
y el tractor por la lancha y la canoa.
Según los cálculos,
en estos momentos hay alrededor de
ochenta familias que viven de la producción
pesquera, que es bastante abundante.
Los datos indican que se capturan
al año unas doscientas toneladas
de pejerrey, una cantidad que podría
cuadruplicarse en caso de existir
una política de explotación
directa de ese recurso natural. Lejos
quedaron aquellos tiempos en que el
paisaje desplegaba estelas verdes
y amarillas, según el tipo
de siembra estacional, una postal
que fue reemplazada por un espejo
de agua homogéneo de una superficie
de cincuenta y dos kilómetros
de largo y veinte de ancho y que se
convirtió en hábitat
de cormoranes, biguás y pejerreyes.
Para uno de los miembros de la comuna
de Diego de Alvear , Federico Rey,
la explotación de la pesca
en la zona ofrece un futuro prometedor
si se logra organizar el actual
descontrol que produjo una reconversión
forzada y no planificada. Sobre todo,
porque la tercera parte de esa localidad
de dos mil habitantes y ubicada en
el sector noreste de La Picasa vive
gracias a ese recurso. Allí
también se está organizando
una cooperativa de pescadores con
asesoramiento de funcionarios del
Ministerio de Agricultura, Ganadería
Industria y Comercio (Magic) de la
provincia.
Fíjese la contradicción,
porque mientras que ese ministerio
provincial nos ayuda a promover la
pesca, desde Recursos Hídricos
de la Nación nos quieren secar
la laguna, cuestiona el jefe
comunal de Aarón Castellanos.
La obra que planifica la Dirección
de Hidráulica y que prevé
desagotar las aguas de La Picasa por
el arroyo Pavón hacia el Paraná,
ahora volvería a modificar
ese escenario y al mismo tiempo cercenaría
el nuevo medio de vida que encontraron
los habitantes de la zona en su duro
trance de adaptación. El proyecto
surgió a partir de un consenso
impulsado desde Buenos Aires, sobre
todo porque esa provincia considera
que los anegamientos iniciales se
originaron en Santa Fe y, por lo tanto,
es por esa jurisdicción recorrida
por el Pavón que debe
encauzarse el agua hacia el Paraná
.En realidad, Santa Fe es la
que no resolvió el problema
rápidamente, pero ahora nosotros
estamos recibiendo el agua de Buenos
Aires y Córdoba, argumentó
Salleras, quien consideró que
llevará por lo menos 15 años
más recuperar las ochenta mil
hectáreas que quedaron bajo
el agua y que llevará mucho
tiempo que vuelvan a ser útiles
para la explotación agropecuaria.
Es justamente el tiempo que según
el jefe comunal su gente no puede
esperar porque no encontrará
una actividad sustituta a la pesca
mientras se restablecen los suelos.
Pérdidas anuales por 63
millones de dólares
Las pérdidas económicas
directas que ocasionan anualmente
las inundaciones en La Picasa ascienden
a 62,9 millones de dólares,
según un informe elaborado
por el Centro de Ingenieros de Rosario
y la Bolsa de Comercio de Rosario.
Pero además de los perjuicios
económicos directos están
los daños económicos
y sociales que producen las inundaciones
y que no se ven. Por ejemplo,
por la menor actividad económica,
el Estado deja de recaudar impuestos
en la zona (sur de Santa Fe, norte
de Buenos Aires y sudeste de Córdoba)
por cerca de 15 millones de dólares
al año, un monto que alcanzaría
para financiar las obras necesarias
para terminar con el drama.
Con respecto al área comprometida,
el estudio señala que se encuentran
afectadas por anegamientos y problemas
de napas 225 mil hectáreas
(100 mil hectáreas por inundaciones
diversas y 125 mil por el ascenso
de los niveles freáticos).
En rigor, de las 225 mil hectáreas
con problemas, el 40 por ciento son
tierras aptas para la agricultura
y el resto para la ganadería.
Con respecto al perjuicio por pérdida
de producción agrícola
y ganadera potencial, éste
sería de 48,6 millones de dólares
por año. En lo que respecta
a las pérdidas por la afectación
de la ruta nacional 7 y la construcción
de un by pass camionero
de veinte kilómetros, se estiman
pérdidas por 3,8 millones de
dólares anuales. En tanto,
las pérdida de tonelaje en
el transporte por ferrocarril y sustitución
por el camión llegarían
a 5,5 millones de dólares por
año. En lo que hace al perjuicio
por el desvío que tiene que
hacer el ferrocarril ALL (América
Latina Logística - ex Buenos
Aires al Pacífico) por el corte
de las vías, éste alcanzaría
los 5,44 millones de dólares
anuales. Así, las pérdidas
económicas directas ascienden
a los 62,9 millones de dólares
por año.
Pero además de los perjuicios
económicos directos, están
los daños económicos
que producen las inundaciones y
que no se ven. En ese sentido,
el informe resalta las pérdidas
que está sufriendo la economía
argentina en general por las inundaciones
en La Picasa. Por ejemplo, al verse
restringida la actividad agropecuaria
se ven afectados todos los sectores
y actividades productivas relacionadas
con el agro, como la industria de
la maquinaria agrícola, la
de agroquímicos, el transporte,
los servicios y la exportación.
También se pueden contabilizar
las pérdidas que sufre el fisco
por la pérdida en la recaudación
que le ocasiona la menor producción,
y que se estiman en 15 millones de
dólares anuales que podrían
usarse para las obras para terminar
con las inundaciones.
18 de noviembre de
2002
Fuente:
PÁGINAS
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