Más del 14% de la
superficie del planeta está ocupada
por desiertos, situados principalmente
en áreas vecinas a los trópicos. En
este bioma el factor limitante es
el agua: las precipitaciones no llegan
a los 250 mm por año, mientras que
la temperatura media anual es de 30'C.
Los desiertos no son regiones muertas.
Después de una lluvia repentina, una
superficie arenosa se puede poblar
de plantas, flores y pequeños animales.
La vegetación dominante
e herbácea y de carácter xerófilo,
es decir, adaptadas a la sequedad
del ambiente. La lejanía del mar hace
que los vientos marítimos lleguen
despojados de humedad en los desiertos
continentales fríos, como el de Gobi,
en Mongolia.
También
aportan sequedad las corrientes
marinas frías que
pasan por las costas de
algunos continentes formando
desiertos de franja, como
el de Atacama, en Chile.
En los desiertos tropicales
cálidos, cuyo ejemplo
típico es el Sahara,
la escasez de vapor de
agua en la atmósfera
hace que un 90% del calor
del sol llegue hasta el
suelo.
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De
noche, la temperatura baja
con rapidez porque ese calor
se disipa en la atmósfera. |
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El
Sahara
El
desierto más extenso del
mundo es el Sahara.
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Se extiende sobre
casi 9.000.000 de km2, en el norte
de África y en la península Arábiga.
Registra las temperaturas máximas
del planeta (hasta 58º C), y tiene
tres tipos de terreno: hamadas o mesetas
rocosas, regs o desiertos de piedras,
y ergs o extensiones donde la arena
forma médanos o dunas de hasta 200
m de altura. En tiernpos antiquísimos
el Sahara disponía de agua en cantidad
suficiente, con flora y fauna muy
ricas, según lo atestiguan pinturas
sobre rocas de hace unos 5.000 años.
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Los
suelos de los desiertos
son, en general, sumamente
áridos y están
compuestos de arena. A pesar
de la dureza de las condiciones,
donde surge el agua de las
napas profundas aparecen
los oasis, muy ricos en
vegetación. |
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DISTRIBUCIÓN
GEOGRÁFICA DE LOS DESIERTOS
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La lluvia,
fuente de vida
En general, las lluvias no
guardan un ritmo estacional.
Algunos desiertos reciben
más precipitaciones en
invierno; en otros, puede no
llover durante diez años.
Las semillas sobreviven protegidas
por sus duras cortezas; cuando
llueve, siempre torrencialmente,
germinan con rapidez. Rápidamente
las plantas crecen, florecen
y generan nuevas semillas. Las
que no mueren enseguida deben
resistir el clima seco y, por
un mecanismo de adaptación
a la sequía, absorben
y conservan agua.
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El cacto americano,
por ejemplo, la almacena en su tallo;
las hojas, transformadas en espinas,
no eliminan agua y defienden a la
planta. El proceso de fotosíntesis
tiene lugar en las células
superficiales del tronco. En general,
las plantas del desierto tienen raíces
muy profundas para captar la humedad
subterránea, y crecen muy alejadas
unas de otras para aprovechar mejor
el agua.
Con la vida vegetal
se renueva también la fauna.
Aparecen numerosos insectos, arañas,
escorpiones y ciempiés. En
los charcos que se forman temporariamente
se activan huevos de crustáceos
que han estado largo tiempo -a veces,
décadas- en estado latente.
Ranas y sapos se multiplican, y al
evaporarse el agua se entierran para
escapar del calor. En los reptiles
del desierto, las escamas evitan la
pérdida de agua. Los mamíferos
que prevalecen son roedores excavadores,
que se alimentan de semillas. Poseen
patas posteriores fuertes, con las
que saltan y se desplazan rápidamente.
La rata canguro vive en los desiertos
americanos; el jerbo y la rata del
desierto, en África, y el canguro
marsupial en Australia. Sólo
en las cercanías de los charcos
pueden subsistir algunas especies
de herbívoros. Ciertas cebras
africanas detectan la presencia de
aguas subterráneas, y construyen
sus bebederos excavando con las pezuñas.
El camello y el
dromedario, típicos de los
desiertos de África y de Asia,
pueden pasar largos períodos
sin beber. En caso de necesidad sufren
la transformación de las células
grasas de la joroba, que proporcionan
agua al organismo. Esas reservas de
grasa pueden superar los 100 kilogramos,
y por estar concentradas en la joroba
no transmiten calor al cuerpo.
Los oasis
En los desiertos
de Asia y de África se llama
oasis a los islotes de vegetación
y concentración faunística.
Su ubicación a lo largo del
territorio determinó, en tiempos
prehistóricos, las migraciones
humanas y las rutas de las caravanas.
En sus márgenes surgieron aldeas
y ciudades. Un oasis es una fuente
permanente de agua potable, un manantial
junto al cual crecen palmeras, olivos
y árboles frutales, y se pueden
desarrollar actividades agrícolas
y de cría de ganado. En varios
países africanos y asiáticos
se ha intentado, con éxito,
crear oasis artificiales mediante
la extracción del agua de las
napas profundas.
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A pesar
de la sequedad y el calor
extremos, los desiertos
no son regiones muertas.
Al atardecer o cuando cae
la noche, comienzan a mostrarse
aves, reptiles, roedores. |
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